Tanto Yerutí como Anahí comenzaron a sonrojarse ante semejante belleza. Lambaré se sintió extraño, ya que pensaba que Kunumi era bien apuesto pero, a la vez, le generaba una alta envidia al percatarse de cómo a Anahí se le caía baba a la boca con tan solo verlo.
Kunumi, al darse cuenta de que tenía visitas inesperadas en su templo/isla, se levantó y dirigió su mirada a cada uno de los integrantes del grupo. Al contrario que en los casos anteriores, ignoró por completo a sus hermanos y se acercó directo a Anahí, con una velocidad impresionante que nadie se percató de sus movimientos. Apenas estuvo delante de la muchacha, la tomó de las manos y le dijo con una voz seductora:
Lambaré, al ver semejante atrevimiento, movió su lanza enérgicamente entre los dos, a modo de separarlos. Kunumi miró a Lambaré y, mostrándole una sonrisa pícara, le dijo:
Las mejillas de Lambaré comenzaron a colorearse intensamente. Pronto, el joven guerrero enloqueció de ira y comenzó a atacar al guardián del sexo con su lanza. Kunumi solo atinó a esquivarlo, mientras no paraba de reír.
Aunque mantuvo un tono de voz neutro, emanaba una gran tensión en su rostro que hizo temblar a algunos de los guardianes.
Tanto Yerutí como Lambaré comenzaron a pelear contra Kunumi, quien solo atinaba a esquivar la lanza y bloquear los puñetazos.
Kunumi, Yerutí y Lambaré no dejaban de pelear y cubrir todo el terreno de la pequeña islita del lago, mientras el resto del grupo solo atinaba a mirarlos como si viesen un espectáculo orquestado por niños malcriados.
En algún momento de la pelea, Lambaré y Yerutí quedaron al borde de la isla y, sin percatarse de eso, dieron un paso en falso y cayeron al agua. Inmediatamente, Kunumi fue tras Yerutí y la alzó en brazos, para luego decirle:
Lambaré sacó su cabeza y se acercó a la orilla de la islita, siendo ayudado por Angapovó. Luego, el joven guerrero se acercó a Anahí e intentó hablar con ella, pero la muchacha desvió la mirada y se alejó de él.
Kunumi colocó a Yerutí delicadamente en el suelo, miró el repentino rechazo de la hija del chamán con el joven guerrero y, luego de dar un silbido, comentó:
Kunumi estuvo a punto de decir algo cuando su cuerpo comenzó a moverse de una forma extraña. Todos dirigieron sus miradas a Eireka, quien señalaba al guardián del sexo con su bastón de oro, diciéndole:
Eireka dejó de apuntar a Kunumi con su bastón. Anahí, de inmediato, tomó la manta que confeccionó durante el viaje y se la colocó por encima de los hombros del guardián. Es así como el efecto de su aroma se disipó y, aunque todavía lucía apuesto físicamente, ya no generaba esa incómoda sensación de experimentar con él el placer sexual.
La hija del chamán volvió a separar las aguas y, así, regresaron a la orilla. Montaron campamento cerca del lago para descansar y, así, seguir con más energías al siguiente templo.
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N/A: Kunumi está inspirado en una criatura mitológica llamada Kurupi. Se dice que tenía el aspecto de un hombre feo, con un miembro tan largo que lo envolvía en su cintura y los pies al revés por lo que, cuando escapaba con sus víctimas, sus perseguidores nunca podían saber hacia dónde se dirigía. En el mito explica que embaraza a las mujeres con su largo miembro y, por lo general, ataca a la que van solas por el bosque. Sin embargo, cuando éstas dan a luz, sus hijos mueren en pocos días. La única forma de vencerlo es cortándole el falo.