Secretos en la niebla

01| Amnesia

"Soy un laberinto de identidades entrelazadas y secretos oscuros,

sin estar segura de quién soy realmente".

 

 

 

«Mátalo, Sarah, ¡mátalo!».

Mis ojos se abrieron de golpe y mi cabeza golpeó contra la almohada, obligando a mi pecho a respirar. «¿Qué hago aquí?», fue lo primero que pensélo primero que me llegó a la mente en cuanto me vi atrapada en cuatro paredes.

Había algo inquietante en el sonido de mi corazón e incluso la gota que cae repetidamente por la ventana. No me atrevía a hacer el esfuerzo de observar el alrededor, sin embargo, algo me susurraba que no era seguro.

Mi torso y brazos se sentían pesados y dolorosos, como si las sábanas de esta cama estuvieran impregnadas en todo mi cuerpo por días. Volteo a la ventana, aterrada ante la oscuridad en este lugar, la luna ilumina la única puerta a mi izquierda.

Una aguja pincha mi vena, y mis ojos vagan por ella por un momento antes de dirigirse hacia el techo. El aire se llenó de un olor único, una mezcla de perfume económico y aromas médicos que me recordaron el entorno clínico: un hospital. Hice un esfuerzo por levantarme, pero algo me dificultó moverme. 

No lo había notado al principio, pero al explorar mi cuerpo, descubrí que mis manos estaban atadas a cada extremo de la camilla con tela blanca. Las tiras de tela apretaban contra mi piel. Mi corazón galopó con fuerza, temeroso e incapaz de comprender la situación. Mis palabras se ahogaron en mi garganta, como si un nudo invisible las reprimiera. Prisionera de mis propias ideas, desesperada por expresarlas, pero incapaz de hacerlo.

Corre, corre, corre. Una voz tosca e irritante susurró en mi cabeza, atravesando mis huesos y piel. El sonido áspero se enroscaba alrededor de mis pensamientos, logrando que mi piel se erizara. Intenté apartarla, pero sus palabras se adhirieron a mi mente como espinas persistentes. Sacudí la cabeza tantas veces que el cabello se adhirió al sudor en mi cabeza, dificultándome la vista. 

Entre los mechones de cabello, observé una figura frente a la ventana: oscura, retorcida y con ojos que parecían brillar a cada latido de mi corazón; las piernas se aferraron a las sábanas. Entonces la tela se rasgó en un tirón repentino y la figura desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejándome con el eco del estruendo de un rayo y el frío temor que se apoderaba de mi ser.

Intenté desesperadamente gritar, patalear, destrozar algo, pero mis labios temblaban, incapaces de articular palabras coherentes, y el sonido que escapaba de mi boca no era más que mi respiración agitada. Mis ojos se agrandaron cuando escuché un chirrido al fondo de la habitación. Un sonido agudo, desgarrador, que me alertó de inmediato. Instintivamente, me encogí, llevando ambas piernas hasta mi pecho como si pudiera así protegerme

Me temblaron las manos, traicioneras, y de repente me encontré en el borde de la camilla, aferrándome a una lámpara. Un nudo se formó en mi garganta, una extraña ansiedad que intenté ocultar, pero ¿de quién? Tragué rápido, pero la sensación persistió, como si un oscuro presentimiento se apoderara de mí.

Bajo una pierna al suelo, y de inmediato, una ola de frío me envuelve, helando cada poro de mi piel. La pierna regresa rápidamente a la camilla, como si temiera que algo monstruoso acechara bajo ella. La voz regresa a mi cabeza: «mátalo».

Con temblores en las manos, dejo la lámpara sobre la camilla, pero en lugar de tranquilidad, las voces que retumban en mi cabeza parecen intensificarse. Un escalofrío me recorrió, como si estuviera al borde de la muerte. Desesperadamente, acerco mi cuerpo a la pared. Entonces la lámpara se enciende y una oleada de calor me envuelve.

Cicatrices despiadadas y sin forma cubren mis piernas desde los dedos del pie hasta las rodillas. retrocedo, tropiezo con las sábanas y caigo sobre la almohada. El miedo crece y una profunda sensación de vulnerabilidad me invade, como si estuviera desprotegida en un mundo que esconde sus peores horrores en los rincones más oscuros. «¿Qué es esto? ¿Qué diablos me pasó?»

Las preguntas se atascan en mi mente, pero las respuestas parecen estar atrapadas en una cruel jaula invisible, donde miles de sombras me observan desde lo más profundo de mi ser. El aire se vuelve denso, agobiante, como si estuviera inhalando el mismo temor que emana de esas cicatrices desconocidas.

Las sombras se esparcieron y se retorcieron, adoptando formas grotescas que jugaron con mi imaginación. Cerré los ojos por un instante, temiendo lo que podría observar la próxima vez que los abriera. Mis manos se aferraron desesperadamente a mi cabeza, entre mechones de cabello que parecían escaparse como serpientes. La sensación de desesperación me envolvió, y sin detenerme a pensar, un impulso irracional me llevó a dar zancadas hasta la ventana.

El vidrio estaba roto en fragmentos diminutos, esparciéndose por el suelo, parecido a un rompecabezas desordenado, como si algo se hubiera estrellado contra él una y otra vez. A través de los restos de cristal, mi mirada se perdió en la vastedad de la noche, con grandes edificios que se desvanecían en la oscuridad, resplandeciendo bajo la luz de la luna. 

La habitación estaba parcialmente iluminada, y en ese instante, distinguí a alguien parado frente a mí. Observándome, como un reflejo en el cristal, esa figura desconocida poseía unos ojos almendrados, cabello erizado que caía más allá de los hombros, una bata blanca de hospital, un lunar cerca de la nariz y una cicatriz bajo el ojo derecho.

Al pasar mis dedos sobre el vidrio estrellado, una sensación punzante, casi dolorosa, se apoderó de mi piel. Cerré los ojos por un instante, tratando de ignorar la realidad que se desplegaba ante mí. Cuando volví a abrirlos, mi reflejo distorsionado en el cristal roto no coincidía con la imagen que tenía grabada en mi memoria.



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En el texto hay: misterio, suspenso drama, darkromance

Editado: 02.05.2024

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