El sueño del daimon

Capítulo 26. El guardián de la tierra

Cuando Eireka despertó, Chapai le explicó el plan. Ya cuando eso estaban a unos pocos kilómetros de la cordillera, la cual se alzaba alta e imponente, con su cordón de colinas cuyas puntas parecían tocar el cielo.

  • Lamento tanto el no haberme despertado antes – dijo Eireka, mientras se bajaba de los brazos de su hermano mayor – Seguro que Kunumi se habrá molestado, siempre me ha tenido muchos celos.
  • Bueno, no hagas tanto caso de Kunumi – dijo Chapai – ahora concentrémonos en el plan.
  • ¡Cierto! La verdad es que estoy ansioso por reencontrarme con Katu. Y me gustaría conocer también a Pombero. ¿A quién encontraremos primero? ¡Qué emoción!
  • Si nos encontramos con Pombero, tu don nos vendría muy bien – dijo Lambaré – así lo forzarías a apartarse de Anahí.

Yerutí no hizo comentario alguno. Todavía recordaba su sueño y, en el fondo, sintió mucho miedo por lo que le pudo haber sucedido a la hija del chamán. Igualmente pensó que, cuando se reencontraran, tendría que hacerle muchas preguntas ya que necesitaba que le revelase el significado real de su sueño. Pensaba que Marangatú no le había contado “todo” a su hija, lo presentía. Y eso le aterraba aún más.

Sus pensamientos fueron interrumpidos al escucharle hablar a Chapai:

  • Creo que tendremos que separarnos también. Miren – dijo el guardián de la oscuridad, señalando una bifurcación que bordeaba la base del primer cerro rocoso que conformaba parte de la cordillera – en este caso, Yerutí y yo podemos ir hacia la izquierda, mientras que Eireka y Lambaré hacia la derecha.
  • Me parece bien – dijo el guardián de la música – si nos encontramos con Katu, puedo controlarlo para evitar que se sienta tentado en comer carne humana.
  • ¡¿Carne humana?! – dijo un aterrado Lambaré - ¿Qué no era que le gustaba la carne de oveja?
  • ¡Ups! Olvidamos decirles que a Katu le tienta la carne de los humanos, en especial si tienen alguna herida abierta. ¡Eso estimula aún más su apetito!
  • Solo sostén este trozo de pindó y listo – intervino Yerutí, antes de que Lambaré siguiera con su réplica – estaremos bien mientras no nos lastimemos ni rocemos nuestra piel con alguna piedra filosa.

Lambaré tomó el trozo de madera, lo rodeó con una larga cuerda y se lo colgó al cuello como un collar. Así, podría tener las manos libres para portar sus armas.

Sin nada más que añadir, se distribuyeron de esa forma y fueron cada uno a distintos caminos.

Yerutí y Chapai no se dirigieron la palabra durante la subida al primer cordón de la cordillera. La joven daimon comenzó a recordar el primer encuentro que tuvieron, de cómo fue fácilmente derrotada por el guardián de la oscuridad hasta el punto de creer que moriría en lo profundo de esa cueva. Y ahora estaban trabajando en conjunto para reclutar a todos los guardianes y salvar a Anahí de Pombero. Después de haberlos escuchado esa noche en que se dirigían al templo, pensó que tanto los guardianes como los daimones no eran tan diferentes. Ambos provenían de un mismo origen y, aún así, tenían diferencias físicas. Quizás la primera descendencia de dioses y humanos tenían formas muy variadas y, al final, prevalecieron las criaturas de alas y cuernos. Quizás, con un poco más de confianza, conseguiría saber más sobre ellos y sobre los daimones en general. Pero todavía faltaba mucho para eso.

Cuando llegaron a la cima, Chapai comenzó a olfatear por el aire como un perro. Luego, cerró los ojos y dijo:

  • Siento a Anahí bastante cerca, pero no al guardián de la tierra. Supongo que ha de estar al otro extremo de la cordillera.
  • ¿Anahí está bien? – le preguntó Yerutí.
  • Solo puedo “sentirla”, no saber su estado – respondió Chapai, abriendo los ojos y mirando fijamente a la joven daimon – Aunque conociendo cómo es esa humana, estoy seguro de que logró resistir todos estos días en su estado.

Caminaron por un buen trecho hasta el borde de un abismo. Ambos asomaron la cabeza y, en un valle, vieron a Pombero y Anahí caminando lentamente. Anahí estaba delante, con las manos fuertemente atadas por delante, y por el cojeo intuyeron que se había tropezado y doblado el pie. Pero el guardián de la oscuridad agudizó la vista y pudo percibir que la hija del chamán estaba llena de heridas y rasguños y, lo peor, le salía un hilito de sangre en su entrepierna.

  • Esto es malo – masculló Chapai – esa humana está en esa “fase” y, lo peor, se encuentra con heridas abiertas. ¡Katu podrá aparecer en cualquier momento a devorarla!

Como si lo hubiese invocado, la tierra comenzó a temblar. Pombero se aferró a Anahí y se apoyó por una pared de piedras, mientras observaban cómo salieron varias salientes de rocas y se abrieron diversos pozos a lo largo del valle. Y delante de ellos se levantó un amplio bloque de rocas que tenía forma de una semilla. Anahí, al ver esto, exclamó:

  • ¡No puede ser! ¿Pero cómo es posible?

El bloque se abrió en dos y, de ahí, surgió una criatura con forma humanoide, de cabellos blancos y dos cuernos curvos similares al de un cordero. Sus manos estaban compuestos por garras y, de su boca, sobresalían dos grandes colmillos similares al de una fiera carnívora.

Era el guardián de la tierra quien, al sentir el olor de la sangre de Anahí, corrió a lo largo de la cordillera hasta llegar a ella gracias a su habilidad de trasladar las piedras de un lado a otro. Pombero, al verlo, mostró una amplia sonrisa y, dando un leve empujón a Anahí hacia adelante, exclamó:

  • ¡Jah! ¿Así es que ése es un guardián? ¡Bien! ¡Fue más fácil de lo que pensé! Y ahora… ¡Entrégame la valiosa llave que tienes custodiado y, a cambio, te entregaré a la chica como ofrenda!

Katu parecía no escucharlo. Su mirada solo se centraba en Anahí y, moviendo aceleradamente sus fosas nasales mientras se relamía los labios, fue apresuradamente hacia ella.




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