El secreto entre nosotros

Sigue esforzándote... ¡pero sin morir!

Después de todo lo que ocurrió con Paula, tomé la decisión de no dejar que eso me afectara. Seguiré adelante con mis estudios y me enfocaré en lo que es más importante para mí: mantener un perfil bajo. Aunque las cosas no van siempre como yo quiero.

—¡Una empanada! —me pide una chica con su mano arriba—. Señor Román, una bebida de naranja.

—¡Enseguida, mi amor! —responde Román con una sonrisa.

—¡Mi desayuno! —grita otra chica. Presionándome para que le atienda.

—S-Sí, ya voy... esto es muy difícil.

Al inicio de una nueva semana, como había acordado con el señor Román, empecé a ayudarlo en su puesto de desayunos para poder ganarme el mío. A pesar de que dijo que en las mañanas era lento, los estudiantes no dejan de acercarse a comprar y no me dan tiempo ni para tomar un respiro. Como soy nuevo en esto de ventas, soy muy torpe con las manos y todo se me cae.

—A-Aquí tiene —extiendo mi mano para entregar el paquete con la empanada dentro.

—Por fin.

La chica agarra la bolsa y pone el dinero en mi mano.

Ahh —suspiro—. En qué me metí ahora... al menos ella era la última.

—Qué pasa, hijo —pregunta Román dándome una palmada en la espalda—. Ya esos eran los últimos. Puedes tomar un aire

—S-Si, de acuerdo —doy unos pasos hacia atrás y me siento en una banca.

Al ver que la mañana cada vez es más clara, ya va siendo hora de que entre al patio de la escuela. Mis manos tiemblan un poco por todo lo que pasó hace un momento. No estoy acostumbrado a estar rodeado de tantas personas, en especial por chicas.

—Oh, ahí viene un cliente —dice Román y se levanta de la banca.

¿Otra vez?

Me pongo de pie y me acerco al puesto para atender al cliente.

—B-Buen día... ¿Qué quiere que le sirva?

—Quiero dos empanadas de queso y una bebida de naranja.

—A la orden.

Inclino mi cabeza para buscar entre las empanadas las de queso que ordenó. En ese momento me doy cuenta de que este chico me parece conocido.

Espera, ¿este chico no es...?

—¡Johan! —escucho la voz de una chica—. ¡No quiero nada para comer! Sólo algo para beber.

Giro mi cabeza en dirección a la voz y cuando veo a la chica, el corazón se me sube a la garganta. Vuelvo la mirada rápidamente a mis manos que empiezan a temblar otra vez y siento que empiezo a sudar frio.

—¿Sólo para beber? —le pregunta él a ella—. Tienes que comer algo.

—No quiero.

—Bueno, entonces sólo uno para mí y dos bebidas.

Asiento en silencio con la mirada hacia abajo.

¡No puede ser! ¿Qué hace ella aquí? Quiero decir, es un lugar público, pero porque tenia que venir hoy justamente.

Empaco la empanada del chico y se lo acerco sin levantar la mirada para no ver a esa chica.

—¿Hm? —ella voltea a verme. Al sentir su mirada, se me pone la piel de gallina.

Yo aparto la mirada y cierro la tapa de la hielera donde están las empanadas.

¿P-Por qué me está mirando? ¿Tengo algo en la cara?

—Pensándolo bien, me gustaría una empanada de queso —lo dice con una mirada risueña—, por favor.

—S-Si... e-enseguida.

Vuelvo a empacar otra empanada con mis manos temblando por los nervios de tener una belleza como ella frente a mí.

¡Es muy linda! ¡Demasiado linda! Mi corazón se detendrá si se acerca más.

—¿Ayudante nuevo, Román? —pregunta mirándolo.

—Si. No lo hace nada mal —dice y pone su mano en mi hombro.

—A-Aquí... aquí ti-tiene —le ofrezco el paquete con la empanada mientras miro hacia otro lado.

—Gracias —dice el chico, quien lo recibe de forma grotesca—. Vámonos.

Él toma la mano de la chica y se van caminando. Cuando ellos se alejan, yo miro al frente, doy pasos atrás para sentarme otra vez y entonces suelto un gran suspiro.

—Si que es linda, ¿no? —comenta Román levantando sus cejas—. Hasta te pusiste todo rojo... se nota que eres un niño.

—S-Si, lo sé, es demasiado linda. No estoy acostumbrado a interactuar con chicas así... está fuera de mi alcance... por muchos años.

—Oh, vamos. Deja el pesimismo que me deprimes. Ya es hora de que te vayas, ¿no? Puedes tomar lo que te plazca. Te lo ganaste.

—Ah, sí, gracias.

Para finalizar, guardo varias empanadas de queso mientras Román me sirve la bebida de naranja para beber en un vaso desechable. Cuando tengo mi desayuno, levanto mi mochila y camino hacia el patio de la escuela. Ya dentro, busco una banca para sentarme y cuando encuentro un lugar, me siento para empezar a comer. Pero justo cuando voy a dar la primera mordida, suena la campana y todos se acercan a la entrada y forman la fila para entrar.

No puede ser. ¿Justo ahora? Ni siquiera he empezado.

Al ser muchos estudiantes, la fila llegó a extenderse bastante, lo que me permitió terminar de comer. Cuando terminé mi desayuno, la fila casi había desaparecido, pero seguían entrando. Me levanto de donde estaba sentado y entro para ir a mi clase. Cuando llego, la mayoría ya estaba presente y simplemente me siento en mi lugar.

—Allen —Will se acerca a mí por detrás—. Por fin llegas, amigo.

—A-Ah, sí. ¿Qué tal?

—¿Qué te sucede? Te veo un poco distraído.

—No es nada.

—Está bien. Entonces...

—No te daré mi tarea —digo con un tono firme.

—Oh, vamos...

—No. Te malacostumbrarás a que siempre te den las cosas. Hazlas por ti mismo.

—Uh, eso dolió. Pero tienes razón, supongo. Por eso me agrada tenerte como amigo —dice mientras sacude mi cabello—. Eres honesto y dices las cosas cuando tienes que decirlas...

—S-Si, eso creo —replico acomodando mi cabello—. De acuerdo, en esta ocasión te las daré —saco mi cuaderno con apuntes—. Pero será la última.

—Gracias, my brother —dice y aprieta su brazo en mi cuello.



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En el texto hay: comedia, escolar, drama

Editado: 01.11.2022

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