El sueño del daimon

Capítulo 29. Entrando en confianza

Anahí se recuperó más rápido que Yerutí debido a que no se quebró ningún hueso. Aun así, la recuperación de la joven daimon era bastante acelerada y Anahí lo atribuyó a la sangre divina que recorría las venas. Los huesos de un humano ordinario, por lo general, tardaban varios meses en curarse por completo, pero el de un daimon podía llevar de semanas a días, dependiendo de su propia fuerza natural.

Cinco días luego de encontrar a Katu, Eireka envió a uno de sus pájaros junto a Juicho para avisarle que estaban reuniéndose todos los guardianes para enfrentar a una nueva amenaza. No tardó mucho cuando regresó el ave, recitándole el recado que el hermano más pequeño de los siete les envió.

  • Juicho nos pide que tengamos cuidado cuando vayamos a visitarlo – interpretó Eireka – últimamente le cuesta mucho controlar su lado bestial, por lo que no puede garantizar que nadie saldrá herido tras su presencia.
  • Esto es malo – dijo Chapai – por lo general, reacciona así cuando hay una amenaza a escala mundial. Entonces nuestras conjeturas estaban en lo cierto.
  • Al contrario que yo, él no tiene ninguna “debilidad” – dijo Katu – La única forma es si conseguimos llegar a su templo durante el día, antes de toparnos con su transformación.
  • Sabes que debemos hablar con sus dos manifestaciones – dijo Jaimei – de nada sirve explicarle las cosas en su forma humana si ignoramos a su forma bestial. ¡Eso podría ser una gran ventaja para nuestro enemigo!

Anahí, quien en todo ese momento casi no hizo comentario, se acercó lentamente a los guardianes. Éstos se sentaron delante de ella, ya que sintieron que quería decirles algo importante. Lambaré se colocó detrás de ella, mientras que Angapovó se quedó a cuidar de Yerutí y escucharlos desde lejos.

La hija del chamán respiró hondo y comenzó a hablar.

  • Acabo de “perder” conexión con mi padre – anunció, mientras juntaba sus manos para evitar que éstas temblasen por la ansiedad – y sospecho que está planeando tomar la delantera, es posible que vaya directo al templo del hombre bestia para llevar a cabo su plan. Sí, el planea algo muy malo y esperaba reunir a todos los guardianes para poder explicarlo, pero debido al inconveniente de hace unas semanas… no queda mucho tiempo.

Anahí volvió a respirar hondo, mientras sentía cómo su corazón se estrujaba al saber que, una vez que les explicaba a los guardianes los planes de su padre, iría contra él de forma definitiva. Lambaré procedió a tocarle los hombros, en señal de apoyo. Anahí sonrió y, ya con más calma, continuó con su explicación:

  • Mi padre planea usar las llaves de la morada celestial para abrir el portal que conduce al mundo de los dioses. Según él, ahí existe un árbol divino y, quien coma de sus frutos, obtendrá los conocimientos universales y los dotes necesarios para convertirse en dios.

Todos los guardianes hicieron muecas de desconcierto, ya que no podían creer que un humano todavía tuviese recuerdos sobre el “árbol divino”. Sin embargo, Anahí continuó hablando.

  • Al inicio, creímos que las “llaves” solo eran custodiadas por ustedes, los guardianes. Pero cuando Chapai nos dijo que los albergaban en sus corazones, creí que habría chance de detener los planes de mi padre reuniendo a todos los guardianes. En el fondo también pensé que, con eso, a mi padre se le complicarían las cosas. Pero tras esta prolongada ausencia de comunicación y distancia, ya no tengo idea de lo que está planeando.
  • ¿Y tu padre sabe cómo se “activan” las llaves? – le preguntó Jaimei, cuando Anahí realizó una pausa.
  • No lo sé – admitió Anahí – en mi tribu tenemos la creencia de que, si juntamos las llaves, podemos cumplir cualquier deseo. Pero no creo que sea así de “sencillo” no les preguntaré cómo se usan para una mejor seguridad, pero tenemos que averiguar qué planea mi padre para “activar” el poder de las llaves…
  • … y evitar que genere un nuevo caos en el mundo – finalizó Luriel.

Todos quedaron en silencio por largo rato. Yerutí, quien había escuchado desde lejos, recordó la charla en que los guardianes mencionaron que se necesitaba pronunciar la “palabra” para activar el poder de las llaves. Sin embargo, ¿qué tan factible era que Marangatú supiese ese significado? ¿Y si tenía otra alternativa? Elevó ligeramente la cabeza y preguntó en voz alta:

  • ¿Solo existe una forma de activar esas llaves?

Los guardianes se miraron entre sí. Luego, Luriel respondió:

  • Sí. Solo hay una forma.

Yerutí respiró aliviada. Y antes de volver a recostar su cabeza sobre una roca, dijo:

  • Entonces solo debemos cortarle la lengua y estaremos a salvo.
  • ¿Sabes? A veces dices cosas siniestras – murmuró Chapai, recordando ese primer encuentro en que Yerutí pretendió arrancarle el corazón para arrebatarle su llave.

Anahí giró la cabeza hacia Yerutí y hacia los guardianes, sin entender de qué estaban hablando. Por un momento creyó que se refería a los rezos, pero siguió escuchándolos para saber si se había perdido de algo.

  • Me parece una buena idea – dijo Luriel – pero hay un problema: cortarle la lengua no será suficiente – y al decir esto, se abrazó para evitar que su cuerpo temblara – en caso de que las cosas salgan muy mal, solo debemos optar por “esa” alternativa.

Las miradas de los guardianes se tornaron sombrías. Era claro que ninguno deseaba morir, pero la carga que les colocaron los dioses era tan pesada que debían incluso entregar sus propias vidas para impedir el ingreso de los mortales a la morada celestial.

Anahí, al percibir la densa atmósfera que se formó tras las palabras de Luriel, se acercó hasta un gran bolso tejido y extrajo de ahí un bulto envuelto en pieles de animal. Cuando lo descubrió, reveló la cabeza de Pombero, el cual emitía un extraño brillo que emulaba a una aureola. Era el alma de ese rencoroso daimon, el cual la muchacha logró contenerlo para evitar que se escapara hacia la dimensión de los muertos.

  • Podemos usar esto para “contener” a Juicho – explicó Anahí – Así, lo pondremos de nuestro lado en su modo bestial y lo haremos enfrentar a mi padre en su modo humano – al decir todo esto, volvió a guardar la cabeza en la bolsa y continuó – no tengo el valor de hacerlo yo misma, por lo que se los dejaré en sus manos.




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