—Oye Alya...— canturrea mientras viene detrás de mí. Sigo corriendo. Escucho que pisa las hojas caídas del otoño y arranca las ramas que le molestan en el camino — ¿Dónde estás primor?, te necesito, ¡necesito que me regreses a mi puto cuento! — ruge molesto.
No le contesto. Esto no es real, en cualquier momento despertare en mi cama agitada y sudando como las veces pasadas.
A pesar de que corro a todo lo que dan mis delgadas piernas no alcanzo mucha velocidad, aun lo escucho andar detrás de mí, escucho sus pasos firmes y apresurados. Me rasguño con la maleza seca, el viento me golpetea el rostro y vuela mi cabello, siento el corazón salirse de mi pecho y el sudor hacerme brillante para él.
Tararea bad men de Wizard of oz con burla, la canción que adoraba pensar que le quedaría perfecta, que le describiría. Y no me equivoque, aunque me hubiera dado gusto hacerlo esta vez.
— ¡Oh Alya!, ¡vuelve aquí maldita sea!
Esta vez lo escucho mucho más cerca. Siento que el mundo me da vueltas y la visión se me hace borrosa cuando se me nubla la mente de miedo. Estoy temblando, presa del pánico.
—Te encontré! —salta de un árbol y cae frente a mi, frenándome abruptamente. Me quedo quieta y no porque quiera, sino que las articulaciones me han dejado de funcionar. Distingo a la perfección la cicatriz roja que le cruza la cara. Me intimida con una sádica sonrisa de oreja a oreja. Siento que me hago pequeñita, me faltan casi dos cabezas para estar a la altura de sus azulados ojos grandes y despiadados. –Te tengo Alya, llévame a casa ¡ahora! — gruñe al final, enrabietado, mirándome con profunda ira.
Retrocedo despacio. Esto no terminará bien. Ahora conozco el miedo de sus víctimas, ahora sé cómo se siente. No tengo escapatoria, a donde quiera que vaya me alcanzará y lo hará enfurecer más. No sé qué hacer, no sé cómo hacer lo que me pide.
No creí que fuera tan malvado, debí agregarle un poco de amabilidad con su creadora.
No, no soy su mamá ni mucho menos su familiar, él es...el personaje que creé...del libro que escribí.