Muy temprano, en una mañana silenciosa, caía una suave pero densa lluvia que llenaba las calles. Solo se podía escuchar el dulce caer del agua en el tejado, el choque de las gotas en la grama y las hojas de los hermosos jardines que adornaban el edificio. En un cuarto grande y moderno, lleno de luz con paredes blancas decoradas de forma minimalista, estanterías negras y macetas de cristal con pequeños bambúes, Alice yacía acurrucada en un rincón, sumida en sus pensamientos.
Era imposible para ella dejar de reflexionar sobre la situación. "¿Cómo puede estar haciendo esto? ¿Cómo puede actuar de esa manera y dañar a su propio pueblo? No puedo creer que sea la misma persona que conocí cuando éramos niños. ¿Qué lo hizo cambiar? ¿Cómo puede ser tan malo y dañar a tantas personas de esa manera?" Se cuestionaba a sí misma mientras ideaba un plan para escapar y rescatar a los suyos.
En la mansión Adanahël, un largo pasillo con un suelo de mármol blanco y cuadros de diferentes artistas iluminados por luces tenues conducía a la habitación donde Ëadrail descansaba. Aunque parecía tranquilo en su cama de madera oscura, su sueño estaba lejos de ser apacible.
Un pasado presente en el futuro...
-¡NO! ¡Padre, NO! ¿Qué sucede, papá? No quiero separarme de ti -gritaba el pequeño Ëadrail mientras era sostenido por Njord.
-¡Déjenme! ¿Por qué me llevas? ¿Qué pasa? Mis padres están en el salón. ¿Quiénes son esos soldados que quieren matar a mis padres? -Gritaba desesperadamente Ëadrail-. ¡Bájame! Quiero estar con mis padres, bájame, te dije, Njord, soy el hijo del Gobernador. ¡PAPA! ¡MAMA!
Todo se volvió oscuro y luego volvió la luz. Ëadrail ya no era un niño indefenso; era un adolescente y, de repente...
Un golpe llegó a su abdomen seguido de otro al rostro, haciendo que Ëadrail cayera al suelo empapado y húmedo. Se levantó con esfuerzo y rabia, corriendo hacia su enemigo a gran velocidad. Sin embargo, su enemigo lo tomó del cuello sin esfuerzo y lo lanzó por los aires, conectando una patada en su cuerpo antes de tocar el suelo. Ëadrail quedó agotado, golpeado y derrotado.
-Levántate, Ëadrail, ya no eres un bebé. Ya no eres el niño de papá y mamá. Este sistema del mundo te robó a tus padres -decía Njord con voz fuerte mientras se acercaba al joven.
Con esfuerzo y sangre cayendo de su rostro, Ëadrail se levantó. Pero el mayor dolor era recordar lo que para él era más doloroso: el sistema que sus padres habían defendido les había costado la vida.
Su visión se oscureció de nuevo, y de repente estaba en el gran salón donde sus padres perdieron la vida.
-Noooooo, Papaa... Mamaa -gritaba Ëadrail con angustia, viendo a sus padres caer al suelo sin vida y soldados alrededor de sus cuerpos.
Los ojos de sus padres miraban el rostro de Ëadrail como si quisieran decirle algo a su pequeño niño. Ëadrail se limpió las lágrimas de sus ojos, y cuando los volvió a abrir, estaba en un gran salón lleno de libros, sentado y escuchando a Avâra, quien le enseñaba sobre el arte de la guerra y el gobierno.
-Debes recordar siempre que muchas veces el sacrificio de unos pocos por salvar a muchos es necesario. En ocasiones, hay que hacerle creer al enemigo que la mejor salida es aliarse para enfrentar a un enemigo aún mayor -decía Avâra con voz contundente.
-Pero Avâra, no quiero matar a personas. Aunque odio este sistema y quiero, en algún momento, poder cambiar este mundo, descubrir quiénes mataron a mi padre y ¿por qué? -decía Ëadrail, limpiándose las lágrimas con las manos.
-Sigues sin entender, muchacho. El cambio de un mundo y convertirlo en un mundo ideal jamás se hará sin muerte y sangre derramada. Por eso debes ser fuerte, duro, no confiar en nadie y arrancar tu sensibilidad para poder lograr lo que tanto quieres -intervenía Njord en la conversación, mirando al joven Ëadrail.
Las figuras de esos hombres empezaron a oscurecerse y deformarse, tomando forma de monstruos. Todo se volvió oscuro, y de pronto, las figuras de sus padres aparecieron al frente de él con la figura de los hombres detrás.
-No debes dejar que vuelva a ocurrir, hijo. Tienes que detenerlo, no lo dejes vencer. Tú eres... -decía su padre con una voz de sufrimiento, siendo interrumpido por lo que en algún momento eran sus consejeros, llevándoselos lejos.
-Tú sabes bien lo que debes hacer. Sabes para qué naciste; eres el rey de reyes. Debes cumplir con tu destino -decía una voz como de ultratumba.
De pronto, cuatro figuras en el fondo de esa oscuridad daban paso a la luz. Eran tres hombres y una mujer.
-No es el momento. Sabrás cuándo es el momento, cuando aquel que provocó muerte reciba lo que merece y regrese a donde debe estar -decía una voz proveniente de esas cuatro figuras.
Sin embargo, un ser terrible opacó todo y, tomando a Ëadrail por los brazos, dijo:
-Eres mío y siempre será así. No tienes salida. Cumple tu destino, rey de reyes.
Ëadrail se despertó desesperado, sin entender qué significaban esos sueños. No quería contárselos a Njord, ya que en otra ocasión se los había contado y él le había dicho que eso era debilidad.
¿Qué significan estos sueños? ¿Por qué ahora? ¿Realmente será debilidad? se preguntaba Ëadrail mientras se secaba el sudor e intentaba calmarse a sí mismo.
***
La puerta del cuarto resonó con un suave "noc noc".
-Pase - dijo Ëadrail desde adentro.
-Mi Lord, lo esperan el General Njord y el Consejero Avâra en el salón - informó la Capitana Azacell Parus.
Azacell, la misma capitana que acompañó a Ëadrail a buscar a Alice, desde pequeños y después de la muerte de los padres, se unió a Ëadrail. Mientras crecían, su afecto también creció, y aunque lo mantenían en secreto, solo unos pocos consejeros cercanos conocían de su relación.
Ëadrail y la capitana se dirigieron hacia donde estaban Njord y Avâra.
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Editado: 10.02.2024