El sueño del daimon

Capítulo 12. Las dudas de Chapai

Angapovó intentó zafarse pero, por cada movimiento, se hundía más y más. Anahí, al ver esto, le pidió:

  • ¡Quédate quieto! Si te mueves, nos tragará más rápido.

Yerutí, al ver a sus compañeros en problemas, fue directo a ellos para ayudarles. Pero Jaimei le bloqueó el camino y le dio una fuerte patada que la mandó volar varios metros de distancia.

  • ¡Si quieres ayudarles, debes derrotarme primero! – le desafió Jaimei.
  • ¡Si no los liberas ahora, le haremos daño a Chapai! – le amenazó Yerutí.
  • ¿Qué? ¿Piensan que pueden matar a mi hermano? ¡Jah! ¡Cometen un error en subestimar a los guardianes, criaturas endemoniadas!

Jaimei lanzó un fuerte grito que sonaba similar al de un papagayo, haciendo que los tímpanos de Yerutí casi se rompieran. Tras esto, la volvió a golpear y, esta vez, invocó un remolino de agua mezclada con lodo blando y que rodeó el cuerpo de la joven daimon.

  • ¡No! ¡Yerutí! – gritó Angapovó, sintiéndose patético por no poder cumplirle su promesa.

Anahí volvió a realizar sus rezos pero, esta vez, los espíritus del agua y la brisa decidieron ignorar sus peticiones. Las habilidades del guardián del agua estaban a otro nivel.

Lambaré, quien se había quedado al margen junto con Chapai, se propuso a ir a ayudar a Anahí. Pero el guardián de la oscuridad lo detuvo diciéndole:

  • De nada servirá, humano. Solo serás un estorbo.
  • ¿Y qué propones que haga? ¡No puedo quedarme de brazos cruzados! – dijo Lambaré, al borde de la desesperación. Luego, intentó mantener la mente fría apuntándolo con su lanza en la zona del corazón - ¡Si no me dices cómo derrotarlo, te mato!
  • Hazlo y nunca cumplirán sus deseos – dijo Chapai, con calma – es por eso que nos buscan, ¿no? No des tantas vueltas, solo libérame y detendré a mi hermano… aún con mis poderes sellados.
  • ¿Cómo sé que no intentas engañarme?

El grito de Anahí lo distrajo y vio cómo la joven ya solo se le veía la cabeza. Mientras gritaba su nombre, el guardián de la oscuridad aprovechó la distracción para cortar las sogas con el filo de la lanza y lograr liberarse solito.

Una vez que sus manos estuvieron libres, se alejó rápidamente del estupefacto Lambaré y corrió directo hacia Jaimei, abalanzándose sobre él y aprisionándolo en el suelo con su cuerpo. El guardián del agua comenzó a agitar las manos, pero el guardián de la oscuridad los atrapó ágilmente y los torció por su espalda, dejándolo completamente inmovilizado.

Gracias a esto, el remolino de agua desapareció y Yerutí logró liberarse. La joven daimon fue directo hacia Anahí y Angapovó para ayudarlos a salir de la arena movediza. Lambaré se acercó a Anahí, pero, en vez de abrazarla, solo bajó la cabeza y dijo:

  • Perdón, dejé escapar al guardián y ahora está libre por mi desidia.

Mientras el grupo se recuperaba, Jaimei forcejeaba, pero incluso él no podía con el anormal peso del cuerpo de Chapai.

  • ¿Por qué los ayudas? – le preguntó el guardián del agua a su hermano, al ver que no tenía escapatoria.
  • Fui derrotado – respondió Chapai, con un tono de decepción – y no tuve otra opción más que entregarme. Los humanos y daimones ya no se atacan entre sí, algunos forman alianzas. Estamos desactualizados, hermanito.
  • ¡Bah! ¡Seguro que te rendiste por flojo! – se quejó Jaimei, inflando las mejillas - ¡Siempre apelaste a la ley del menor esfuerzo! ¡Típico de ti!
  • Puede ser – dijo Chapai – Pero, también, me dio curiosidad por saber qué tanto cambió el mundo de los humanos. ¿No sientes lo mismo?
  • No quiero saber nada desde aquella traición.
  • Ok, veo que sigues igual de rencoroso. Pero ahora tengo una gran duda que me ha estado carcomiendo desde que me capturaron. Es… vergonzoso de decirlo.
  • ¡Di lo que tengas que decir y suéltame, que eres muy pesado!
  • Está bien… Tú… ¿Eres hombre o mujer?

Un largo silencio reinó en el templo del loro sin extremidades. Incluso los demás quedaron impresionados por la pregunta del guardián de la oscuridad. En verdad se quedó con esa duda cuando tuvieron aquella conversación. Al final, Jaimei solo exclamó:

  • ¿En serio esa es la gran duda que no te deja dormir? ¡Imbécil! ¡Ni siquiera conoces a tus hermanos!

La discusión fue interrumpida cuando Anahí invocó a los espíritus del fuego y el polvo para rodear a ambos guardianes con un círculo de fuego. Jaimei, al sentir tanto calor, clamó por clemencia:

  • ¡Está bien! ¡Me rindo! ¡Odio el fuego!
  • ¿Será algo de los guardianes? – se preguntó Yerutí - ¡Es el segundo que dice que odia las llamas!

Chapai liberó a su hermano y dejó que Lambaré volviera a atarle las manos. Por su parte, Anahí colocó la cuerda alrededor del cuello de Jaimei, que se quedó debilitado por el calor de las llamas. Y antes de darse cuenta, también sus manos fueron atadas.

  • ¡Esto es tan humillante! – se quejó el guardián del agua - ¡Y pensar que los guardianes, los grandes confidentes de los dioses, fuimos sometidos por unos simples mortales!
  • Descuida. Cuando terminemos esto, los liberaremos – dijo Anahí, ignorando el insulto del guardián – Ahora solo falta ir por el resto.
  • ¿También irán tras Luriel, Kunumi, Katu, Eireka y Juicho? ¡Pero qué osadía!
  • ¿Entonces así se llaman el resto de los guardianes? – preguntó Yerutí – Bueno, espero que sean más cooperativos que ustedes dos. No puedo perder el tiempo, tengo algo urgente que hacer.

El grupo entero, ya con los guardianes controlados, procedieron a alejarse de la unión de los dos grandes ríos y regresar hacia el bosque. Esta vez, la tierra se volvió más seca y el calor húmedo se amortiguó. Angapovó y Lambaré se quedaron con los guardianes, mientras que Yerutí y Anahí caminaron hacia adelante. La joven daimon notó que la hija del chamán estaba muy cabizbaja y meditabunda, como si lamentara el no poder haber sido útil en la última batalla. Yerutí, para romper la tensión, le dijo:

  • De no ser por ti, me habría ahogado. Así es que, aunque seas una humana, por esta vez te daré las gracias.




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