EL SÉPTIMO PRÍNCIPE
MICHIBLACK
primer libro
CAPÍTULO TRES
Elara abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso de la oscuridad a su alrededor. Estaba en una habitación extraña, fría y tenue, iluminada solo por débiles cristales oscuros. Todo parecía irreal, como si el mundo que conocía hubiera desaparecido. Elara intentó moverse, pero el dolor en su cuerpo aún era intenso, aunque menos del que recordaba antes de desmayarse en el río.
"Veo que has despertado."
La voz del mago oscuro resonó en la habitación, su tono bajo y envolvente, haciéndola estremecerse. Él se materializó desde una esquina, su figura alta y envuelta en sombras, con unos ojos que brillaban bajo la penumbra.
"¿Dónde estoy?" preguntó Elara, tratando de mantener la calma a pesar de que el miedo le paralizaba el cuerpo.
"En un lugar donde te he salvado," dijo con indiferencia. "Estabas al borde de la muerte."
Elara lo observó, confundida. Las últimas cosas que recordaba eran el bosque, el río, y la desesperación. Pero ahora, estaba frente a este extraño ser que afirmaba haberla rescatado. "¿Por qué me ayudarías? ¿Qué quieres?"
El mago esbozó una leve sonrisa, como si hubiera esperado esa pregunta. "Todo tiene un precio, Elara. No soy una excepción."
Ella se tensó, notando el peligro en sus palabras. "¿Qué precio?"
"Tu alma," dijo, sin rodeos, como si fuera una oferta común. "A cambio de salvarte, te ofrezco un pacto. Te daré poder, te protegeré de tus enemigos y te guiaré por este mundo peligroso. Pero a cambio, tú serás mía."
Elara se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Su alma. Se estremeció. Pero algo no encajaba. ¿Enemigos? ¿Cómo podría tener enemigos en un lugar que no conocía?
"¿Mis enemigos?" preguntó, mirando al mago con desconfianza. "No sé ni siquiera dónde estoy. No tengo enemigos, no soy nadie aquí."
El mago oscuro se acercó, sus ojos resplandeciendo con una oscura sabiduría. "Todos tienen enemigos en Sombralia. Has llegado a este lugar por una razón, aunque no la conozcas aún. Tu sola presencia aquí te convierte en un objetivo, y tarde o temprano, los que gobiernan este reino te encontrarán."
Elara negó con la cabeza, incrédula. "No lo entiendo. No sé cómo llegué aquí. Ni siquiera sé lo que este lugar es… ¿por qué alguien querría dañarme?"
"Este mundo no es como el que conocías. Las reglas son diferentes, y la magia que fluye aquí afecta todo. No necesitas hacer enemigos, Elara. Ellos te encontrarán simplemente porque existes en este lugar." Su voz era fría, cargada de certeza.
Elara sintió una creciente ansiedad. Estaba atrapada en un lugar que no comprendía, enfrentada a fuerzas que no podía imaginar. Pero el precio que él le pedía… su alma… No, no podía aceptarlo. No podía aceptar perderse a sí misma.
"No," respondió, con firmeza aunque su voz temblaba un poco. "No puedo aceptar tu oferta. No sé cómo llegué aquí, y no sé por qué dices que tengo enemigos, pero no entregaré mi alma. Buscaré otra forma de sobrevivir."
El mago la miró en silencio durante unos instantes, su expresión imperturbable, aunque sus ojos brillaban con algo que no pudo descifrar. "Poca gente rechaza una oferta como la mía. Pero es tu decisión." Dio un paso hacia atrás, como si se retirara.
"Entonces, sobrevivirás por tu cuenta. Pero te advierto, Elara, este mundo no es misericordioso con los débiles. Y aquí, nadie es completamente inocente."
Elara se levantó lentamente, luchando contra el dolor que aún sentía en su cuerpo. La fuerza había regresado, pero no gracias a él. Era su propia voluntad la que la mantenía en pie. Miró al mago oscuro una vez más, sintiendo que había algo más detrás de sus palabras, algo que no podía ver.
"Gracias por ayudarme," dijo al fin, "pero encontraré mi propio camino."
El mago sonrió, una sonrisa tan vaga y fría que le hizo dudar de si había sido real. "Lo veremos."
Las sombras en la habitación comenzaron a desvanecerse, y antes de que pudiera darse cuenta, Elara estaba de vuelta en el bosque, cerca del río, en la misma orilla donde había salido del agua. No había señales del mago oscuro, pero su presencia seguía impregnando el aire.
Elara miró hacia los árboles, sabiendo que no podía quedarse allí por mucho tiempo. Debía seguir adelante. Encontraría respuestas, y tal vez, con el tiempo, entendería por qué había sido llevada a ese mundo. Pero lo haría sin vender su alma.
EL SÉPTIMO PRÍNCIPE
Elara siguió caminando por el bosque, con la piel aún helada por la humedad y el frío que se adhería a sus ropas desgarradas. El aire estaba cargado de silencio, pero algo en ella no se sentía completamente sola. El eco de las palabras del mago oscuro seguía rondando en su mente, como si sus promesas no hubieran desaparecido del todo con su rechazo.
"Te advertí que no sería fácil," susurró una voz suave, burlona, justo detrás de ella.
Elara se detuvo en seco, su corazón acelerándose. Giró la cabeza con rapidez y ahí estaba, el mago oscuro, caminando a su lado, como si nunca se hubiera marchado. Parecía que las sombras mismas lo seguían, pegadas a su figura delgada y alta, su mirada fija en ella con una intensidad que la inquietaba.
"Te rechacé," dijo Elara "No hice un trato contigo."
El mago sonrió, una sonrisa torva y peligrosa. "Oh, lo sé. Pero eso no significa que me iré tan fácilmente. Después de todo, el rechazo lo hace más interesante."
Elara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. "No quiero nada de ti."
"Ah, pero eso lo dices ahora," replicó el mago, su voz resonando con una mezcla de locura y burla. "Elara, este mundo es más despiadado de lo que crees. Pronto te darás cuenta de que necesitarás mi ayuda, y para entonces, puede que el precio sea aún más alto."