El significado de las rosas

Capitulo Veintidós

El viento era frío y el día estaba oscuro, como si avisara que este era el peor de todos, Caden esperaba con tranquilidad el momento de subir al barco, con la pocas monedas que tenía solo le alcanzaba para viajar en tercera clase, su aspecto de pordiosero no le permitia darse gustos y tampoco quería hacerlo,  quizás allí no supieran que estaba siendo perseguido, aún asi no se quería arriesgar. Viajaría en tercera clase y ofrecería servicios de limpieza para ganarse la comida.

—¿Como diablos lo haré? Yo nunca he limpiado nada —. Caden se preguntaba lo mismo con frecuencia y recordó aquel amargo pasado que vivió siendo prácticamente un pequeño esclavo, lo hacia para sobrevivir, pero ahora habían personas por quienes luchar, Ivette y su hijo.

Cuando las personas adineradas terminaron de abordar el barco llegó el turno de los de la tercera clase, todos corrian como ratas huyendo del veneno. Entre tanta gente habian ciertos malos olores mezclados.

Era solo un pequeño sacrificio aguantar esto, luego la recompensa sería la tranquilidad.

En la mansión Chadburn las cosas eran igual de complicadas, en pocas palabras Gregor estaba sugiriendo un aborto o que Ivette aceptara casarse con quien el quisiera, no habia tiempo que perder, nada se notaba más rápido que un embarazo de una mujer soltera.

Aún estaban esas miradas de odio que Ivette y Sophie le lanzaban a su padre, era increíble como la sed de poder podía cambiar tanto a una persona, hasta llevarlo a causar el sufrimiento de sus propios seres queridos.

Aunque ya no fuera la esposa de Caden, Ivette sentía que lo estaba traicionando si aceptaba casarse, pero antes estaba el hijo de ambos, Caden haría lo que fuera por mantenerlo a salvo, ella no arriesgaría la vida de un inocente, aceptaría todas y cada una de las condiciones de su padre, luego que Caden volviera encontrarían una solución, juntos.

—Sin duda como ser humano es lo peor, amenaza con la vida de mi hijo para que ceda a sus chantajes, esto es inconcebible.

—No te doy una bofetada o una tunda que te deslome solo porque tienes ese bastardo dentro —. Por su tono Gregor no parecía estar bromeando, que Ivette fuera tan respondona solo le daba ganas de agarrarla a golpes.

En el castillo de la familia LeBlanc ya no había nada que atara a Ivette, por lo que Gregor reclamó a Rossabel como su criada mandando a tres sirvientes a ir por ella.

Un chico de unos diecinueve años esperaba en la puerta que usaban los criados, por tanto alboroto pudo darse cuenta de que los problemas aumentaban más en aquel lugar, incluso frailes enviados por la iglesia estaban allí discutiendo algo en voz baja por Arthur, el cual parecía no estar de acuerdo y a cada momento negaba con la cabeza, pero los frailes continuaban insistiendo.

Luego de mucho observar unas monjas venian con unas maletas y con Anna tomada del brazo, era más que obvio, el conde Williams también alertó a la iglesia con las inclinaciones poco usuales de Anna.

Sin ninguna intención de disimular la chica lloraba como si fuesen para llevarla al infierno, le daba rabia que la iglesia con solo mover un dedo pudiese decidir la vida de los demás, quien sabe a donde la enviarían, que seria lejos era de lo que estaba convencida.

—La mantendremos durante tres días en la iglesia San Andrés, si durante ese tiempo la joven reniega de esas inclinaciones perturbadoras entonces podrá regresar, pero si no lo hace se irá con nosotras a la abadía de Barking, hasta que renuncie a ese deseo que satanás plantó en ella —. La hermana Teresa no mostraba ningún remordimiento con sus palabras.

—No es el deseo de satanás, es amor —. Anna murmuró de una forma que pocos pudieron escucharla.

Sin embargo la hermana Teresa sintió aquello como una blasfemia y falta de respeto hacia todos aquellos allí presente y no se contuvo.

—Tiene usted muy mal concepto del amor, hay mucha diferencia entre pecar y amar —. Demandó a lo que sacudía unas mantas.

—El amor es amor sin importar a quien ames, eso no debería ser clasificado como pecado, además —. Antes de que Anna pudiese continuar, la hermana teresa la sacudió con una bofetada y se quedó con la mano levantada para proporcionarle otra si pretendía seguir blasfemando.

—Sin duda usted debe purgar muchos pecados, y eso solo pasará bajo nuestra supervisión —. Hizo una seña con su mano ordenando a los demás partir hacia la iglesia.

—¿Qué puede saber alguien como ust... —. Esta vez fue Arthur quien detuvo a Anna.

Hacer enojar a las grandes autoridades de la iglesia no era la mejor opción, ya había comprendido que no existía nada que pudiese hacer, tenia que entregar a Anna, al menos con las hermanas estaría protegida, infeliz, pero protegida. Lo menos que podia pasar “depurando su alma” eran cuatro años y en el peor de los casos toda su vida.

Para lograr salir de allí debía convencer a todos de que era nueva criatura y había abandonado sus malos deseos, pero para arruinar las cosas Anna se negaba a renegar de sus preferencias, eso hacia todo más difícil.

Despidiéndose de su tío con lágrimas en los ojos Anna dejó de resistirse y se fue con los enviados por la iglesia, negarse no serviría de nada. Su familia ya tenía suficiente.

Por otro lado algo que preocupaba al tio Arthur era no poder cuidar de Ivette y el condado al mismo tiempo, no sabia que estaba encinta, y aún sabiéndolo no podía hacer nada, de tanto alboroto con eso de que Caden no era un auténtico LeBlanc le habían prohibido el uso de sus bienes hasta que se comprobara dicha acusación de usurpación a un cargo noble.

Se las arreglaria como pudiese, no presentaría quejas, era un hombre inteligente y había salido de peores situaciones.

                             ***
—No te imagino casada con ese viejo tan feo y desagradable. Es médico, pero siempre está engripado, debe ser asqueroso besar a alguien que cuando tose su pecho suena como viejas latas siendo arrastradas por niños insolentes —. Se burló Sophie mientras pelaba frutas para su propio coctel. La mayoria se las estaba comiendo tras cada opinión que daba.




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