El sello de la bruja

Capítulo 2

Capítulo 2

Freya.

—¿Freya? —pregunté, mi voz temblorosa, mientras mis ojos se fijaban en las letras que aparecían ante mí, formadas por las cenizas que caían al suelo como gusanos perezosos, hundiéndose lentamente en el diario. Las palabras parecían cobrar vida, revelando verdades ocultas.

De repente, un susurro suave resonó en mi oído, paralizándome y formando un nudo en mi estómago: "No te obligaré a escapar si no lo deseas. Te esperaré al otro lado, al final del arcoíris. Cumpliré mi palabra, hermana", decía el mensaje, desvaneciéndose lentamente mientras las palabras se hundían de nuevo en las páginas.

Al final del arcoíris... ¿Qué es eso?, pensé, sintiendo una mezcla de confusión y curiosidad.

Acercando una mano temblorosa al diario, sentí cómo mi respiración se volvía pesada. Al tocarlo, suspiré profundamente, y mis dedos se deslizaron suavemente sobre las hojas. Había un brillo inusual que seguía el camino de mis yemas, como si el diario respondiera a mi toque.

—Freya, me llamaste hermana. ¿Cómo es posible? No recuerdo tener hermanos. ¿Por qué nunca nos conocimos? —pregunté en un susurro, esperando que las palabras del diario me dieran respuestas.

Las letras se formaron lentamente en las cenizas, como si Freya las dijera en ese mismo instante.

Astrid, nuestras vidas fueron separadas antes de que pudieras entenderlo. Los secretos de nuestros padres y las decisiones del destino nos llevaron por caminos diferentes. Eras solo una bebé cuando te alejaron de mi lado. Yo tenía tu edad cuando sucedió, respondió Freya.

Sentí un suave suspiro en mi espalda, como si estuviera ahí conmigo.

—¿Qué decisiones? ¿Por qué nunca me hablaron de ti? —insistí, sintiendo una mezcla de emoción y tristeza al descubrir esta verdad.

Nuestros padres creían que era lo mejor para ti. Hay fuerzas más grandes en juego, y tu seguridad siempre ha sido su prioridad. Ahora debes decidir si quieres descubrir la verdad y reunirte conmigo, respondió Freya, y sentí un escalofrío recorrerme con esas últimas palabras.

Quiero saberlo todo, pensé, cansada de vivir en la oscuridad. Apreté los labios con fuerza mientras me llevaba las manos a la espalda, inquieta. El miedo de descubrir la verdad que me había sido ocultada me envolvía, pero algo dentro de mí me empujaba a seguir adelante.

Llevé mis manos a mi vientre, intentando calmar el nerviosismo que me consumía. Estaba asustada, pero la necesidad de saber era más fuerte.

—Lo haré. Quiero saberlo todo, pero primero necesito conocer mi mundo. Quiero explorar este pueblo por mí misma, —dije con determinación, sorprendida de la firmeza en mi propia voz.

Comprendo tu decisión, hermana. Aun así, permaneceré a tu lado, respondió Freya. Las letras comenzaron a borrarse con el viento, reapareciendo con símbolos extraños, similares a los que una vez había visto en un periódico local.

Mis ojos se abrieron de par en par, y retiré los dedos del diario cuando las letras reaparecieron en las páginas. Me quedé paralizada por un momento, pero una sola palabra me detuvo, disipando mi miedo y encendiendo un anhelo profundo en mi interior: Vigilante.

Ese anhelo estaba en mí cada mañana, cuando los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana. Quería escuchar sus voces susurrantes, sentir el roce de sus túnicas al pasar, y descubrir qué había más allá de los pueblos que mi padre había descrito en sus historias.

No podía ignorarlo, no cuando se trataba de ellos: los enigmáticos y temidos Vigilantes. Así que me acerqué de nuevo, cuidando de no tocar los bordes de las hojas donde la luz plateada de la luna iluminaba las palabras.

Sé que tienes curiosidad por ellos, al igual que yo. Pero debo advertirte, son mucho más aterradores de lo que podrías imaginar. Los Vigilantes nunca caminan en grupo, excepto durante la revisión mensual. Siempre ocultan sus rostros bajo máscaras y visten túnicas blancas con capuchas. Supongo que nunca los has visto de cerca, su presencia es inquietante y su aura, gélida. Aléjate de ellos tanto como puedas. Tienen algo llamado "rangos", un sistema jerárquico desconcertante. No son confiables, Astrid. Mi deber es protegerte de ellos, del mundo. No permitas que su oscuridad te alcance, leí en las páginas.

Me senté frente al diario, acomodando las piernas bajo mis muslos, intrigada. Nunca había recibido información de los Vigilantes de otra persona. Aunque había observado algunas cosas por mí misma.

—Hace un tiempo los vi, Freya, —murmuré, como si le confiara un secreto a una amiga íntima—. Vestían de blanco y plateado. No entiendo esos rangos, pero...

Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta al recordar la tensión que había sentido. La presencia de aquellos desconocidos había sido sofocante, y aún podía sentir cómo me miraban, cómo se comportaban con una frialdad que me perturbaba profundamente. Intenté sacudir el recuerdo, pero no pude evitar pensar en mi madre y cómo nuestra relación había cambiado desde aquel incidente.

Mientras acariciaba el borde del diario, un grito desgarrador resonó en el aire, y retrocedí, con el corazón latiendo frenéticamente. Me acurruqué contra la pared, sintiendo el frío penetrar en mi espalda. Las cenizas flotaban en el aire, como presagios de algo oscuro que estaba por venir.

¿Qué sucede, Astrid?, preguntó Freya desde las páginas, con las letras y los símbolos danzando ante mis ojos. No puedo verte en la oscuridad.

Me pasé las manos por el rostro, abrumada por los gritos que resonaban fuera. Eran gritos de angustia, de desesperación, contenidos solo por el cristal de mi ventana. Aunque estaba a salvo dentro de mi habitación, una parte de mí deseaba estar fuera, ser parte de ese mundo que siempre me había estado negado.

De repente, un grito más fuerte me sacudió: ¡Suéltenlo!, resonó desde algún lugar fuera de mi vista. Mi corazón se aceleró y mis piernas se movieron por instinto. Bajo la cama, saqué una tela negra que había escondido allí la primera pasada. Me la envolví alrededor del cuello y cubrí mis rizos, intentando pasar desapercibida.




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