El significado de las rosas

Capítulo Dos

 

Caminaba a orillas del rio mientras que el viento perfumado con gardenias azotaba su pelo y sus faldas, los débiles rayos del sol que ya se estaba poniendo en el horizonte tocaban su piel, esto si que le daba paz.
Por primera vez en días habia liberado la tensión que habia en ella. 

De pronto una voz desconocida  que salió de entre los arboles llamó su atención y la hizo girarse para ver de quien se trataba.

—¿Acaso no es hermoso?— al decir esto se reveló ante la luz del sol un hombre alto y fornido, su pelo era tan negro como sus grandes y profundos ojos y le llegaba hasta el mentón, tenia la piel bronceada, un piel perfecta, sus labios eran gruesos pero a la vez delicados y llamativos, su físico era capaz de cautivar a cualquiera, pero algo en su miraba denotaba más problemas que encanto.

—Por algo es mi lugar favorito desde que era niña.—Él dio unos pasos hacia ella, lo curioso es que no se asustó, a pesar de que este hombre era intimidante.

—!Que casualidad¡ este también solía ser mi lugar favorito— dicho esto se sentó en una roca como si fuésen a plantar una conversación.
Era extraño pero a Ivette le agradaba estar ahí, su misterio le atraía.

—Debo irme, ya casi va a oscurecer y no es seguro estar aquí— «Con un perfecto desconocido» esto último lo pensó, decirlo seria una imprudencia.

—Bien, pero antes ¿podría  decirme que hace una joven tan bonita sola a orillas del rio?

—No hablo con desconocidos, menos si aparecen de la nada como acosadores, y antes de que pudiera hacer algo usted ha interrumpido forzando una charla entre nosotros.

—No habla con desconocidos, sin embargo aquí está quebrantando su propia regla y respondiendo a cada pregunta que le hago, irónico, ¿no? Y ya le dije que no la espiaba, llegué antes, así que usted es quien parece acosadora— El descaro en su sonrisa era molesto, parecía que disfrutaba llevarle la contraria.

—¿Siempre es así de arrogante o solo fluye?

Soltó una carcajada, en verdad le divertía cada palabra que decía. Avanzó hacia Ivette mientras que en sus labios se curvaba una sonrisa diabólica, su mirada le recorría el cuerpo como si tratara de descifrar un misterio o pudiese ver hasta su alma. 
Dejó de mirarlo, se sentía incómodo tener cierto magnetismo con un desconocido.

—¿Todo bien señorita? La noto un tanto nerviosa, o tal vez olvidó como hablar.

—Estoy... Estoy bien, estaría mejor si se marchase pero me temo que la vida no siempre es justa y nos da lo que queremos.

Apartó la mirada y la fijó en las aguas cristalinas, por un momento lucia como si su mente vagara entre la nada, hasta que su boca se abrió para decir algo que sinceramente no esperaba escuchar.

—Aunque escuchar a una señorita hermosa siendo tan  altanera me resulta tierno, y la vez divertido— Avanzó un paso más hasta quedar casi rosandole el cabello con su cara —digamos que también me incita a besarla para que se calle y aprenda modales.

—Atrévase y será la última vez que usará la boca, es un atrevido. ¿Que le hace pensar que puede dirigirse a mi de esa forma? como si fuese alguna meretriz— Inquirió en tono amenazador.

—No lo sé, tal vez la conocí en otra vida, esas otras vidas de las que tanto hablan las historias de romance, pero tranquila, soy un caballero y jamás le haría algo de lo que no está de acuerdo. Disculpe si la ofendí con mis palabras, juro no era mi intención hacerla sentir así.

De verdad que no lo soportaba, su mirada oscura pero a la vez cautivadora, su ligero coqueteo que aunque quisiera negarlo le atraía y ahora esa estupidez de que la conoció en otra vida. Probablemente jamás lo volvería a ver, a lo mejor era un comerciante que estaba de paso. Pensó Ivette.

Se quedaron en silencio por un momento hasta que al cabo de un rato los dos dijeron al unísono.

—¡Oh por Dios debo irme!

—¿Cómo se llama?

Era una pérdida de tiempo porque estaba segura que jamás lo vería pero tampoco perdía nada por decírle su nombre y verlo desaparecer.

—Mi nombre es Ivette.— No consideró importante decirle su apellido, nunca se sabia las intenciones de las personas.

—Lindo nombre, sin duda le haces honor. Encantado de conocerte, yo soy...

Antes que pudiera decir su nombre lo interrumpió, pues no quería que pensase que tenían una conversación amistosa y luego sentirse con derecho de tomarse ciertas libertades si otro día se lo volvía a encontrar. 

—No me interesa su nombre, solo le dije el mío por educación, y ya va siendo hora de que me vaya, así que adiós, espero jamás verle por aquí, fue bastante desagradable encontrarlo en este lugar.

En su rostro permanecía una brillante sonrisa, como si los insultos fuesen halagos para él. Cuanto detestaba que para todo su respuesta fuera una maldita sonrisa que por cierto era hipnótica.

—Sin duda debo volver a verte, se que así será.

No respondió a eso, sólo se dirigió hasta donde estaba Rossabel, ya era hora de irse, otra vez se sintió abrumaba, por raro que parezca disfrutó el dia lejos de casa, lejos de todo lo que le hacia recordar que tenia obligaciones con su familia.

Al parecer Rossabel pudo escuchar la conversación con el extraño y todo el trayecto del camino a casa de Marie fue conteniéndose por no estallar en una carcajada de esas que parecian ataques, de cierta forma le resultaba divertido que por primera vez un hombre no se tomara en serio las groserías de Ivette y le respondiera como todo un caballero, ignorando su mal humor.

Habían salido al camino, ambas iban en total silencio.
A lo lejos se vio la figura de dos mujeres casi corriendo, eran Marie y Sophie que iban en su búsqueda.

—¿Te has vuelto loca? Solo a ti se te ocurre quedarte tanto tiempo en un lugar tan solitario, no te imaginas los peligros que se pueden presentar. Hemos venido rápidamente asi que vámonos antes que noten nuestra ausencia.— Marie parecía molesta en verdad.




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