El grupo contempló el hermoso cielo azul que se unía en la lejanía en aquella línea conformada por los verdes arboles de la Selva Guaraní. También se maravillaron al ver algunos motes rosados pertenecientes a los lapachos, mostrando así una escena atípica otoñal del lugar.
Anahí se bajó de la espalda de Yerutí y se acercó a Lambaré. Al ver que este tenía las piernas llenas de rasguños y moretones, procedió a curarlo. Y mientras lo hacía, una voz potente los sorprendió:
Tras un largo y tenso silencio, surgió el guardián del aire de entre los matorrales. Su apariencia era la de un hombre alto de piel anaranjada, con ojos amarillos intensos y un par de cuernos que se situaban casi cerca de sus cejas, sobresaliendo de su frente. Miro a Chapai fijamente, como si le estuviese leyendo la mente. Luego, dirigió su mirada hacia Jaimei, Eireka y Kunumi, quien tragó saliva al sentirse examinado. Después miro a Yerutí, Angapovó, Anahí y Lambaré, mostrando un ligero desprecio. Al final, volvió a fijarse en su hermano mayor y le dijo:
Luriel se cruzó de brazos, poniéndose pensativo. Era como si le costase digerir todo lo que le dijeron sus hermanos. Y como no emitía comentario alguno, Yerutí se desespero y dijo:
Luriel miro a Yerutí con una mirada inquisitoria. Esta se estremeció, pero siguió hablándole de la situación:
Los ojos de Yerutí se humedecieron y esto hizo que los ojos de Luriel se abrieran ligeramente de la impresión. Al final, relajo su semblante y dijo:
Todos asumieron con la cabeza, incluido los guardianes. Tanto Anahí como Yerutí concluyeron que Luriel, al igual que Chapai, era de los guardianes más respetados y quienes se encargaban de guiar a los demás.
Mientras el sol se ocultaba tras los espesos árboles, Yerutí y Anahí fueron a bañarse en la pequeña laguna mientras los muchachos preparaban el campamento. Hacia mucho que no tenían un momento a solas y, en esos instantes, se sintieron más unidas que nunca. Estaban esperanzadas de que, pronto, terminarían con su misión y podrían seguir con sus respectivos destinos.
Anahí miro a un costado, aun dudando en decirle o no la verdad. Pero ya que se lo había dicho a Lambaré, pensó que Yerutí con más razón debía saberlo, y mas si la vida de Arandú estaba en juego. Así es que se lo explicó, de forma bien clara, lo que en verdad planeaba Marangatú con las llaves. Y al terminar su explicación, Yerutí se quedó completamente seria ya que comprendía la gravedad de la situación. Sabía que Anahí tenía un plan, pero si un hombre poseía tal ambición y, encima, era un experto en someter a los espíritus de la naturaleza a voluntad, difícilmente podrían hacerle frente sin contar con el apoyo de los guardianes. Además, Arandú todavía estaba con él y dudaba mucho de que, aun estando sano, pudiese escapar de las manos del chaman ileso.
Yerutí salió de la laguna y comenzó a sacudirse. Luego miro a Anahí y le dijo:
Anahí se sorprendió ya que era la primera vez que Yerutí le sonreía. Sintió su corazón cálido y se juró guardar ese momento ya que lo necesitaría para enfrentarse a lo inevitable.
Tras largo tiempo meditando en el agua, decidió salir para recostarse en la orilla y contemplar las estrellas. La noche se sentía tranquila y solo tenia deseos de practicar su habilidad. Esa vez, intento comunicarse con el espíritu de la luna y el cosmos, pero solo el silencio le respondió. Todavía no gano suficiente experiencia para comprender sus señales.