El tiempo pasó, y aunque intenté seguir adelante, la sombra de lo que había compartido con Rogand nunca desapareció por completo. Habíamos decidido mantenernos alejados, pero cada vez que nuestras miradas se cruzaban, el conflicto interno resurgía con una intensidad abrumadora. El dilema entre seguir mi corazón y respetar los lazos familiares se volvía cada vez más difícil de ignorar.
Una tarde, mientras estaba en la oficina de mi padre ayudando con algunos documentos, escuché voces elevadas provenientes de su despacho. Reconocí la voz de Rogand y la de mi padre, y supe que estaban discutiendo. Mi corazón se aceleró mientras me acercaba a la puerta entreabierta, tratando de escuchar sin ser vista.
"¡No puedes estar hablando en serio, Rogand!" exclamó mi padre. "Sabes lo importante que es esta empresa para mí y para mi familia. No puedo permitir que algo así la ponga en riesgo."
"Lo entiendo, pero necesito que confíes en mí," respondió Rogand con firmeza. "He invertido mi tiempo y recursos en este proyecto, y estoy seguro de que podemos sacarlo adelante si trabajamos juntos."
Mi padre suspiró, y por un momento, pensé que iba a ceder. Pero entonces, su tono se endureció. "No puedo correr ese riesgo. Mi prioridad es proteger a mi familia, y no puedo permitir que esta situación se salga de control."
Sentí un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Sabía que mi padre tenía razón, pero también entendía la pasión y la determinación de Rogand. La confrontación entre ambos solo complicaba aún más mis sentimientos.
Esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño, los pensamientos sobre la discusión y la tensión entre mi padre y Rogand me mantenían despierta. No sabía cómo reconciliar el amor que sentía con las responsabilidades y lealtades que tenía hacia mi familia. La situación se volvía cada vez más insostenible, y me sentía atrapada en un torbellino de emociones.
Al día siguiente, tomé una decisión. Necesitaba hablar con Rogand, aclarar nuestros sentimientos y encontrar una solución a este conflicto. Nos encontramos en un café discreto, lejos de las miradas curiosas y el juicio de los demás.
"Rogand, no puedo seguir así," le dije, mirando fijamente mi taza de café. "La tensión entre tú y mi padre está afectando todo. No sé si podemos seguir adelante con esto."
Él tomó mi mano con ternura. "Entiendo lo que sientes. Pero esto es algo que ambos queremos. No puedo simplemente dejarlo ir."
"Lo sé," respondí con lágrimas en los ojos. "Pero no podemos seguir ignorando las consecuencias. Debemos encontrar una manera de solucionar esto sin lastimar a quienes nos rodean."
Rogand suspiró y apartó la mirada. "Tal vez necesitas tiempo. Tiempo para reflexionar sobre lo que realmente quieres y lo que estás dispuesta a sacrificar."
Asentí, sabiendo que tenía razón. Necesitaba tiempo para entender mis propios sentimientos y para encontrar una manera de conciliar el amor y la responsabilidad. Nos despedimos con un abrazo doloroso, sabiendo que el camino por delante no sería fácil.
Durante las semanas siguientes, me sumergí en mis estudios y en mis responsabilidades familiares, tratando de encontrar un equilibrio. Pero la ausencia de Rogand era una constante en mi mente, y cada día que pasaba, la incertidumbre crecía.
Una noche, mientras revisaba mis apuntes en la biblioteca, recibí un mensaje de Alesha. "Necesitamos hablar. Es urgente." Me sorprendió la seriedad en su tono y me dirigí al lugar de encuentro que habíamos acordado.
"Alesha, ¿qué sucede?" le pregunté al verla.
Ella me miró con preocupación. "He estado notando que algo te está afectando profundamente. Sé que no quieres hablar sobre ello, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti."
No pude contener las lágrimas y le conté todo. Sobre Rogand, sobre la lucha interna y la tensión con mi padre. Alesha me escuchó en silencio, ofreciéndome su apoyo incondicional.
"Esto no será fácil," dijo con suavidad. "Pero no tienes que enfrentar todo esto sola. Estoy aquí para ayudarte a encontrar una solución."
Sus palabras me dieron una nueva perspectiva. Sabía que tendría que enfrentar desafíos y conflictos, pero no tenía que hacerlo sola. Con el apoyo de Alesha y con el tiempo para reflexionar, comencé a trazar un camino hacia la reconciliación y la resolución de este dilema que amenazaba con consumirlo todo.
Sin embargo, el conflicto estaba lejos de resolverse. Rogand y yo seguimos encontrándonos en reuniones y eventos familiares, y cada encuentro era un recordatorio doloroso de lo que habíamos perdido. Mis sentimientos por él no desaparecieron, pero traté de mantenerme firme en mi decisión de distanciarme.
Un día, mientras paseaba por el parque, me encontré con Rogand. Estaba sentado en un banco, mirando pensativo hacia el horizonte. Me acerqué lentamente, sintiendo una mezcla de ansiedad y añoranza.
"¿Puedo sentarme?" le pregunté en voz baja.
Él asintió y me hizo un gesto para que me sentara a su lado. Nos quedamos en silencio durante unos minutos, contemplando el paisaje y la belleza del entorno.
"Te he echado de menos," dijo finalmente, rompiendo el silencio. "Pero entiendo por qué decidiste alejarte."
"Yo también te he echado de menos," respondí, sintiendo un nudo en la garganta. "Pero no podía seguir viviendo con esa tensión constante. Necesitaba encontrar una manera de reconciliar mis sentimientos con mis responsabilidades."
"Lo sé," dijo Rogand, con un tono de resignación en su voz. "Y respeto tu decisión. Pero quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, sin importar lo que pase."
Nos miramos a los ojos, y en ese momento, supe que nuestro amor nunca desaparecería por completo. Pero también comprendí que a veces, el amor verdadero implica sacrificios y decisiones difíciles.
A medida que el tiempo pasó, encontré una manera de equilibrar mis sentimientos y mis responsabilidades. Con el apoyo de Alesha y la comprensión de Rogand, empecé a reconstruir mi vida, enfocándome en mis estudios y en la empresa familiar.