El Sello: La Rebelión De Los Caídos

Capítulo 24: La venganza del vikingo

La noche se cernía sobre Neipoy, y el grupo se había separado para atacar diferentes flancos. Kandros se había quedado con Njord para su enfrentamiento, mientras que Alcorth y Mizarth habían ido a buscar a Alice y Matt. Por otro lado, Markethe junto con Arnolf y Farani habían ido a buscar a Ëadrail, Azacell y otros capitanes para inhabilitar sus fuerzas.

 

Alcorth y Mizarth llegaron al lugar donde se encontraban Alice y Matt, cautivos en una celda. El corazón se les aceleró al ver a sus amigos, pero también sintieron una punzada de ira al ver a Ëadrail, el traidor de la humanidad que los había entregado a la conspiración.

 

—Ëadrail, suelta a Alice. No tienes por qué hacer esto —exigió Alcorth, con voz firme.

 

Ëadrail los miró con una expresión de desdén.

 

—No me digas lo que tengo que hacer. Alice es parte de mi plan, y no la dejaré ir tan fácilmente.

 

— ¿Qué plan? ¿El de someter a Neipoy y al continente entero a una tiranía genética? ¿El de traicionar a tus aliados y aliarte con el enemigo? ¿Ese es tu plan? —replicó Mizarth, con tono sarcástico.

 

Ëadrail frunció el ceño.

 

—No entienden nada. Yo no soy el traidor, ustedes lo son. Ustedes son los que se han opuesto al progreso y la evolución. Ustedes son los que han rechazado la oportunidad de ser parte de algo más grande.

 

— ¿Más grande? ¿Qué hay de más grande que la libertad y la justicia? ¿Qué hay de más grande que la amistad y la lealtad? ¿Qué hay de más grande que el amor? —preguntó Alcorth, pensando en Mirve con ternura.

 

Ëadrail se burló.

 

—El amor es una debilidad, y la libertad y la justicia son ilusiones. Lo único que importa es el poder, y yo lo tengo. Yo soy el elegido, el que llevará a Neipoy y al continente a una nueva era.

 

Alcorth y Mizarth se miraron con incredulidad.

 

— ¿El elegido? ¿De qué estás hablando? ¿Quién te ha metido esas ideas en la cabeza? —preguntó Mizarth.

 

Ëadrail sonrió con malicia.

 

—No se los diré. Solo les diré que pronto lo sabrán, y que será demasiado tarde para detenerlo.

 

Alcorth y Mizarth sintieron un escalofrío al escuchar esas palabras. ¿Qué se traía entre manos Ëadrail? ¿Qué secreto ocultaba?

 

—No nos importa lo que ocultes. Solo nos importa liberar a Alice. Así que, o la entregas, o tendremos que arrebatártelos —amenazó Alcorth.

 

Ëadrail se puso en guardia.

 

—No se atrevan a tocarme. Soy más fuerte de lo que creen. Y no les tengo miedo.

 

Alcorth y Mizarth se prepararon para el combate.

 

—Pues deberías. Porque no vamos a rendirnos. Y no vamos a dejar que te salgas con la tuya.

 

Ëadrail los desafió con la mirada.

 

—Pues adelante. Intenten detenerme. Verán que no podrán.

 

La batalla comenzó, y los golpes y las chispas volaron por el aire. Alcorth y Mizarth luchaban con valentía, mientras Ëadrail se defendía con furia. Alice observaba la escena con angustia, deseando poder ayudar.

 

Alcorth empuñaba una espada montante ancha, que a veces usaba como si fuera un escudo, y dos espadas largas, que manejaba con destreza. Mizarth tenía unos tambos que generaban unas cuchillas en sus extremos, como si fueran una OZ, y las hacía girar con rapidez. Ëadrail usaba una espada y un arco, alternando entre el combate cuerpo a cuerpo y a distancia.

 

Los tres se enzarzaron en un duelo feroz, intercambiando golpes y esquivando ataques. Alcorth bloqueaba los disparos de Ëadrail con su espada montante, mientras Mizarth se acercaba por el flanco, intentando cortarle con sus cuchillas. Ëadrail se defendía con su espada, parando los golpes de Mizarth y contraatacando con rapidez.

 

La pelea se volvía más intensa, y los tres se movían con agilidad y fuerza. Alcorth logró acertar un golpe en el brazo de Ëadrail, haciéndole soltar el arco. Mizarth aprovechó la oportunidad para lanzar una de sus cuchillas hacia el cuello de Ëadrail, pero este la esquivó por poco. Ëadrail retrocedió, buscando una salida, pero Alcorth y Mizarth lo rodearon, impidiéndole escapar.

—Es inútil, Ëadrail. Estás acorralado. Ríndete y suelta a Alice —dijo Alcorth, con voz firme.

 

Ëadrail los miró con odio.




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