El secreto del jefe

10.La cena inesperada

La tarde transcurrió con una tranquilidad inquietante. En algún lugar de mi mente, sabía que algo había cambiado entre nosotros, pero no entendía bien qué. Marcus había estado distante, más que de costumbre, y yo, por mi parte, me había refugiado en la tranquilidad que me brindaban mis mensajes con "Invisible". Aquella conversación había alcanzado un nivel de complicidad que me desconcertaba. Y de alguna manera, se convirtió en mi único escape.

Mientras estaba sentada en el sofá revisando los últimos detalles de los planos, escuché el pitido del teléfono. Un mensaje nuevo. Inmediatamente, mi corazón dio un salto. Era "Invisible". Sabía que me estaba esperando, que había algo reconfortante en sus palabras. Sin embargo, cuando vi que Marcus estaba de pie en la puerta del salón, observándome en silencio, sentí una punzada de incomodidad.

Lo miré rápidamente, pero al mismo tiempo, me aseguré de esconder la pantalla del teléfono.

—¿Tienes algo que decirme, Marcus? —mi voz salió un tanto más fría de lo que pretendía, pero no me importaba.

Él se acercó lentamente, su paso firme, como siempre, pero había algo en su postura que me descolocó. No parecía tan seguro de sí mismo en ese momento.

—Solo... —dudó un segundo, y me di cuenta de que estaba buscando las palabras correctas—. Solo quería saber si esta noche te gustaría salir a cenar. Necesitamos hablar sobre el proyecto, ¿no?

Me quedé allí, observándolo, sin saber qué pensar. ¿En serio me estaba invitando a cenar? No se trataba de una cena de trabajo, lo sabía. Había algo más en sus ojos, algo que no podía ignorar, pero al mismo tiempo, esa invitación me desconcertaba. ¿Por qué ahora? ¿Qué esperaba obtener de esa cena?

—¿Para hablar del proyecto? —repetí, mi tono teñido de incredulidad.

Marcus asintió lentamente, pero noté cómo su mirada se desvió hacia mi teléfono, que todavía tenía en mis manos, aunque ahora lo había guardado en el bolsillo de mi chaqueta.

—Sí. Claro. —Su voz se volvió más baja, como si estuviera esforzándose por no mostrar algo. ¿Celos? No podía estar segura, pero no era difícil adivinar lo que estaba sucediendo en su mente.

Miré hacia el suelo, pensando en lo que estaba a punto de decir. ¿Por qué no? Pensé. Una cena podría ser una oportunidad para aclarar las cosas, para que no quedara espacio para más malentendidos. Sin embargo, al mismo tiempo, la idea de pasar una noche más con él, rodeada de tanta tensión, me ponía nerviosa. No estaba segura de poder manejarlo.

—Está bien —respondí finalmente, sin mucho entusiasmo—. A las 8 está bien.

El silencio se instaló entre nosotros como una capa espesa que no sabíamos cómo atravesar. Marcus asintió con firmeza y luego se dio la vuelta, dejándome sola con mis pensamientos. A medida que se alejaba, pude ver la frustración en su postura, algo que rara vez dejaba escapar.

A las 8 en punto, me vestí de manera informal, sin querer dar señales de estar demasiado preocupada por lo que podría suceder. Elegí una blusa sencilla y un par de jeans. Aunque no quería admitirlo, me sentía tensa. La comida podría ser una trampa emocional, o eso pensaba en ese instante.

Al llegar al comedor, vi que Marcus ya estaba sentado, esperando. La mesa estaba decorada con sencillez: un par de velas, una copa de vino ya servida, y un plato de pasta en el centro. Parecía que había hecho un esfuerzo por hacer que todo pareciera cómodo, pero la tensión era palpable.

—¿Nos sentamos? —preguntó, con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar su nerviosismo.

Me acerqué lentamente a la mesa, tomando asiento frente a él. Los dos nos quedamos en silencio por un largo momento.

Finalmente, fue él quien rompió el hielo, aunque su voz sonaba algo tensa.

—¿Cómo te va con el proyecto? —preguntó, sin mirar directamente. Estaba jugando a ser casual, pero no podía ocultar el hecho de que se sentía incómodo. Tal vez estaba esperando una respuesta tranquila y profesional, pero algo en su tono denotaba algo más.

—Todo bien. —Era lo único que podía decir. La verdad, no sabía cómo hablar de la remodelación sin que la conversación terminara en otro de nuestros típicos desacuerdos. Ya me conocía bien. Marcus tenía esa capacidad de ser exigente, de no dejar espacio a opiniones contrarias. Y eso, sin duda, creaba tensión.

Los minutos pasaron lentamente, y a medida que avanzaba la cena, la conversación fue tornándose cada vez más incómoda. Intentábamos hablar de la obra, pero no pasaba mucho tiempo antes de que el silencio volviera a invadirnos. Yo intentaba centrar mi mente en cualquier otra cosa, en las palabras de "Invisible", en lo que había escrito hace poco, en las formas en las que él entendía mis pensamientos sin necesidad de explicaciones. Todo eso me alejaba de la realidad que vivía con Marcus.

De repente, Marcus me observó con una intensidad nueva, algo diferente. Había dejado de hablar del proyecto por completo. Ahora, sus ojos estaban fijos en mí, como si esperara que dijera algo. Algo más. Algo que no estaba dispuesta a admitir.

—¿Te molesta que esté tan cerca de ti todo el tiempo? —su pregunta me sorprendió. Era directa, franca, pero también estaba cargada de algo más. Lo sabía. Había algo detrás de esas palabras, algo que me hizo detenerme y pensar en mi respuesta.

—No. —Mi voz salió un poco más firme de lo que pensaba—. No me molesta.

Pero, mientras respondía, sentí que algo dentro de mí se quebraba. Porque no estaba siendo completamente honesta. Me molestaba, me afectaba, me desconcertaba. Y no sabía cómo manejarlo.

A medida que la cena avanzaba, la conversación fue más pesada. Los silencios entre nosotros crecían como una barrera que no podíamos cruzar. Los dos sabíamos lo que estaba pasando, aunque ninguno lo dijera en voz alta. Lo que estaba ocurriendo entre Marcus y yo ya no era solo profesional, ya no se trataba solo de trabajo.

Y, en medio de esa tensión, el teléfono vibró nuevamente en mi bolsillo. Mi pulso se aceleró de inmediato. Sabía lo que significaba. "Invisible".




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