El sueño del daimon

Capítulo 5. Sentimientos contradictorios

Yerutí logró atrapar a un yaguareté y despellejarlo para comer su carne. Anahí quedó asombrada por la habilidad de la daimon de cazar a un felino ágil, tanto que no paraba de mirarla y preguntarse cómo podía desenvolverse fácilmente en la selva siendo criada en cautiverio.

  • En la tribu de donde escapé, entrenaban a los daimones para pelear y cazar – le explicó Yerutí - ¿Acaso en su tribu no hacen eso?
  • No – respondió Anahí, mostrando una expresión de tristeza – los daimones son cazados por sus cotizados cuernos y plumas. De hecho, mi padre confeccionó su propio tocado de plumas de daimon. Sí, lo sé. Suena muy cruel.
  • La verdad, preferiría que me hubiesen matado en lugar de vivir este infierno – dijo Yerutí, dando un fuerte mordisco al trozo de carne del felino – no te imaginas el tormento que sufre mi gente cuando son arrancados de sus padres en plena infancia.

Anahí evitó mirar a Yerutí por un buen rato. Como un intento de romper con esa tensión, decidió prender fuego para cocinar la parte de la carne que le tocó consumir. Mientras frotaba unos palillos junto a hojas secas que logró juntar para la fogata, realizó un cántico con el que logró convocar al espíritu del fuego y aire y, así, generar unas llamas más potentes de forma rápida y efectiva.

  • Eres buena – dijo Yerutí, sorprendiéndose por la habilidad de su peculiar compañera humana.
  • Mi padre lo habría hecho en segundos – respondió Anahí, con un leve sonrojo por el halago - ¿Sabes? Pertenezco a una tribu donde no es común que las mujeres sea chamanes. Pero como fui la única que nació con el don, era la mejor candidata para suplantar a mi padre cuando éste llegase a sus últimos años de vida. Pero entonces… lo desterraron. Y fui con él.
  • ¿Desterrado? – preguntó Yerutí - ¡Pero él me dijo que huyó de la tribu!
  • Lo dice para no herir su orgullo – Confirmó Anahí, haciendo una breve pausa para masticar su carne. Una vez que tragó su bocado, continuó - ¿Sabes? Nuestra tribu fue afectada por una epidemia y el cacique culpó a mi padre de haber causado la enfermedad ya que, por más que trataba, no lograba curar a los enfermos. Así es que lo desterró para demostrar su culpabilidad. Y como él es mi única familia, decidí seguirlo para apoyarlo en sus sesiones chamánicas.

Yerutí no hizo comentario alguno. En realidad, sintió una extraña sensación al ver que estaba charlando con una humana como si fuesen “iguales”. Era la primera vez que no la trataban con menosprecio, como si fuese una bestia irracional como las que pululaban en los bosques. Aun así, sus sentimientos eran contradictorios. Le caía bien Anahí, pero seguía siendo una humana. Y los humanos no eran de confiar. Debía mantenerse alerta por si planeaba “algo más” en el viaje.

  • ¿Mi padre te habló de los guardianes? – le preguntó Anahí a Yerutí, interrumpiendo sus pensamientos.
  • Sí – respondió Yerutí – dijo algo de que custodiaban las llaves del cielo.
  • ¿Y te explicó el porqué los quería?
  • No.
  • ¡¿¡Y aceptaste ayudarlo así, sin más!?! – preguntó Anahí, con los ojos bien abiertos.
  • Bueno, si no recolecto las llaves, no salvará a mi hermano. ¿Entiendes? – respondió Yerutí, inflando sus mejillas por recordar aquella humillación de hacia unos instantes - ¡Me da igual lo que haga con ellas! ¡Yo solo quiero salvar a Arandú y ser una daimon libre!

Anahí suspiró, ya que se percató de que Yerutí eran de las que reaccionaba de forma impulsiva. Siguió comiendo en silencio y, cuando procedió a asar el siguiente trozo de carne, decidió seguir con la conversación.

  • Se cree que las llaves de la morada celestial pueden cumplir cualquier deseo. Pero, para eso, debes enfrentar a los siete guardianes que están escondidos en los siete templos. Cada templo se encuentra localizado en los distintos rincones de la Selva Guaraní, ya que fue en estas tierras donde surgieron los primeros humanos. Ahora mismo nos estamos dirigiendo al templo del perro-lagarto, localizado en las cavernas del cerro Yaguarón. Dicen que es de los guardianes más inofensivos, pero, también, quien “lidera” a los demás: Si vencemos a éste, someteremos al resto.
  • ¿Y por qué me cuentas todo esto?
  • ¿No tienes algún sueño que quieras cumplir? ¿Algo que “desvíe” los deseos de mi padre para hacer realidad tu sueño?

Yerutí estuvo a punto de responder cuando escuchó el sonido de unas pisadas fuertes. Soltó el trozo de carne que le sobró y se incorporó, mirando por los alrededores. Anahí la imitó y se acercó a ella. Enseguida apareció de entre las sombras de los árboles un daimon… o eso parecía. Era un hombre de mediana estatura, con un par de cuernos cortados casi al ras de su cabeza y, al igual que Yerutí, lucía unas extrañas salientes de piel en su espalda en lugar de alas. El sujeto, al verlas, mostró una sonrisa tétrica, como si se encontrase en pleno delirio.

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NOTA DE LA AUTORA: existe una leyenda sobre una joven indígena llamada Anahí, la cual fue capturada por los colonizadores que la quemaron viva. Sin embargo, su cuerpo se convirtió en un árbol de flores rojas. En esta historia la chamana Anahí usará bastante el fuego como un guiño a la leyenda.




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