El significado de las rosas

Capítulo Ocho

Las palabras de Caden habían sido confusas, ahora menos entendía por qué había insistido en casarse con ella de una forma tan apresurada.

Aquello no dejaba de rondar en su cabeza, una joven del castillo la ayudó a desvestirse, deseaba que Rossabel estuviese alli, con ella sentía más confianza.

Se metió a la cama y luego de unas lágrimas se quedó dormida, no entendía por qué aquel hombre había insistido en hacerla su esposa, empezaba a hacerse la idea de que los planes de Caden eran turbios.

Su primera noche en aquel castillo había sido rara, pensaba que sería difícil acostumbrase a aquello.
La chica de la noche anterior estaba frente a su cama, al parecer esperando que despertase.

—Mi señora, debe bajar, el Conde desea presentarla formalmente con todos.

Abostezó mientras se estiraba.

—Mi esposo aún no asume el cargo—. Fue todo lo que pudo decir.

La joven ignoró sus palabras, la ayudó con su baño, vestimenta y peinado.

Ese día usó un vestido verdad jade, y algunas joyas que su fallecida abuela le había obsequiado en vida.

La chica la condujo hasta el salón donde comerían, Anna estaba ahí, parecía bastante sumergida en la lectura y Caden de pie, como esperando a alguien más.

Le ofrecio la silla que estaba a su lado a Ivette, ambos se sentaron.

El ruido de la silla hizo que Anna abandonara la lectura, miró a Ivette con asombro

—¿Alguien puede explicarme que sucede?—. Su curiosidad se elevó más al darse cuenta que Ivette había pasado la noche allí.

Addie también se unió a la mesa, estaba tan distraída abanicandose que pareció no contar con la presencia de Ivette por un momento.

La miró directo a los ojos, fingió una sonrisa y le habló.

—Me alegra verte— la hipocresía brotaba de sus palabras—, Caden no nos avisaste que tendríamos una invitada.

—No es una invitada—. Anna vio la alianza en su mano y en seguida obtuvo la respuesta, Addie ignoraba aquello por completo.

Ivette miró a Caden y luego a Addie.

—¿Ella vive aquí?—. Preguntó Ivette indignada.

Caden se puso nuevamente de pie y tocó la mesa con los puños cerrados.

—Las tres fueron educadas como señoritas, por favor comportense como tal y no griten, no estamos en una subasta—. Tragó saliva, lo que diría después sería difícil.

Todos los sirvientes estaban de pie alrededor, esperaban el aviso de Caden.

Invitó a Ivette a ponerse de pie junto a él.

—Quiero que conozcan a Ivette, de ahora en adelante ella será su señora y mi compañera de vida, ayer contraimos matrimonio. Agradecería que la respetasen tanto como a mí—. Fue directo al grano, darle más vueltas al asunto no tenía caso.

—¿Hiciste qué?—. Preguntaron Anna y Addie al mismo tiempo, ambas se miraban como si necesitasen explicación de lo que acababan de escuchar.

—Nos casamos ayer—. Dijo Ivette con toda normalidad.

Addie abandonó la mesa y subió las escaleras corriendo, aquello había sido un golpe brutal, justo en el corazón.

—¡Addie espera!—. Gritó Caden tras ella, siguiéndola.

Ivette se quedó atónita, sabía que eran amigos y Caden había expresado que la quería como a una hermana pero consideraba que la noticia no era para hacer tanto drama.

Quedando a solas con Anna, se moría por preguntarle que se traían Caden y Addie.

—¿Caden no te lo dijo cuando acordaron fingir comprometerse?

Negó con la cabeza, Caden no le había dicho nada más allá de saber actuar frente a Gregor, si existía algo más supuso que se lo había callado.

—Si hay algo que deba saber espero que me lo aclares, Caden no me dijo nada.

Anna tomó una bocanada de aire para articular sus palabras.

—Caden y Addie están comprometidos desde su nacimiento, ambos son herederos de condados, como bien sabes las mujeres no podemos regir, ella es hija única así que decidieron que casarse con mi hermano simbolizaría fuerza para ambos condados, Wiltshire y Gloucester.

—¿Eso significa que?—. Preguntó Ivette como si la respuesta no le bastara.

—Que mi hermano rompió un trato hecho por mis padres y el conde Ronald quien es el padre de Addie romperá toda amistad, acuerdos y negocios con nosotros, o probablemente traten de anular tu matrimonio.

«Mi matrimonio empieza a ponerse interesante». Pensó mientras tomaba un sorbo de vino, lo demás habían perdido el apetito, ella no. La verdad le había parecido chistoso que Addie quedará como estúpida.

Por otro lado también le inquietaba que anularan el matrimonio, si hacían eso ella podría salir muy perjudicada.

—No creo que nuestro matrimonio se pueda anular, aunque no soy la hija de un conde mi familia también es influyente.

—Esperemos que eso no sea necesario, si no te importa voy a retirarme, apenas empieza el día y ya hay todo un problema.

Addie se había encerrado en la biblioteca. Caden tocaba la puerta y le pedía que por favor lo escuchara. Luego de varios puñetazos a la puerta ella accedió a hablar con él.

Tenia los ojos enrojecidos, lloraba de rabia.

—¿Qué tiene ella de especial?—. Preguntó mientras lo agarraba del cuello con las dos manos, no era con intensión de hacerlo daño, solo quería que le dijera en su cara que hacía a Ivette merecedora de él.

—Nada, no pido que me perdones ni que me entiendas. Siempre te he querido como mi mejor amiga, para mí eres una hermana.

—Lo que tú y yo hacíamos no era de amigos... Ni de hermanos—. Lo soltó y caminó hasta el escritorio.

—Eramos muy jóvenes.

Se limpió las lágrimas y volvió hacia él, esta vez sostuvo su rostro entre las manos.

—No solo rompiste un viejo acuerdo, junto con él rompiste mi corazón. Ni se te ocurra decir que no notabas que te amaba porque estar siempre para ti fue mi mejor forma de demostrarlo—. Las lágrimas estaban por salir nuevamente, pero las reprimió.




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