El sueño del daimon

Capítulo 18. Pelea de idiotas

Tanto Yerutí como Anahí comenzaron a sonrojarse ante semejante belleza. Lambaré se sintió extraño, ya que pensaba que Kunumi era bien apuesto pero, a la vez, le generaba una alta envidia al percatarse de cómo a Anahí se le caía baba a la boca con tan solo verlo.

Kunumi, al darse cuenta de que tenía visitas inesperadas en su templo/isla, se levantó y dirigió su mirada a cada uno de los integrantes del grupo. Al contrario que en los casos anteriores, ignoró por completo a sus hermanos y se acercó directo a Anahí, con una velocidad impresionante que nadie se percató de sus movimientos. Apenas estuvo delante de la muchacha, la tomó de las manos y le dijo con una voz seductora:

  • ¿Acaso eres una enviada de los dioses? Porque es imposible que una humana se vea tan encantadora.

Lambaré, al ver semejante atrevimiento, movió su lanza enérgicamente entre los dos, a modo de separarlos. Kunumi miró a Lambaré y, mostrándole una sonrisa pícara, le dijo:

  • ¿Acaso estás celoso?

Las mejillas de Lambaré comenzaron a colorearse intensamente. Pronto, el joven guerrero enloqueció de ira y comenzó a atacar al guardián del sexo con su lanza. Kunumi solo atinó a esquivarlo, mientras no paraba de reír.

  • Voy a ayudarlo – dijo Angapovó, pero Anahí lo tomó del brazo y le dijo:
  • ¡Déjalo! Lambaré no corre ningún peligro en estos momentos. Déjenlo “lucirse” un rato, al menos hasta que Kunumi le dé una lección.

Aunque mantuvo un tono de voz neutro, emanaba una gran tensión en su rostro que hizo temblar a algunos de los guardianes.

  • Anahí tiene razón – dijo Chapai – Kunumi no es de los guardianes que matan… aunque siento que esto puede durar una eternidad.
  • Sí – dijo Jaimei – Lambaré es muy terco y obstinado. Y ahora se topa con el guardián más atrevido de todos, que buscará provocarlo a propósito. La verdad no puedo tolerarlo.
  • Bien. Detendré a Kunumi – dijo Yerutí quien, haciendo caso omiso a Anahí, fue directo a golpear al guardián.
  • ¡Ah! ¡Y ahí va la testaruda! – dijo Anahí, dando un suspiro.

Tanto Yerutí como Lambaré comenzaron a pelear contra Kunumi, quien solo atinaba a esquivar la lanza y bloquear los puñetazos.

  • ¡Oye! ¿2 contra uno? ¡Es algo injusto! – comentó Kunumi, con un falso tono de preocupación.
  • ¡No te hagas de la víctima! – le dijo Yerutí - ¡Bien que lo estás disfrutando!
  • Siempre fantaseé con ser azotado por una daimon encantadora – dijo Kunumi, con un tono atrevido - ¿Y si nos vamos por ahí, a recorrer las praderas y disfrutar de los mangos en medio de una pasión salvaje?
  • Es más divertido pelear – respondió Yerutí
  • ¡Ouch! ¡Es la primera vez que me rechazan!
  • ¡Ya déjate clavar por mi lanza, engendro! – le dijo Lambaré, interrumpiendo el galanteo del atrevido guardián.
  • Creí que se la querías clavar a la muchacha – dijo Kunumi, ocasionando que Lambaré enrojeciera aún más de lo que ya estaba – pero descuida, soy muy abierto de mente. Mi amor va por todos por igual.
  • ¡No digas cosas asquerosas!

Kunumi, Yerutí y Lambaré no dejaban de pelear y cubrir todo el terreno de la pequeña islita del lago, mientras el resto del grupo solo atinaba a mirarlos como si viesen un espectáculo orquestado por niños malcriados.

En algún momento de la pelea, Lambaré y Yerutí quedaron al borde de la isla y, sin percatarse de eso, dieron un paso en falso y cayeron al agua. Inmediatamente, Kunumi fue tras Yerutí y la alzó en brazos, para luego decirle:

  • De cerca te ves encantadora de cerca. Disculpa por mi descortesía, joven dama.

Lambaré sacó su cabeza y se acercó a la orilla de la islita, siendo ayudado por Angapovó. Luego, el joven guerrero se acercó a Anahí e intentó hablar con ella, pero la muchacha desvió la mirada y se alejó de él.

Kunumi colocó a Yerutí delicadamente en el suelo, miró el repentino rechazo de la hija del chamán con el joven guerrero y, luego de dar un silbido, comentó:

  • ¡Eso sí debió doler!
  • ¿Acaso quieres que te vuelva a atacar? – le amenazó Lambaré, apuntándolo con el puño.
  • Bueno, tranquilízate, solo estaba jugando – dijo Kunumi, esta vez, levantando las manos – Puedes quedártela, no me interesa.
  • ¡Pues es un “juego” de mal gusto! – dijo Yerutí, con enojo - ¿En verdad eres un guardián! ¡Eres demasiado atrevido en comparación a tus hermanos!

Kunumi estuvo a punto de decir algo cuando su cuerpo comenzó a moverse de una forma extraña. Todos dirigieron sus miradas a Eireka, quien señalaba al guardián del sexo con su bastón de oro, diciéndole:

  • Se acabó. Te vienes con nosotros quieras o no.
  • ¿Qué? – dijo Kunumi, intentando controlar su cuerpo sin éxito - ¡Pero no podemos abandonar nuestros templos! ¿Qué no se acuerdan de…?
  • Sí, sí, ya te oímos – dijo Jaimei, impaciente - ¡Pero esto es una emergencia! Así es que te vienes con nosotros por las buenas… ¡O por las malas!
  • Bueno, ya entendí. ¡Déjenme libre!

Eireka dejó de apuntar a Kunumi con su bastón. Anahí, de inmediato, tomó la manta que confeccionó durante el viaje y se la colocó por encima de los hombros del guardián. Es así como el efecto de su aroma se disipó y, aunque todavía lucía apuesto físicamente, ya no generaba esa incómoda sensación de experimentar con él el placer sexual.

La hija del chamán volvió a separar las aguas y, así, regresaron a la orilla. Montaron campamento cerca del lago para descansar y, así, seguir con más energías al siguiente templo.

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N/A: Kunumi está inspirado en una criatura mitológica llamada Kurupi. Se dice que tenía el aspecto de un hombre feo, con un miembro tan largo que lo envolvía en su cintura y los pies al revés por lo que, cuando escapaba con sus víctimas, sus perseguidores nunca podían saber hacia dónde se dirigía. En el mito explica que embaraza a las mujeres con su largo miembro y, por lo general, ataca a la que van solas por el bosque. Sin embargo, cuando éstas dan a luz, sus hijos mueren en pocos días. La única forma de vencerlo es cortándole el falo. 




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