Ecos de desconfianza y destellos de verdad.

La alianza con Kael no había hecho más que encender una chispa de tensión entre ellos. Cada paso juntos era un desafío, cada palabra, un posible engaño.

Mientras avanzaban hacia el antiguo templo donde, según Kael, se ocultaban respuestas vitales, las dudas crecían.

—¿De verdad podemos confiar en él? —murmuró Nahl, caminando a un lado de Anwen.

—No lo sé —respondió ella—, pero ahora no tenemos otra opción.

Por su parte, Kael mantenía su habitual mirada fría, pero de vez en cuando sus gestos revelaban un atisbo de sinceridad.

Al llegar al templo, descubrieron inscripciones antiguas que hablaban del origen del ciclo, la guardiana y un ritual capaz de liberar el destino sin romper el equilibrio.

Ilyana comenzó a traducir las runas, mientras Eliah vigilaba los alrededores, atento a cualquier amenaza.

La tensión entre ellos no desaparecía, pero la esperanza crecía con cada nueva revelación.

Sin embargo, en la penumbra, una sombra observaba desde lejos, una figura que parecía conocer más de lo que mostraba.

El silencio del Cuervo Carmesí estaba lejos de acabar.