El Sello: La Rebelión De Los Caídos

Capitulo 27: La marca de los elegidos

Mientras el gran maestro le enseñaba a Ron y a sus nuevos consejeros los secretos de la hermandad para estar preparados para la batalla con los seres demoniacos que ya habían salido a la luz pública; en el gran salón estaban Alcorth, Mizarth, Valend, Ghon, Quzury, Arnolf, Farani, Alice y Ëadrail, en entrenamientos de combate para incorporar a Alice y a Ëadrail a las filas de la hermandad como lo había solicitado.

 

Los guerreros vestían trajes de biometal, una aleación de grafeno y otros materiales que les permitía cambiar el color y el diseño de sus atuendos según su rango, su país o su voluntad. Los trajes también estaban equipados con sensores que medían el daño generado por las armas especiales que usaban, unas armas que proyectaban hologramas de espadas, dagas, lanzas, arcos y otras armas blancas, pero que no lastimaban realmente a sus oponentes.

 

El entrenamiento consistía en enfrentarse en parejas, rotando cada cierto tiempo, para probar sus habilidades y su coordinación. Cada pareja tenía un árbitro que supervisaba el combate y anunciaba el ganador cuando uno de los contendientes recibía un golpe mortal o se rendía.

 

El primer combate fue entre Alcorth y Mizarth, dos de los más experimentados y poderosos de la hermandad. Alcorth. Mizarth usaba dos tambos, unos bastones cortos que podían sacar unas dagas como guadaña en sus extremos. También tenía navajas ocultas en los codos y en las rodillas, por si acaso.

 

Alcorth era serio, rudo y con un corazón sensible, pero despiadado con los que hacían el mal. Dominaba el elemento de la tierra, lo que le permitía manipular la arena, las rocas y los metales. Mizarth era juguetón, coqueto y mujeriego, pero al momento de pelear era serio. Dominaba el elemento de la electricidad, lo que le permitía generar rayos, chispas y campos electromagnéticos.

 

El combate entre Alcorth y Mizarth fue intenso y espectacular. Los dos guerreros se movían con rapidez y agilidad, esquivando y bloqueando los ataques de su rival. Alcorth usaba su espada montante para parar los golpes de las guadañas de Mizarth, mientras que Mizarth usaba sus tambo para desviar las estocadas de las espadas de Alcorth. Los dos también usaban sus elementos para aumentar su ofensiva y su defensa. Alcorth hacía surgir picos de roca del suelo para sorprender a Mizarth, mientras que Mizarth lanzaba rayos desde sus manos para aturdir a Alcorth.

 

El combate duró varios minutos, sin que ninguno de los dos lograra asestar un golpe decisivo al otro. Los demás observaban con admiración y expectación, animando a uno u otro según su preferencia. El árbitro del combate era Quzury, un joven que dominaba el elemento del agua y que usaba un bo, un palo largo, como arma. Quzury era el más listo del grupo, enfocado y disciplinado, parecía un monje shaolin.

 

Finalmente, el combate se decidió por un detalle. Mizarth intentó una finta, fingiendo atacar con su guadaña derecha, pero en realidad lanzando una navaja desde su codo izquierdo. Alcorth cayó en la trampa y bloqueó la guadaña, pero no vio la navaja que se dirigía a su cuello. Sin embargo, en el último momento, Alcorth usó su espada montante para desviar la trayectoria de la navaja, haciendo que rozara su hombro en lugar de su garganta. Aprovechando el descuido de Mizarth, Alcorth le clavó una de sus espadas en el pecho, haciendo que el traje de Mizarth se iluminara de rojo, indicando que había recibido un daño mortal.

 

—¡Alcorth gana! —anunció Quzury, levantando la mano de Alcorth.

 

—¡Bien hecho, hermano! —lo felicitó Alcorth, abrazándolo.

 

—¡Gracias, tacumbra! —le respondió Mizarth, sonriendo.

 

Los dos se separaron y se quitaron sus armas, que se desactivaron y volvieron a su forma original. Luego se dirigieron a la zona de descanso, donde les esperaban los demás.

 

—¡Eso fue increíble! —les dijo Alice, ella usaba una espada que se hacía látigo, convirtiendo la espada en muchos trozos enlazados con energía eléctrica. Alice dominaba la electricidad, al igual que Mizarth.

 

—¡Sí, fue muy reñido! —les dijo Ëadrail. Ëadrail estaba empezando a usar la sombra, un elemento oscuro y peligroso. Ëadrail tenía una personalidad sombría y estaba intentando ganarse un lugar en el equipo.

 

Alice y Ëadrail eran los nuevos miembros de la hermandad, que habían sido reclutados por Ron, el líder de la hermandad y el elegido para salvar al mundo de los seres demoniacos. Alice y Ëadrail tenían una relación especial, se sentían atraídos el uno por el otro, pero por su pasado se retraían un poco.

 

—¿Qué tal les va el entrenamiento? —les preguntó Alcorth, sentándose junto a ellos.

 

—Bien, estamos aprendiendo mucho —respondió Alice.

 

—Sí, es muy interesante —añadió Ëadrail.

 

—Me alegro, sois muy valiosos para la hermandad —les dijo Alcorth, sonriendo.




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