El secreto del proyecto

Feliz cumpleaños

3 de Mayo

blood tower.

ALANA:

El sol me pega en la cara y empieza a calentarme. Agarro la cobija y la estiro para taparme la cara.

—Cariño, despierta ya —Dice mi padre.

Ahora tiene sentido que el sol entre a mi cuarto tan temprano.

Balbuceo unas palabras sin sentido antes de que mi padre me quite la cobija y el sol vuelva a calentarme la cara. Cierro los ojos con fuerza un segundo y después me siento en la cama. Mi padre ya está vestido con su traje, listo para irse a su trabajo.

—¿No puedo dormir cinco minutos más? —bostezo

—Podrías pero ya es tarde —Señala el reloj. 5:30 a.m. — Además, ya me voy, quería felicitarte antes de irme.

La decepción me invade rápidamente, tenía la esperanza de que mi padre se quedara el día de hoy en casa, después de todo, era mi cumpleaños. Aunque esa esperanza era absurda, desde hace quince años que mi padre no se queda conmigo en mis cumpleaños. Siempre decía que era por su trabajo.

—Gracias —Le digo y me levanto de la cama para recibir su abrazo. — ¿A qué horas vas a regresar?

—Tengo un caso muy importante y me quedaré en las oficinas hasta muy tarde, no me esperes.

Asiento. Desde que mi padre consiguió su trabajo como abogado en una gran empresa se la pasa en las oficinas. No puedo quejarme, tengo una enorme casa y una gran educación.

Abro la boca para decir algo pero el tono de su teléfono me interrumpe. El ni siquiera lo piensa y contesta el teléfono, dejándome en segundo plano.

Busco el uniforme en mi armario y me dirijo a la ducha.

—Alana —me llama mi padre. Me giro en mi lugar. — Surgió una emergencia, no llegaré a casa hoy.

—Entendido. —Me giro y me meto a la ducha.

No me sorprende, nunca está en casa y el día de mi cumpleaños no es la excepción.

Abro la llave y el agua empieza a correr, me miro en el espejo. Es sorprendente que sea tan diferente a mi padre. Lo único que sé de mi madre es que era Latinoamericana y que saqué su pelo oscuro y ojos grises. De mi padre heredé la piel blanca y pálida pero no más.

—Tu regalo está en el comedor —Escucho la voz de mi padre antes de que la puerta de mi habitación se cierre.

[...]

Efectivamente se me hizo muy tarde y hago malabares mientras me pongo los zapatos y bajo las escaleras para buscar mi desayuno en la cocina.

—Ten cuidado Alana — Me dice Natalia con su característico acento Brazileño.

—Hago lo que puedo, ya es tarde. —Me siento en el comedor y me abrocho las cintas de las botas.

Natalia se me acerca y me extiende una caja envuelta en papel de regalo.

—Feliz cumpleaños mi niña —Me dice con ternura.

Natalia es lo más cercano que tengo a una madre y a una familia.

—Gracias Natalia —la abrazo

—quizás no es el mejor regalo ni el más caro pero lo he hecho pensando en ti.

—Muchas gracias. —Agarro las llaves de mi auto, mi mochila y el regalo de Natalia.

— Falta tu desayuno —Me grita desde la cocina. — Y el regalo de tu padre.

—No voy a desayunar hoy. Déjame adivinar, el regalo es otro celular último modelo.

El silencio de Natalia me da a entender que si y cierro la puerta, meto todas las cosas en los asientos traseros y me meto en el auto. Agradezco que mi padre me de todo y sobre todo de última generación pero no lo necesito. Tengo demasiado. Lo agradezco pero ya le dije muchas veces a mi padre que no lo quiero.

Activo el modo automático y el carro arranca en dirección a la escuela. Aprovecho para retocarme el poco maquillaje que llevo.

[...]

Aproveché que mi padre no llegará a casa hoy para hacer una reunión con mis amigos. Estamos sentados viendo un K-drama, de los que me gustan.

—Alana, no es por ofenderte pero ya me aburrí — Me dice Agnessa

—Son muy predecibles —Le da la razón Milán

—Dejenla, es su cumpleaños y ella elige —Me apoya Yana

—No, no quiero obligarlos a verlo si no quieren. ¿Qué tienen en mente?

—Pues podríamos celebrar tu cumpleaños fuera de casa

—Podemos ir a mi casa y sacar mi vieja camioneta, irnos a algún lugar y tomar. —Propone Milán.

—¿Tu piensas más allá del alcohol? —Le interroga Yana.

—Me parece una buena idea, esperen.

Subo rápidamente a mi habitación y me pongo la ropa adecuada para los 10° que hay en el exterior.

Salimos de casa y nos dirigimos a la de Milán. No está muy lejos, después de todo, vivimos en un pueblo bastante chico. Entramos con cuidado y nos subimos a su antigua camioneta UAZ PickUp 4x4; color roja. Nos dirigimos a una tienda y compramos alcohol.

—¿Ya decidieron a dónde vamos a ir? —pregunta Milán después de dar vueltas por el pueblo durante más de un cuarto de hora.

Las opciones son:
Salir del pueblo y parar en el bosque para hacer una fogata.
Salir del pueblo a explorar un laboratorio abandonado.
Regresar a casa y seguir viendo K-dramas

Creo que sabemos cuál escogí yo.

—Yo voto por ir al laboratorio —Dice Yana.

—Claro está que ir al bosque a esta hora, sin protección por si nos encontramos animales no es buena idea, así que yo también voto por el laboratorio —digo mientras miro en mi mochila el regalo sin abrir de Natalia.

Me lo he pensado mucho porque sé que será algo que me guste mucho, algo que quiero y eso inevitablemente me recordará a qué mi padre no me conoce a tal grado. Ni la mitad de lo que ella sí.

—Entonces al laboratorio — Agnessa está sumergida en su teléfono.

No tardamos mucho en llegar, ni en bajar el alcohol. Caminamos hacia la reja de seguridad aunque ya está rota —suelen venir muchos chicos del pueblo a enrollarse o a beber; como nosotros— La cruzamos y caminamos al laboratorio.

Nunca había venido y estoy segura que Agnessa y Yana tampoco.

—Bien, novatas —Milán nos habla a las tres — Siganme, yo conozco más el lugar que ustedes tres.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.