El significado de las rosas

Capitulo Veintiuno

Su corazón le pedia volver con ella, y su mente le ordenaba no detenerse, quedarse no era opción si era enviado a la horca, irse era lo mejor, muerto no serviría de nada, no conocería a su hijo ni le daría un buen futuro a Ivette.

Arthur cuidaría de ellos en su ausencia, mientras tanto tenía que aferrarse a su recuerdo para lograr demostrar que no era ningún usurpador.

Aunque su corazón estaba deshecho por tener que alejarse también estaba feliz por la noticia.

—Maldición, es difícil cuando ya no recuerdas bien los caminos —. Caden maldecía una y otra vez, había pasado mucho tiempo lejos de Wiltshire, antes conocía todos y cada uno de los atajos, pero ahora era diferente, algunos estaban bloqueados por arboles y otros eran muy conocidos, dirigirse a ellos solo lograria que lo atrapasen.

En el castillo Ivette caminaba de un lado a otro, no esperaba que Caden tuviese que irse tan rápido, Williams había planeado atraparlo desprevenido, no estaba jugando, lo quería muerto.

Arthur trataba de calmarla, pero era imposible, incluso él estaba asustado, los oficiales tenian la orden de atrapar a su sobrino vivo o muerto.

Todo estaba muy oscuro, Cadenno podía distinguir si iba en la dirección correcta, cuando azotó al altanero para que fuera más rápido se golpeó en la frente con una rama haciéndolo caer del caballo, el golpe lo hizo sangrar de inmediato, era un hombre fuerte, otra persona hubiese quedado inconsciente, él se levantó haciendo sin esfuerzo. 

El altanero estaba asustado y relinchaba sin parar intentando liberarse de las ramas en medio del camino.
Caden rasgó su camisa y la amarró en su frente para detener el sangrado, sentia las voces de los oficiales ordenadole detenerse y entregarse por las buenas, voces que ignoró y empezó a correr mientras se presionaba la herida con una mano.

A ese paso no llegaría muy lejos, estaba herido y de vez en cuando se sentía mareado por la pérdida de sangre, pero aún así no se detendría, solo muerto podrían capturarlo.

En una ocasión pensó detenerse a ocultarse de los oficiales, descartó esa opción, púes ellos iban con perros, eso le daba ventaja.

Al salir a una calle un poco solitaria encontró un vagabundo, este estaba tirado en el suelo con expresión despreocupada y tomando licor, Caden pensó que sería buena idea pedirle ayuda.

—Oye tú, ven aquí —. Ordenó Caden con voz gutural.

El vagamundo miró a todos lados, ninguna persona distinguida le habia hablado nunca, y por la forma en que Caden estaba vestido pudo notar que era alguien importante.

Tambaleándose un poco se acercó, de él desprendía un fuerte olor a licor mezclado con sudor, a lo mejor llevaba mucho tiempo sin bañarse, nada de eso pareció importarle a Caden, solo quería ayuda de cualquier modo y a cualquier costo.

—¿Podrías darme tu ropa? —. Preguntó sin vacilar, vestido con aquel traje sería descubierto en seguida.

Con una mirada confusa el vagabundo se preguntaba si se trataba de una broma, ¿Quien querría cambiar su ropa cara  por la ropa sucia y maloliente de un callejero? Todo era muy raro, pero aún así aceptó, aquella ropa arapienta era lo único que tenía, la oportunidad de usar ropa fina solo se presentaria una vez, no preguntó a que se debía aquella petición solo intercambió su ropa.

Aún con aquella ropa Caden llamaba la atención, incluso vestido como un vagabundo era atractivo y algo más lo identificaba, su cabello largo, era más conocido por su cabello que por su titulo. 

Sin dudar sacó una navaja que llevaba en su bota y empezó a cortar su pelo con torpeza, no lo estaba haciendo bien, eso le agradó, estar en el peor de los aspectos le daba ventaja, los vagabundos solían cortar su pelo y barba ellos mismos, pues no tenían forma de pagarle a alguien más.

Mientras hacía esto el vagamundo lo observaba con curiosidad, ahora ya estaba más o menos entendiendo la situación.

—Estás siendo perseguido, ¿verdad? —. Tenia voz trémula.

Al escuchar su voz con acento francés Caden se fijó más en él, era joven, solo estaba sucio, se preguntaba como pudo terminar así. Algo más es que desconocía quien era por la forma en que le habló era claro que no sabia que se trataba del conde.

—Escucha bien, puedo recompensarte si me ayudas —. A Caden empezó a preocuparle que el hombre lo delatara.

Con la cara toda llena de mugre el vagamundo sonrió.

—No quiero nada a cambio, ya me diste tu ropa, esa ya estaba toda llena de agujeros, el frío se sentia más —. Señaló su vieja ropa, tenia razón, estaba vieja y llena de agujeros.

—Bien, necesito esconderme, al menos por esta noche —. Explicaba mientras miraba a todos lados, los oficiales debian de estar muy cerca y buscándolo en cada calle.

—Soy Dave, vamos —. Empezó a caminar hacia el bosque, esta vez en una dirección diferente a la que Caden había usado antes.

Sin dudar lo siguió, no le quedaba de otra más que confiar, aunque solo llevara un momento conociendo este hombre, ya era muy tarde, necesitaba descansar y partir a Francia por la madrugada, además nadie buscaría en el refugio de un vagabundo.

En el castillo Ivette caminaba de un lado a otro, no esperaba que Caden tuviese que irse tan rápido, Williams había planeado atraparlo desprevenido, no estaba jugando, lo quería muerto.

Arthur trataba de calmarla, pero era imposible, incluso él estaba asustado, los oficiales tenian la orden de atrapar a su sobrino vivo o muerto.

—Juro que Williams pagará por esto, maldito mil veces —. Gruñó Arthur furioso.

Addie no decía nada, ni siquiera le molestaba que maldijeran a su padre, el lo merecia por arremeter contra Caden de ese modo, ella nunca le habría pedido eso, el siempre estuvo consciente de sus sentimientos, le daba rabia que la hubiese usado para hacerle daño, sentía que la mirada de todos estaba sobre ella, sentía culpa, si algo le sucedía a Caden jamás podría vivir con eso, menos sabiendo que inconscientemente ella tuvo algo que ver para que pasara.




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