El secreto del jefe

11. Tension no dicha

La cena terminó, aunque, para ser honesta, no sentí que hubiéramos comido realmente. Más bien, habíamos estado intentando sortear una cuerda floja llena de palabras no pronunciadas, de miradas que decían más de lo que el silencio de la mesa estaba dispuesto a revelar. La velada fue un campo de batalla en el que ninguna de las partes quería ceder, pero las emociones seguían surgiendo a través de pequeñas fisuras en nuestra fachada de profesionalismo.

Terminé mi copa de vino más rápido de lo que pretendía, casi como si pudiera usar el alcohol como una excusa para seguir evadiendo lo que no quería enfrentar: la creciente atracción que sentía hacia Marcus, una que, por alguna razón, no podía dejar de ignorar.

—¿Vas a dejarme solo con tus pensamientos, Blair? —me preguntó Marcus de repente, rompiendo el frágil equilibrio que habíamos mantenido hasta ese momento. Sus ojos fijos en mí mostraban algo de inquietud, y su tono sonaba más personal de lo habitual.

Me mordí el labio. No podía contestar de manera directa, no cuando una parte de mí temía que mis palabras pudieran delatar lo que estaba sucediendo entre nosotros. En lugar de responder, miré hacia mi teléfono, que estaba a un costado en la mesa. "Invisible" me había escrito nuevamente, y aunque lo había prometido, no pude evitar la tentación de echarle un vistazo.

—¿Te molesta que mire el teléfono? —pregunté en voz baja, aún sin atreverme a mirarlo. Sabía que Marcus estaba observando cada uno de mis movimientos, y la pregunta no era tanto sobre el teléfono en sí, sino sobre lo que él podría pensar.

—No —contestó él, pero me di cuenta de que sus manos apretaban los bordes de su copa con más fuerza de la necesaria—. Solo me intriga saber a quién estás escribiendo tanto.

La frase me cayó como un balde de agua fría. Aunque su tono era tranquilo, había algo en sus ojos que no lograba ocultarse: celos, tal vez, o la curiosidad desbordada por algo que él no entendía, pero sí percibía.

Guardé el teléfono rápidamente y lo dejé a un lado, sin querer seguir alimentando esa conversación, aunque la pregunta ya había quedado flotando en el aire, pesada e inconfesa.

—Es… solo alguien con quien hablo —respondí, lo más vaga que pude, intentando mantener la calma.

Pero no me había dado cuenta de lo que estaba dejando escapar: "alguien con quien hablo". No mencioné el anonimato de la app, ni el hecho de que ese alguien estaba empezando a ser mucho más que una simple distracción. Sentí como si todo mi cuerpo quisiera confesarlo, pero las palabras se quedaban atoradas en mi garganta, como si mi mente estuviera luchando contra lo que mi corazón ya sabía.

Marcus no parecía satisfecho con mi respuesta. Hizo una pausa antes de decir algo más, como si estuviera calibrando sus palabras.

—¿Es importante para ti esa persona? —preguntó, la voz algo más grave de lo que esperaba, pero esta vez sin el intento de disimular su propia vulnerabilidad. Me sorprendió su sinceridad, la manera en que estaba intentando alcanzar algo que, quizás, ni él mismo sabía cómo gestionar.

Me sentí atrapada en su pregunta, y, aunque no me gustaba la idea de compararlo con "Invisible", algo dentro de mí no pudo evitar la reflexión. A pesar de que me sentía más cómoda con la persona que estaba detrás de esa pantalla, el simple hecho de que Marcus estuviera sentado frente a mí, con esa expresión seria y directa, me hacía preguntarme si estaba pasando por alto algo mucho más importante.

Me tomé un momento antes de contestar. No estaba lista para admitir lo que sentía, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí luchaba por ser honesta.

—Es complicado —fue todo lo que pude decir, una respuesta que dejaba más dudas que certezas.

Marcus asintió lentamente, como si intentara procesar lo que le acababa de decir. Su mirada ya no estaba llena de frustración, pero había algo más en ella, algo que no podía definir.

—Te entiendo —respondió, pero la tensión seguía palpable entre nosotros. Estábamos jugando un juego peligroso, y ambos lo sabíamos. En ese momento, no había más palabras que pudiéramos intercambiar, solo silencios cargados de significados no revelados.

La noche avanzó lentamente. El vino se terminó y el ambiente se volvió menos denso, pero no menos incómodo. Yo me encontraba en un estado extraño de confusión. No podía dejar de pensar en las palabras de "Invisible", pero tampoco podía ignorar el hecho de que la presencia de Marcus empezaba a alterar algo dentro de mí. Él seguía ahí, en la misma habitación, tan cerca, tan físico, tan real. Y me preguntaba si quizás esa cercanía, esa tensión que crecía entre nosotros, era algo que ya no podría ignorar mucho tiempo más.

Al final, decidimos dar por concluida la cena sin resolver nada, como siempre. Marcus me acompañó hasta la puerta, como era habitual en él, con la misma actitud profesional y algo distante.

—Buenas noches, Blair —dijo, con una sonrisa más bien forzada, casi como si intentara mantener las distancias otra vez.

Pero algo en su voz, en la forma en que me miró, hizo que mi corazón acelerara. Estaba dejando claro, de alguna manera, que la conversación no había terminado, que las cosas entre nosotros no estaban completas. Y aunque no me atrevía a admitirlo, me di cuenta de que ahora, cada vez que lo veía, pensaba en él más de lo que estaba dispuesta a reconocer.

—Buenas noches —respondí, saliendo de la habitación, pero no pude evitar volver a mirar atrás.

En el pasillo, ya sola, sentí que algo dentro de mí comenzaba a cambiar. Me había entregado demasiado a las palabras de "Invisible", y, sin darme cuenta, mi mente volvía a centrarse en lo que había sucedido esa noche. Marcus, con su manera de ser tan controladora, tan apasionada en su propio modo, había hecho que todo se volviera aún más complicado.

Y yo, en el fondo, ya sabía que estaba empezando a pensar en él más de lo que debería.




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