El sueño del daimon

Capítulo 21. Intereses cruzados

  • Esto es mi culpa. Si no la hubiese dejado sola… - se lamentó Yerutí luego de bajar del cerro Acahay.
  • En realidad, fue imprudente despejar ese torbellino – reflexionó Eireka, mientras miraba su báculo dorado – Pero no tenía opción si queríamos hablar con Luriel…
  • No es hora de lamentos – intervino Chapai – Hay que alcanzarlos antes de que lleguen al siguiente templo.
  • ¿Y dónde queda? – preguntó un ansioso Lambaré.

Los guardianes se quedaron pensativos, como si estuviesen recordando dónde exactamente se localizaba. Al final, Luriel se llevó una mano en la cabeza mientras decía:

  • El problema es que el “templo” abarca toda la cordillera de Amambay situada al noroeste de nuestra ubicación… y… bueno… sería difícil localizarlo en su ambiente natural.
  • La única forma de atraerlo es con carne cruda – dijo Kunumi – pero no me agradaría acarrear un trozo en mis manos… ¡Da escalofríos de sólo recordar cómo tragaba esos trozos de oveja degollada como un manjar!
  • ¡Suena a alguien terrible! – opinó Angapovó, llevando ambas manos en su boca por la impresión.
  • Se lo conoce como el guardián de la tierra ya que, según algunas versiones, fue él quien creó esa cordillera – explicó Luriel – y debido a su afición a la carne y a su aspecto, su templo es conocido como el templo de la oveja carnívora. Y no, no es porque tenga “forma de oveja” sino porque de todas las carnes crudas, la de oveja es su favorita.
  • Entonces tendremos que prepararnos – dijo Lambaré, aferrándose fuertemente a su lanza – seguro será un adversario feroz y despiadado. Y aunque hasta ahora no conseguí vencer a ningún guardián, esta vez daré mi vida para enfrentarlo y completar la misión de Anahí. ¡Lo juro por los dioses!

Los guardianes le miraron a Lambaré como si se hubiese vuelto loco. Yerutí y Angapovó solo suspiraron, ya que pensaban que el joven guerrero todavía le costaba admitir que era el más débil del grupo. Sin embargo, lo que dijo Jaimei de Katu les sorprendió:

  • En realidad, es de los guardianes más débiles y torpe, incluso más que Chapai.
  • ¡Oye!
  • Solo tenemos que llevar un trozo de pindó en la mano o colgado del cuello y actuará como un tierno cachorrito. Agradezcan que he sido amable y les he revelado la debilidad de nuestro hermanito, pero no se volverá a repetir – finalizó el guardián del agua a Yerutí, Angapovó y Lambaré, aunque evitaba mirarlos a los ojos ya que no quería admitir que en verdad deseaba darles una mano en su misión.

Mientras se dirigían al templo, Yerutí no dejaba de pensar en lo que le dijo Anahí horas antes de su desaparición. Aunque Arandú era lo más importante, sabía que pronto todos estarían en gran peligro si no detenían a Marangatú. Recordó que tanto Angapovó como los guardianes intuyeron que el chamán planeaba algo, mientras que ella solo podía pensar en salvar a su hermano. En el fondo se sintió mal por haberles forzado a salir de sus templos, pero se dejó llevar por la ignorancia y sus deseos egoístas de ser una daimon libre.

Una noche, en donde el sueño la abandonó, decidió recorrer el campamento con la idea de montar guardia. Vio que Angapovó, quien estaba en su hora de vigilia, se la pasaba dando cabezazos y apenas le costaba mantener los ojos abiertos. Así es que se acercó a él y le dijo:

  • Puedo tomar tu turno. Descansa.
  • Gracias, Yerutí – respondió el daimon salvaje, seguido de un largo bostezo.

Cuando se fue a dormir, la joven daimon dirigió su mirada hacia la luna llena para despejar su mente, pero no lo logró. Ahora no solo pensaba en Arandú sino también en Anahí. Si bien la seguridad de la muchacha era factor clave para rescatar a su hermano de Marangatú, también tenía un sentimiento genuino por la hija del chamán ya que, a lo largo del trayecto, estableció lazos fuertes con ella. Y a pesar de ser una humana, la consideraba su amiga. Por lo que deseaba hallarla cuanto antes y apoyarla en su misión de detener las ambiciones del terrible chamán.

Y mientras reflexionaba, escuchó que los guardianes estaban moviéndose a las afueras del campamento a espaldas de ella. Su corazón dio un vuelco al creer que éstos aprovecharían la ausencia de Anahí para escapar. Pero en lugar de seguir caminando, se sentaron formando un círculo y comenzaron a susurrar entre si para evitar que el resto despertara.

La curiosidad hizo que la joven daimon se acercara lentamente a ellos y se ocultara tras unas rocas para poder escucharlos mejor.

  • Los espíritus están inquietos – dijo Chapai – se avecina un mal incontrolable que amenaza nuestro mundo.
  • ¿Tendrá algo que ver el padre de esa humana? – preguntó Kunumi – No lo creo… es decir… todavía me sorprende lo mucho que avanzaron los humanos con la habilidad de controlar a los espíritus de la naturaleza aún sin nuestra guía.
  • ¡Nunca debimos enseñarles nada! – lamentó Jaimei – Si no fuese por mi ingenuidad, nada de esto habría pasado… ¡Y todavía tendría mis alas intactas!

El corazón de Yerutí dio un vuelco, ya que no esperaba que Jaimei, en el pasado, también tuviese un precioso par de alas y que, por circunstancias que no pudo controlar, las haya perdido. “Quizás por eso se lo conoce como el loro sin extremidades”, pensó. “¡Ese Chapai nos engañó! Aunque… capaz no deseaba abrir una herida…”

  • Dímelo a mí – dijo Luriel – que me dejé seducir por una humana astuta y casi termino calcinado en una cueva. Así es que todos somos culpables de creer que los humanos son de fiar – el guardián del viento hizo una breve pausa, como esperando a que alguno de sus hermanos continuara hablando. Pero como nadie dijo nada, continuó – y todavía seguimos siendo ingenuos al creer que bastaría con separarnos para que los humanos nos dejaran en paz.
  • ¡Nunca debimos hacerlo! – dijo Eireka, cuya voz sonó muy triste y desgarradora - ¡He llorado tanto al saber que tendríamos que separarnos! ¿Y para qué sirvió? ¡Para debilitarnos cada vez más y más!
  • Es cierto – dijo Chapai – nos hemos debilitado tanto que fuimos vencidos por un grupo de humanos y daimones preparados. Pero en ese entonces no teníamos opción. Era eso o perder la vida al “conectar” nuestras llaves. Creíamos que el aislamiento y el paso del tiempo habría hecho efecto y los humanos nos olvidarían.
  • Tienes razón – dijo Kunumi – En este caso, es muy probable que ese chamán que busca usar nuestras llaves sepa la “palabra”.
  • No lo creo – le contradijo Chapai.
  • ¿Cómo estás seguro?
  • Si lo hubiese sabido, se lo habría enseñado a su hija. De hecho, cuando ella me encontró primero, no tenía ni idea de que las llaves se encontraban en nuestros corazones y fue por eso que optó por “capturarnos” … aunque no estaba en sus planes. Así es que, probablemente, ese chamán no sepa de eso ni tenga idea de cómo usar “la palabra”.
  • Aun así, toda precaución es poca – dijo Luriel – no bajemos la guardia como la otra vez porque, ahora mismo, sería lo último que haríamos en nuestra extensa vida.




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