Laura.
Ese era el nombre de la mujer estirada que me atendió.
Ella hablaba y hablaba sin parar, intentando elogiarme por mi apellido, lo que siempre hacían las personas al enterarse que era una Blaces, nada nuevo, pero a pesar de su vómito verbal, yo no le prestaba atención pues mi mirada estaba sobre un chico:
El chico tenia el cabello negro azabache abundante y revuelto, como sí no supiera que existían los cepillos, iba vestido con un pantalón de mezclilla negro, una playera del mismo color y una sudadera gris oscura, sus pies iban calzados por unos converse blancos que tenían un estampado de aguacates que, si me permiten decir no iban a corde con su vestimenta. En sus ojos habían unas notables ojeras y mantenía una expresión de aburrimiento y de querer estar en cualquier lugar menos ahí.
Ese chico eras tú claramente, y me parece que el hecho de recordar como ibas vestido ese día debe significar algo ¿no?