El Sello: La Rebelión De Los Caídos

Capítulo 20: Reliquias malditas

El sol se ocultaba en el horizonte, arrojando tonos dorados y anaranjados que se filtraban por la ventana de la oficina de las hermanas Tower. Citliali, de tez bronceada y ojos decididos, se sumergía en el afilado de su katana, mientras su hermana Lys, de cabello castaño claro y reflejos dorados, revisaba meticulosamente las hojas afiladas de sus armas. El ambiente tranquilo se rompió cuando un golpe resonó en la puerta.

 

—Adelante—, dijo Citliali sin levantar la mirada.

 

Un hombre de edad avanzada entró, su rostro reflejaba angustia. Miró a las hermanas con esperanza y dijo: —Necesito su ayuda. Me dijeron que aquí encontraría a los mejores—.

 

Lys dejó su arma a un lado y se acercó, su mirada fija en el visitante. —¿Pero los mejores para qué?—, preguntó con curiosidad.

 

El hombre, algo desconcertado, respondió: —Quisiera tratar eso directamente con quienes me van a ayudar, no con las asistentes—.

 

Citliali se puso de pie con determinación. —Permítame aclarar, señor, no somos asistentes. Somos las personas que pueden ayudarlo. Ella es Lys, mi hermana—, dijo, señalando a su hermana de tez morena. —Y yo soy Citliali. Díganos qué necesita o puede retirarse—.

 

El hombre, impresionado por la firmeza de Citliali, finalmente compartió su inquietud. Habló de extrañas desapariciones en Kinyoku, de un amigo deformado que lo atacó. Las hermanas escucharon con atención, evaluando la situación y decidieron aceptar la tarea de investigar. Establecieron que el hombre cubriría los gastos asociados.

 

Al salir de la oficina, la tarde se desplegaba sobre ellas. Citliali y Lys discutieron la estrategia a seguir. Optaron por adoptar disfraces de turistas para infiltrarse en Kinyoku sin levantar sospechas. El viaje se anunciaba lleno de incertidumbre, pero las hermanas Tower estaban listas para enfrentar cualquier desafío que se presentara.

 

La travesía las llevó a Kinyoku, un lugar marcado por una aparente tranquilidad que ocultaba secretos oscuros. Al llegar, se encontraron con un escenario inesperado: calles silenciosas, miradas cautelosas y un aire cargado de tensión.

 

—Deberíamos dividirnos—, sugirió Lys, observando detenidamente el entorno. —Uno de nosotros podría indagar en la plaza central, mientras el otro busca información en las tabernas—.

 

Citliali asintió, y decidieron que ella exploraría la plaza mientras Lys se aventuraba en las tabernas locales. Ambas se mezclaron con la multitud, sus disfraces las camuflaban entre los lugareños.

 

Citliali llegó a la plaza, donde notó una congregación de personas murmurando entre ellas. Se acercó con cautela, intentando no levantar sospechas.

 

—Dicen que la teniente Acter está haciendo justicia—, susurraba un hombre a su compañero. —Pero yo no sé, algo no me cuadra—.

 

Citliali captó fragmentos de conversación sobre la teniente Acter, la segunda al mando que había tomado el control después de la muerte del regente. La situación en Kinyoku estaba lejos de ser pacífica, a pesar de la fachada de orden impuesto.

 

Mientras tanto, en las tabernas, Lys indagaba entre los lugareños para obtener información valiosa. Descubrió que Acter había llegado al poder después de la muerte del regente y que su régimen se caracterizaba por juicios violentos y la amenaza constante de la arena de combate, donde los criminales se enfrentaban por su vida.

 

En medio de sus investigaciones, las hermanas recibieron un mensaje de Alanna Victorix, la jefa y maestra de las hermanas Tower. Alanna, con su larga cabellera negra y mirada penetrante, les recordó la importancia de mantenerse enfocadas en su misión y de no subestimar la gravedad de la situación en Kinyoku.

 

—El pueblo depende de ustedes para descubrir la verdad detrás de estos eventos—, dijo Alanna a través del comunicador. —Recuerden sus habilidades y confíen en su instinto—.

 

Las palabras de Alanna resonaron en las mentes de las hermanas mientras continuaban con sus investigaciones. La presión aumentaba, pero también lo hacía su determinación de desentrañar los misterios que envolvían a Kinyoku.

 

La noche caía sobre Kinyoku, pero las hermanas Tower sabían que el amanecer revelaría más misterios y desafíos. Se sumieron en una reflexión sobre el deber que les esperaba y las decisiones cruciales que tendrían que tomar.

 

***

El pueblo de Kinyoku se extendía ante las hermanas Tower, y las evidencias de conflictos recientes marcaban el paisaje. Citliali, con su aguda percepción, señaló los indicios de luchas en una zona particular.

 

Aquí hay indicios de muchas luchas — afirmó Citliali, agachándose para examinar más de cerca el suelo marcado por la contienda.




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