Una de las tantas veces en las que me ocultaba de María, me salí por la puerta por dónde sacaban los autos de los profesores y no por la principal. Cuando terminé de rodear el edificio y llegué a la avenida, volteé a ver el jardín de Jacarandas violetas que adornaban la entrada y formaba parte de la academia, te vi sentado con la espalda recargada en un árbol de las mismas.
Mantenías la vista fija en un libro que sostenías en tus manos y que desde mi posición se me hacía imposible leer el título, así mismo, unos audífonos tapaban tus orejas. Noté que llevabas las mismas converse de la primera vez y nuevamente me pareció extraña la forma en la que contrastaban con tu vestimenta oscura.
Salí de la pequeña burbuja en la que me había metido cuando tus ojos se levantaron del libro y se toparon con los mios, aparté la mirada rápidamente, en un intento de disimular que te estaba observando fijamente.
Pasé la calle, lista para subirme a mi auto, pero no aguanté las ganas y me volteé para poder observarte otra vez, creyendo que tú ya habías retomado tu lectura, pero no fue así ya que al hacerlo noté como aún me veías, ya no llevabas los audifonos puestos, ahora estos reposaban sobre tus hombros y habías dejado el libro de lado para poder observarme bien. Tu cara no reflejaba nada, estaba neutra.
Me subí al auto y no miré hacia atrás.