La oficina de Marcus era tan pulcra y organizada como él. No había un solo papel fuera de lugar, ni una libreta que no estuviera perfectamente alineada con la mesa de trabajo. Cada rincón mostraba una precisión casi obsesiva, algo que se reflejaba en su carácter. Al entrar, me sentí un tanto incómoda, como si ese orden rigiera no solo el espacio, sino también todo lo que sucedía en la empresa.
—Blair, siéntate —me indicó, señalando la silla frente a su escritorio con un movimiento firme de la mano.
Asentí y, al hacerlo, me di cuenta de lo nerviosa que estaba. No era la primera vez que iba a hablar con él, pero su presencia siempre tenía algo intimidante. Marcus no era el típico jefe con el que te sientes cómodo de inmediato; su mirada escrutadora, su forma de hablar precisa y pausada, todo en él emanaba una autoridad inquebrantable.
Me senté, intenté no parecer tan tensa, aunque sabía que era inevitable. A pesar de las diferencias, de las malas rachas personales que había tenido, siempre había sentido una cierta admiración por su éxito, por cómo había logrado posicionarse en el mercado y dirigir la empresa con mano firme.
—Quiero asignarte un proyecto importante —dijo sin rodeos, mirando su pantalla con una concentración que parecía sacada de un libro de estrategia empresarial—. Es una remodelación compleja, y quiero que sea tuya.
Mi corazón dio un pequeño salto. Había tenido suerte, me estaba ofreciendo una oportunidad.
—Gracias, Marcus —respondí, tratando de mantener la calma, aunque mi voz no lograba ocultar una pizca de entusiasmo—. ¿De qué se trata el proyecto?
Marcus levantó la mirada, fijando sus ojos en mí. Me sentí pequeña bajo su atención, pero traté de mantenerme firme.
—Es una casa antigua, muy cerca del centro. He decidido que será el proyecto estrella de este año para la empresa. No es una remodelación cualquiera; necesitamos dejarla perfecta, que se convierta en un referente.
Lo dijo con tal convicción que no pude evitar emocionarme un poco. Era un reto enorme, algo que, por un lado, me asustaba y, por otro, me motivaba.
—Entiendo. ¿Cuál es el objetivo principal de la renovación? —pregunté, queriendo saber más detalles, pero también intentando mostrarle que tomaba en serio la tarea.
—Lo principal es conservar la esencia de la casa, pero darle un giro moderno, funcional. Quiero que sea un espacio que destaque, algo que muestre nuestra capacidad para transformar lo viejo en algo innovador.
Asentí, tratando de imaginar la casa en mi mente. Podía sentir la tensión, el peso del proyecto y la responsabilidad que caía sobre mis hombros. Pero no solo era eso lo que me inquietaba. Algo en la actitud de Marcus me resultaba extraño. Siempre había sido profesional, claro, pero hoy su mirada parecía más intensa, como si estuviera observándome con más atención de la que normalmente empleaba.
—Necesitarás supervisar todo de cerca, Blair. Desde el diseño hasta la ejecución. Estaré involucrado en cada etapa del proyecto, así que prepárate para que te acompañe en todas las reuniones y revisiones.
Esas palabras me sorprendieron. No era la primera vez que trabajaba en un proyecto importante, pero Marcus nunca había sido tan directo en cuanto a su involucramiento. Siempre había sido el jefe, pero dejaba a sus empleados hacer su trabajo con cierta autonomía.
—¿Vas a estar presente en todo el proceso? —pregunté, tratando de disimular mi confusión.
Él asintió con firmeza, como si no hubiera ninguna duda sobre su decisión.
—Sí, quiero asegurarme de que todo se haga según mi visión. —Su tono no dejaba espacio para discusión.
Mis dedos jugueteaban con el borde de la mesa, y la incomodidad comenzó a crecer en mi pecho. No era que no confiara en su juicio; sabía que tenía experiencia y que su forma de trabajar lo había llevado al éxito. Pero no entendía por qué sentía la necesidad de supervisar hasta el más mínimo detalle, sobre todo conmigo a cargo.
—Entiendo, pero... —dudé, buscando las palabras adecuadas—, ¿no confías en mi criterio? He manejado proyectos similares antes.
Marcus me miró fijamente, y por un momento el aire en la habitación pareció volverse más denso.
—No es cuestión de confianza, Blair. Es cuestión de asegurarme de que todo salga perfectamente. Este proyecto significa mucho para la empresa, y tú... tú eres la persona adecuada para llevarlo a cabo. Pero, como dije, quiero estar muy involucrado.
Su insistencia me dejó con una sensación extraña, como si hubiera algo más detrás de sus palabras. No podía evitar preguntarme por qué sentía la necesidad de controlar tanto. No era un jefe común, eso estaba claro. Pero, a pesar de la incomodidad que sentía, no podía dejar pasar la oportunidad.
—De acuerdo —respondí, tratando de sonar más segura de lo que realmente estaba—. Acepto el desafío, Marcus. Trabajemos en equipo, entonces.
Su expresión se suavizó levemente, y aunque no pude distinguir si estaba satisfecho o solo era su manera habitual de mostrar aprobación, me sentí un poco más tranquila.
—Me alegra que lo tomes así. Es un proyecto grande, pero sé que puedes hacerlo bien. Te daré toda la información que necesites y estaré disponible cuando lo requieras.
Me levanté para irme, pero antes de salir de la oficina, él me detuvo.
—Una cosa más, Blair —dijo en un tono más serio, casi en voz baja—. Quiero que le des a este proyecto todo lo que tienes. No quiero que lo tomes a la ligera. Necesito que demuestres tu capacidad para llevar esto a cabo. Es importante para ti, para mí, para todos.
Lo miré a los ojos, sintiendo una presión en el pecho. No sabía por qué, pero esas palabras parecían tener más peso del que debería tener un simple consejo de jefe. Al salir de la oficina, la sensación de estar atrapada en algo más grande que yo misma no me dejó en paz. Algo me decía que este proyecto no sería como los demás. Que, de alguna manera, Marcus estaría mucho más presente en mi vida de lo que imaginaba.