Capítulo 14. Una clara desventaja
- Es Pombero – susurró la hija del chamán a su amigo.
- ¿Pombero?
- Sí. Es un daimon, similar a Yerutí. Ambas fuimos atacadas por él antes de llegar al cerro Yaguarón.
Los sonidos dejaron de escucharse. Lambaré no dejaba de apuntar con su lanza. Anahí se aferró al brazo de su amigo. En instantes, lo atrajo hacia sí y gritó:
Una piedra fue lanzada directo a la cabeza del joven guerrero quien, tras la advertencia de su amiga, logró esquivar el proyectil a tiempo.
- ¡Increíble! – dijo una voz siseante, proveniente de entre la oscuridad del bosque.
- ¡Manifiéstate, criatura desgraciada! – le ordenó Lambaré, apuntando su lanza hacia la dirección donde escuchó la voz
- ¿En verdad piensas que puedes enfrentarte solo a un daimon, humano? – continuó Pombero quien, repentinamente, apareció y le propinó un fuerte golpe en el pecho.
El muchacho intentó protegerse con su lanza, la cual fue partida por la mitad, terminando así recibiendo el puñetazo. Anahí gritó y Pombero, rápidamente, fue hacia ella como para atraparla.
Por suerte, los gritos de la muchacha llegaron hasta el campamento, logrando despertar a Yerutí y Angapovó que fueron al rescate. Es así como ambos daimones detuvieron a Pombero y lo lanzaron varios metros de distancia para alejarlo de Anahí.
Pombero, al ver que el grupo aumentó de número, solo atinó a mirarlos con desprecio y marcharse de inmediato.
- Ese daimon tiene buen olfato – observó Angapovó – solo así pudo acecharlos en plena oscuridad.
- ¡Uuuggh! ¡Maldición! – bramó Lambaré, mientras miraba su lanza partida
Anahí se acercó a su amigo y lo abrazó por detrás, haciendo que el joven se sintiera incómodo y exclamara:
- Por favor, déjame. Esto fue humillante.
- Hiciste lo que pudiste – le dijo Anahí – recuerda que un guerrero solitario no puede enfrentarse a un daimon suelto. ¡Son más inteligentes que las demás criaturas de la selva!
- Aun así, todavía me siento culpable por no poder cuidar de ti.
Mientras hablaban, Yerutí solo atinó a ver en dirección hacia donde escapó Pombero y dijo:
- Aún nos observa desde lejos. Espera a que dejemos a Anahí sola. ¡Es a ella a quien quiere!
- ¿Pero por qué? – preguntó Lambaré
- Porque él también busca lo mismo que nosotras – respondió Anahí – y nos escuchó decir que solo yo sé la ubicación de cada templo. ¡Fuimos muy descuidadas!
- Será mejor que regresemos – dijo Angapovó – pero no se separen de mí, quién sabe en qué momento volverá a atacar.
De inmediato, los cuatro fueron al campamento donde dejaron atados a los dos guardianes. Éstos todavía seguían durmiendo, por lo que se sorprendieron al ver cómo no se habían despertado con tanto escándalo.
- Mientras Pombero no sepa sobre cómo obtener esas llaves, todo perfecto – dijo Anahí – él aún no se enteró que se encuentra en el interior de los guardianes.
- Será mejor que tengamos cuidado con nuestras palabras a partir de ahora – dijo Yerutí – ese daimon no sé cómo lo hace, pero su oído es muy agudo.
- Bueno, tu oído también es muy bueno – señaló Angapovó – por algo conseguiste encontrarme cuando caí en esa trampa. Solo falta entrenarlo.
- Mi hermano también me decía lo mismo, así es que debe ser cierto – pensó Yerutí.
- Sea lo que sea, hablemos solo lo necesario – dijo Lambaré, quien se estaba recuperando del golpe con una pócima preparada por Anahí – odio admitirlo, pero los humanos somos más débiles que los daimones, por eso los capturamos en grupos. Así es que tendremos que distribuirnos mejor la vigilancia en base a esa premisa.
- Con esto, no creo que pueda dormir bien – lamentó Anahí.
- Igual trata de descansar – le recomendó Yerutí – que todavía tenemos mucho camino que recorrer.
El repentino ataque les impidió pegar un ojo en toda la noche. No sabían si aún Pombero seguía acechando a lo lejos o, por el contrario, decidió desistir de su idea. Pero de lo que estaban seguros era que, esta vez, debían persuadir al siguiente guardián para aliarse con ellos por propia voluntad y, así, conseguir terminar la misión lo más pronto posible.