Angapovó intentó zafarse pero, por cada movimiento, se hundía más y más. Anahí, al ver esto, le pidió:
Yerutí, al ver a sus compañeros en problemas, fue directo a ellos para ayudarles. Pero Jaimei le bloqueó el camino y le dio una fuerte patada que la mandó volar varios metros de distancia.
Jaimei lanzó un fuerte grito que sonaba similar al de un papagayo, haciendo que los tímpanos de Yerutí casi se rompieran. Tras esto, la volvió a golpear y, esta vez, invocó un remolino de agua mezclada con lodo blando y que rodeó el cuerpo de la joven daimon.
Anahí volvió a realizar sus rezos pero, esta vez, los espíritus del agua y la brisa decidieron ignorar sus peticiones. Las habilidades del guardián del agua estaban a otro nivel.
Lambaré, quien se había quedado al margen junto con Chapai, se propuso a ir a ayudar a Anahí. Pero el guardián de la oscuridad lo detuvo diciéndole:
El grito de Anahí lo distrajo y vio cómo la joven ya solo se le veía la cabeza. Mientras gritaba su nombre, el guardián de la oscuridad aprovechó la distracción para cortar las sogas con el filo de la lanza y lograr liberarse solito.
Una vez que sus manos estuvieron libres, se alejó rápidamente del estupefacto Lambaré y corrió directo hacia Jaimei, abalanzándose sobre él y aprisionándolo en el suelo con su cuerpo. El guardián del agua comenzó a agitar las manos, pero el guardián de la oscuridad los atrapó ágilmente y los torció por su espalda, dejándolo completamente inmovilizado.
Gracias a esto, el remolino de agua desapareció y Yerutí logró liberarse. La joven daimon fue directo hacia Anahí y Angapovó para ayudarlos a salir de la arena movediza. Lambaré se acercó a Anahí, pero, en vez de abrazarla, solo bajó la cabeza y dijo:
Mientras el grupo se recuperaba, Jaimei forcejeaba, pero incluso él no podía con el anormal peso del cuerpo de Chapai.
Un largo silencio reinó en el templo del loro sin extremidades. Incluso los demás quedaron impresionados por la pregunta del guardián de la oscuridad. En verdad se quedó con esa duda cuando tuvieron aquella conversación. Al final, Jaimei solo exclamó:
La discusión fue interrumpida cuando Anahí invocó a los espíritus del fuego y el polvo para rodear a ambos guardianes con un círculo de fuego. Jaimei, al sentir tanto calor, clamó por clemencia:
Chapai liberó a su hermano y dejó que Lambaré volviera a atarle las manos. Por su parte, Anahí colocó la cuerda alrededor del cuello de Jaimei, que se quedó debilitado por el calor de las llamas. Y antes de darse cuenta, también sus manos fueron atadas.
El grupo entero, ya con los guardianes controlados, procedieron a alejarse de la unión de los dos grandes ríos y regresar hacia el bosque. Esta vez, la tierra se volvió más seca y el calor húmedo se amortiguó. Angapovó y Lambaré se quedaron con los guardianes, mientras que Yerutí y Anahí caminaron hacia adelante. La joven daimon notó que la hija del chamán estaba muy cabizbaja y meditabunda, como si lamentara el no poder haber sido útil en la última batalla. Yerutí, para romper la tensión, le dijo: