El Sello: La Rebelión De Los Caídos

Capítulo 2: La Decisión

Una densa nube gris envolvió el ambiente, las cenizas subían al firmamento como si de la ascensión de almas se tratara, un clima de gran tristeza envolvió al pueblo de Chuugi, familias aun recogían los escasos bienes que pudieron salvar de sus hogares, casas, edificios, autos hasta la vegetación estaban destruidos por el impacto del ataque de las fuerzas de Neipoy,

Llegó el día siguiente... Al fin pudieron apagar las llamas del pueblo, se hizo notorio que era más fácil construir un nuevo pueblo que reconstruir el destruido, los soldados ayudaban a sus familiares y amigos acomodando todo en los vehículos; se escuchaban a madres, hijos y familiares llorando desconsoladamente a sus muertos, era una escena terrible de mirar y más terrible aun para aquellos que la vivieron. Los soldados hablaban entre ellos desentendidos de por qué tanta destrucción ya que eso no era normal cuando ocurrían los enfrentamientos, no podían entender tanta crueldad, algunos soldados comentaron que los invasores parecían estar en trance como si fueran robots, sin voluntad o impulso alguno.

En una de las casas del pueblo que aún estaba en pie, Markethe se encontraba sentado junto a la ventana mientras esperaba que su hermano se levantara de la cama, con fe de que fuera el mismo de siempre, de lo contrario la orden dada por Kandros era clara, no podía dejar que perdiera el control de nuevo y asesinara a los supervivientes; no se podía arriesgar al pueblo una segunda vez. Ansiado y con la mente envuelta en varios pensamientos sobre lo que quería, lo que debía hacer y sobre cómo debía actuar, comenzó a recordar cuando él y su hermano llegaban a pelear únicamente a manera de juego, donde disfrutaban la inocencia de la vida y de cómo esas peleas de hermanos los unieron más, haciéndolos inseparables y fuertes el uno con el otro; fue una época alegre, pero esa alegría se fue desvaneciendo poco a poco, ya que el mundo que hasta entonces habían visto fue corrompiéndose y ha ido cayendo al vacío.

Envuelto en sus memorias, pero consciente de su exterior, Markethe escuchó un gemido, volteó su cara y pudo ver como Ron empezaba a moverse; acercándose a la cama notó que su hermano comenzaba a gemir en señal de que estaba despertando. Con una mano tomó el hombro de su hermano, mientras que con la otra desenfundaba la daga que daría el golpe de gracia de ser necesario; las lágrimas se acumulaban en sus ojos de color mostaza esperando que su hermano volviera a ser el mismo, solo podría repetirse a sí mismo en su mente ''no me dejes, no te atrevas a dejarme. Levántate como el mismo de siempre, no como lo que el mundo cree que eres''.

Ron abrió los ojos lentamente, y a pesar de estar todavía dormido y confundido gritó ahogadamente — ¡papá! — alargando la última silaba — ¿Dónde está papá? — Decía Ron con voz agobiada y respiración rápida.

— Calma Ron, hermano estoy contigo, soy Markethe, tranquilo estoy contigo. — Decía Markethe tratando de tranquilizar a Ron, conociendo todo el dolor y rabia que este podía tener.

Ron reconoció de inmediato la voz de su hermano de crianza, pero aún seguía con desesperación al no saber nada de su Padre.

— ¿Markethe, donde está papá? —, dijo Ron

Kandros estaba atento a lo que acontecía desde afuera, al escuchar a Ron entró a la habitación — Hijo cálmate, respira profundo, respira.

— Tío, quisiera haber sido más fuerte para salvarlo, perdón por haberme desmayado. — Dijo Ron mirando a Kandros, cerró los ojos nuevamente y empezó a respirar; luego volvió a abrirlos:

— Pero si... — replicó Markethe.

— No le digas nada, no ahora — Dijo Kandros mientras trataba de calmar a Ron.

Ron comenzó a levantarse con cuidado apoyándose en su hermano de crianza.

— Es hora de irnos a la capital, no podemos perder tiempo, ya casi todos los preparativos están listos, solo te esperábamos a ti Ron para que puedas despedirte de tu padre y así llevarlo a su lugar de descanso. — Dijo Kandros con una voz suave, pero con un inmenso dolor al referirse al funeral de su amigo y hermano de vida, de incontables anécdotas de lucha y de alegrías vividas en su juventud.

Salieron de la casa, todo el pueblo se encontraba alrededor de la plaza, en el centro estaba el féretro del líder, de aquel guerrero, del combatiente, múltiples eran los calificativos, pero sin lugar a duda fue sobre todo el amigo incondicional y protector; todo esto solo podía reflejarse con dos palabras... Arthoriuz Tower. Ron empezó a caminar al centro de la plaza escoltado por Markethe y Kandros. A pesar de saber que Arthoriuz era respetado e incluso admirado, no podía salir del asombro al ver como todos mostraban su respeto, el sentía inmenso dolor y cada tanto paraba para respirar profundamente, miraba al cielo buscando alguna respuesta a lo que él estaba viviendo, quizás intentaba encontrar alguna señal que le dijera que todo estaría bien; Markethe y Kandros estaban atentos por no saber si esta tensión podría causar que Ron explotara de nuevo.

Fueron los treinta metros más largos y difíciles de caminar para ellos. Al llegar al féretro, Ron tomó una postura de firme e inclinando la cabeza colocó su rodilla en el suelo y su cabeza baja en señal de respeto; luego todo el pueblo lo siguió en esto y al instante todo el pueblo estaba de rodillas.

Con lágrimas en los ojos y un fuerte deseo de gritar se levantó cerrando la tapa de féretro de su padre; al cerrarlo se volteó — Seguiremos los principios que mi padre nos enseñó, no tomaremos venganza, pero si buscaremos justicia. —

Markethe pudo ver como su hermano dejaba atrás su infancia y su inmadurez; lo malo es que lo hizo de la peor forma posible.

— Es hora de partir, debemos dar el informe en la capital y prepararnos para los próximos días — Dijo Kandros.

La multitud entera subió a los vehículos y partieron con destino a su pueblo de origen, sin mirar atrás.

 




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