El silencio del cuervo carmesí.

El coleccionista de ecos.

Nahl flotaba en silencio dentro de la esfera de oscuridad, con los ojos aún abiertos. La energía a su alrededor se agitaba, como si respondiera al dolor que Eliah acababa de sentir.

—Podemos llegar a él —dijo Eliah, avanzando con cautela—. Si alguien le habla. Si alguien le escucha…

—Demasiado tarde —dijo una voz, cortando el aire como una cuchilla.

Todos giraron al unísono.

Una figura descendía por la grieta de la montaña, sin tocar el suelo. Llevaba una capa gris hecha de piel de sombra, y su rostro estaba cubierto por una máscara de porcelana agrietada. Su voz no parecía humana, sino hecha de cientos de voces mezcladas.

—¿Quién…? —murmuró Ilyana.

—Lo llaman El Coleccionista de Ecos —susurró Eron, con un tono de verdadero miedo—. Uno de los que escuchó el Silencio… y decidió robarlo.

Eliah sintió cómo la temperatura descendía. El Coleccionista flotó hasta ellos, con lentitud, como si saboreara su presencia.

—Eliah… descendiente de Kael… contenedor de memorias mal cerradas —dijo, como si recitara una historia que ya conocía—. Yo vengo por él.

Señaló a Nahl.

—No —dijo Eliah, colocándose entre ambos—. Él no te pertenece.

—¿Y a vos sí? —preguntó el Coleccionista, con un susurro que arañó sus pensamientos—. ¿Creés que el dolor puede curarse con buenas intenciones?

Alzó una mano.

Al instante, los muros de la caverna temblaron. Las emociones flotantes comenzaron a girar como un torbellino oscuro. Ecos de risas rotas, gritos perdidos y canciones olvidadas se agolparon en el aire.

Ilyana gritó, tapándose los oídos. Eron cayó de rodillas, la mirada perdida. Solo Eliah resistía, pero apenas.

—No quiero pelear… —dijo, con los dientes apretados—. Solo quiero hablar con él.

—Entonces callá —gruñó el Coleccionista—. Y observá cómo se silencia el último eco.

Una lanza hecha de recuerdo se materializó en su mano. Apuntó directo a Nahl.

Eliah no lo pensó.

Se lanzó.

Y justo cuando la lanza iba a impactar, una figura apareció frente a él.

Anwen.

Su forma espectral surgió como un relámpago, bloqueando el ataque. Su cuerpo brilló brevemente… y luego se desvaneció.

Pero no antes de mirar a Eliah, con una última advertencia:

—No permitas que lo atrapen. Porque si Nahl cae… el mundo olvidará cómo sentir.

La esfera que contenía a Nahl empezó a agrietarse.

Y el Silencio… rugió.




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