La mañana en que me mudé al sitio de la obra, la sensación de incomodidad me envolvía desde el primer instante. No era solo el hecho de tener que vivir en medio de una remodelación caótica, con el sonido de las máquinas martillando el viejo concreto, o la pesada atmósfera de la casa que parecía susurrar historias de tiempos pasados. Era la cercanía de Marcus. Él estaba allí, instalándose sin previo aviso, como si todo fuera parte de su plan para supervisarlo todo de manera inmediata. Cuando llegué, ya lo vi en el salón principal, con su laptop abierta sobre una mesa improvisada. No parecía sorprendido de verme.
—Blair —saludó, sin levantarse de su lugar, como si todo esto fuera una rutina normal. Miró hacia arriba con una expresión neutral, pero su tono era firme, como siempre—. Espero que no te cause molestias. Hay cosas que deben estar listas para mañana.
Mi sorpresa fue palpable. No esperaba que ya estuviera instalado aquí, sobre todo porque me había asegurado de que mi mudanza fuera lo más discreta posible. Sin embargo, ahí estaba él, con su presencia que ocupaba todo el espacio.
—¿Ya te mudaste? —pregunté, sin poder evitar la sorpresa en mi voz.
Marcus asintió, y su mirada se desvió hacia los planos que tenía sobre la mesa. Parecía absorto en su trabajo, pero sentí que su postura había cambiado. Algo en su actitud indicaba que, por más que intentara parecer distante, me estaba observando.
—Sí, mi casa está siendo renovada, así que no hay mejor lugar que este. Además, estoy supervisando el proyecto de cerca. Lo sabes. —La forma en que lo dijo no dejaba mucho margen para objeciones.
Respiré hondo, sintiendo cómo mi paciencia se ponía a prueba. Sabía que debía mantener el control. Este proyecto era mi oportunidad, y no iba a dejar que mi relación con él se convirtiera en un obstáculo.
—Claro —respondí, intentando que mi voz sonara tan profesional como pude—. Yo también estaré aquí trabajando en el proyecto. Me aseguraré de que todo siga según lo planeado.
Sin embargo, mi calma se vio desbordada a lo largo de esa primera semana. Marcus no podía evitar meterse en cada detalle. Cada cambio que se hacía en la casa era revisado por él una y otra vez. No importaba cuán pequeñas fueran las modificaciones, él siempre tenía algo que decir. Si un ladrillo no estaba alineado perfectamente, si un color no combinaba de acuerdo con su visión, no dudaba en señalarlo.
—Ese toque de rojo en la pared no va. No se ajusta a la estética que quiero —comentó, señalando una de las paredes recién pintadas, con el ceño fruncido.
—Es solo un detalle, Marcus —respondí, sintiendo que mi paciencia comenzaba a agotarse—. El color no tiene por qué ser un problema ahora.
—No lo es, pero quiero que todo encaje de manera precisa. Cada rincón cuenta. La perfección es lo que marca la diferencia.
El tono de su voz, aunque calmado, me hizo sentir como si no estuviera cumpliendo con sus expectativas. Me mordí el labio inferior y, aunque intenté mantener la compostura, la tensión entre nosotros aumentaba. Estábamos en la misma casa, pero en mundos diferentes.
***
Las horas se alargaban. Cada día, al regresar a la casa por la tarde, sentía que el aire se volvía más denso. Marcus seguía en su afán de controlar todo, mientras yo trataba de seguir adelante con el proyecto sin dejar que sus exigencias me derribaran. La incomodidad de tenerlo cerca todo el tiempo me estaba comenzando a afectar, pero no podía permitir que eso me impidiera avanzar.
Esa noche, después de una larga jornada, decidí escapar un poco de la tensión diaria. Me tumbé en la cama con el teléfono en mano, navegando en la app de citas. Ya había dejado de buscar algo serio, pero mi conversación con "Invisible" me mantenía intrigada. Era un escape, algo que me permitía pensar en otra cosa, en alguien que no me presionaba todo el tiempo.
Recibí un mensaje suyo:
**"Hoy estuvo bien el día. ¿Cómo va todo por ahí? ¿Te sientes cómoda en la nueva casa?"**
Miré la pantalla, dudando. Nunca le había contado demasiado sobre mí, pero algo en sus palabras me hizo sentir que podía ser más honesta con él.
**"No mucho. Mi jefe está obsesionado con que todo sea perfecto, y es agotador. Estoy empezando a sentir que esto me está superando."**
La respuesta llegó rápida:
**"Los proyectos son difíciles, pero a veces los desafíos nos enseñan más de lo que creemos. ¿Por qué no intentas relajarte un poco? No todo tiene que ser perfecto."**
Me reí ante la simpleza de la respuesta. A veces deseaba que alguien pudiera simplemente darme permiso para soltar un poco la presión, para relajarme sin sentir que todo se desmoronaría.
**"Ojalá fuera tan fácil. Pero aquí todo está bajo control… aunque mi jefe no lo crea."**
En ese instante, sonó un golpe en la puerta. Me tensé. No quería que Marcus entrara mientras estaba tan absorta en la conversación con alguien que no conocía, pero antes de que pudiera esconder el teléfono, escuché su voz.
—Blair, ¿puedes venir a revisar algo en el salón? —dijo, con ese tono que siempre tenía cuando deseaba que todo estuviera bajo su control. No podía evitar que me incomodara.
Me levanté rápidamente, guardando el teléfono en el bolsillo. Caminé hacia el salón, donde lo vi esperando con una mirada que, aunque aparentemente profesional, me resultaba inquietante. Como si esperara algo más de mí, como si quisiera que nuestras interacciones fueran más allá de lo estrictamente necesario.
—¿Qué sucede? —pregunté, tratando de mantener la calma.
—Quiero revisar los planos una vez más. He estado pensando en un par de detalles que podríamos cambiar —dijo, sin siquiera mirarme a los ojos. Su atención estaba fija en los papeles extendidos sobre la mesa.
Sentí la frustración recorriéndome, pero traté de no demostrarlo. Sabía que si no mantenía la compostura, perdería la oportunidad de seguir adelante con el proyecto. Sin embargo, no pude evitar la sensación de que cada vez que nos cruzábamos, algo cambiaba. Algo que no lograba comprender, algo que me hacía cuestionarme si la distancia profesional que ambos habíamos mantenido hasta ahora era solo una fachada.