Miachyv estaba absorto en la lectura de un antiguo pergamino que había encontrado en la biblioteca de la hermandad Adelfuns. El pergamino hablaba de los "antiguos", unos seres que habían sido los responsables de prevenir a la humanidad del gran cataclismo que había asolado el mundo hace diez mil años. Según el pergamino, los antiguos eran unos descendientes de los ángeles y los arcángeles que habían sido desterrados por haber ido contra las órdenes de Dios. Sin embargo, no eran considerados ángeles caídos o Nephilim, porque no eran malos ni demoníacos, sino que solo querían darle a la humanidad otra oportunidad de sobrevivir. Por eso, habían sido sentenciados a una eternidad en la Tierra, hasta que se rompieran los sellos que mantenían encerrados a los jinetes del apocalipsis.
Miachyv sintió una mezcla de curiosidad y admiración por esos seres, que habían sacrificado su lugar en el cielo por el bien de la humanidad. Se preguntó cómo serían, dónde estarían y qué sabrían del destino del mundo. Decidió que tenía que saber más, y se dirigió al gran maestro, que estaba en su despacho, revisando unos documentos.
— Gran maestro, ¿puedo hablar con usted? —preguntó Miachyv, golpeando la puerta.
— Claro, Miachyv, pasa. ¿Qué te trae por aquí? —respondió el gran maestro, levantando la vista de sus papeles.
— He encontrado un pergamino muy interesante en la biblioteca. Habla de los antiguos, unos seres que previnieron el gran cataclismo y que fueron desterrados por Dios. ¿Qué sabe usted de ellos? —preguntó Miachyv, mostrándole el pergamino.
— Ah, los antiguos. Son una leyenda muy antigua, que pocos conocen. Se dice que fueron los primeros en usar el poder de los elementos, y que enseñaron a la humanidad a hacer lo mismo. También se dice que fueron los que construyeron la lanza del destino, el arma más poderosa que existe, capaz de atravesar cualquier cosa. —explicó el gran maestro.
— ¿Y por qué fueron desterrados por Dios? ¿Qué hicieron de malo? —preguntó Miachyv, intrigado.
— Según la leyenda, los antiguos se rebelaron contra Dios, porque no estaban de acuerdo con su plan de destruir el mundo y crear uno nuevo. Ellos creían que la humanidad merecía una segunda oportunidad, y que podían ayudarla a mejorar. Por eso, usaron su poder para de distintas formas hacer que la humanidad supiera que se acercaba un cataclismo, y para proteger a los humanos de los demonios y los Nephilim, que querían acabar con ellos. —continuó el gran maestro.
— ¿Y Dios los castigó por eso? ¿No es injusto? —preguntó Miachyv, indignado.
— Dios tiene sus razones, que nosotros no podemos comprender. Los antiguos desobedecieron su voluntad, y eso tiene un precio. Dios los condenó a vivir en la Tierra, sin poder volver al cielo, y sin poder morir. Además, los selló con una marca que los identifica como traidores, y que los hace vulnerables a los jinetes del apocalipsis, que son los únicos que pueden matarlos. —dijo el gran maestro.
— ¿Los jinetes del apocalipsis? ¿Qué tienen que ver con los antiguos? —preguntó Miachyv, confundido.
— Los jinetes del apocalipsis son Nephalem, una raza descendiente de cruces de ángeles y arcángeles con Nephilim. Los Nephilim fueron los primeros ángeles caídos, que se corrompieron por sus malos pensamientos y deseos, y que dieron origen al poder demoníaco. Entre esos poderes está el fuego verde, que Ron tiene, pero que no ha terminado de dominar. Los Nephilim ayudaron a los demonios en la guerra de los cielos, y los más destacados eran los hijos de Azrael, el arcángel de la muerte, el hijo de las manos de las Manos de Dios, como era conocido, y el hijo del arcángel Rafael. Estos Nephalem eran los más poderosos, y fueron los elegidos por Dios para ser los jinetes del apocalipsis, los encargados de ejecutar su juicio final sobre el mundo. —relató el gran maestro.
— ¿Y cómo se llaman los jinetes del apocalipsis? ¿Qué aspecto tienen? ¿Qué poderes tienen? —preguntó Miachyv, fascinado.
— Los jinetes del apocalipsis se llaman Muerte, Guerra, Hambre y Peste. Cada uno tiene un aspecto diferente, acorde con su función. Muerte es el más temible, tiene una capa negra, una guadaña y un caballo blanco. Guerra es el más violento, tiene una armadura roja, una espada y un caballo rojo. Hambre es el más cruel, tiene una balanza, un arco y un caballo negro. Peste es el más sutil, tiene una corona, un cetro y un caballo verde. Cada uno tiene un poder diferente, relacionado con su nombre. Muerte puede matar con solo tocar, Guerra puede provocar conflictos y destrucción, Hambre puede causar escasez y sufrimiento, y Peste puede propagar enfermedades y pestilencias. —describió el gran maestro.
— ¿Y dónde están los jinetes del apocalipsis? ¿Qué hacen? ¿Por qué no han actuado ya? —preguntó Miachyv, asustado.
— Los jinetes del apocalipsis están encerrados en una prisión secreta, en una dimensión que nadie conoce. Solo pueden ser liberados cuando se rompan los siete sellos que los mantienen cautivos o cuando el gran maestro suene el séptimo sello para invocarlos. Los sellos son unos objetos mágicos, que representan los pecados capitales de la humanidad. El séptimo sello es el más importante, porque es el que contiene el poder de los jinetes. Los demonios quieren romper los sellos, para liberar a los jinetes y usarlos para su beneficio. La hermandad Adelfuns quiere evitar que eso ocurra, porque cree que los jinetes son el castigo de Dios, y que deben permanecer encerrados. —explicó el gran maestro.
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Editado: 10.02.2024