—No deberías haber hecho esa promesa —dijo Zayne en voz baja en cuanto Stacey fue al lavabo de las chicas de la pastelería que se encontraba a varias manzanas de su casa. Yo había tratado de ir con ella, pero mi amiga había declarado de forma bastante firme que necesitaba estar unos momentos a solas.
Me senté en el reservado más cercano a la ventana, observando a la gente que iba a toda prisa por el exterior, con sus auras como una mareante mezcla de colores. Era muy extraño volver a ver auras. Una parte de mí se había acostumbrado a no verlas mientras tenía a Bambi encima, y me había olvidado de lo mucho que podían llegar a distraer.
—¿Por qué no? Zayne se deslizó enfrente de mí. Tenía las facciones arrugadas por la preocupación.
—¿Cómo vas a sacar el alma de Sam del Infierno, Layla? Puede que Roth sea el Príncipe Heredero, pero dudo mucho que eso sea algo que pueda pedir, incluso aunque estuviera en buenos términos con ellos. El Infierno no va a entregar el alma de Sam como si nada.
—No había llegado tan lejos en mi plan. —En realidad, había estado esperando que fuera algo con lo que Roth pudiera ayudarnos. Después de todo, ser el Príncipe Heredero significaba que podía ir por ahí dejando que Tambor achicharrara y se comiera a los Alfas
—. Pero es algo que tenemos que hacer. Zayne, es mi mejor amigo. —Se me rompió la voz, y noté que comenzaba a perder mi tenue control sobre mis emociones
—. Incluso aunque no lo fuera, no podría dejarlo allí. No se merecía esto. Dios, Zayne, Sam no se merecía esto.
—Lo sé. —Zayne bajó la barbilla, aunque su mirada no llegó a abandonar la mía
—. No estoy sugiriendo que nos olvidemos de él.
—Tenemos que hacer algo —insistí, y respiré hondo mientras me reclinaba en el reservado y apoyaba las manos sobre la superficie pulida de la mesa. Eché un vistazo hacia atrás, en dirección a donde había desaparecido Stacey. Me había pedido tiempo, pero era muy difícil dárselo. Teniendo en cuenta todo lo que había ocurrido, me sorprendía que pudiéramos estar allí sentados y hablar con normalidad
—. Y después tenemos que averiguar qué hacer con el Lilin, y después…
—Oye, para un momento. —Zayne estiró el brazo por encima de la mesa y me cubrió la mano con la suya. Lo examiné mientras mi corazón daba un fuerte vuelco. Ahora, cada vez que lo miraba veía las ojeras bajo sus ojos, y veía el aura atenuada a su alrededor. No podía dejar de verlo
—. Sé que acaban de ocurrir un montón de locuras, pero has pasado por muchas cosas. Tenemos que hablar de ello. En realidad no quería hablar de ello, porque había muchas posibilidades de que no fuera capaz de manejarlo. Zayne tenía otras ideas.
—¿Sabes lo difícil que es para mí estar aquí sentado, al otro lado del reservado, y no estirar los brazos y abrazarte? ¿Tan solo para asegurarme de que estás viva de verdad? —preguntó, y contuve el aliento ante la cruda honestidad de sus palabras
—. Lo que ha ocurrido no ha sido culpa tuya. Tienes que saberlo. Mi clan… nuestro clan y mi padre jamás deberían haber hecho lo que hicieron. Bajé la mirada hasta su mano, la que estaba cubriendo la mía y que lo había hecho desde hacía tantos años.
Cerré los ojos y de inmediato vi a Zayne tirado en el suelo de mi habitación, pálido e inmóvil. Recordé cómo Abbot, el Guardián que me había criado, me había mirado cuando encontró a su hijo, observándome como si yo fuera el monstruo que él había ayudado a crear. Una presión me atenazó el pecho mientras recordaba el vuelo lleno de pánico a través del edificio, mi intento desesperado de escapar, y el fracaso.
Un fracaso que había terminado conmigo siendo enjaulada y drogada, dejada a solas en la oscuridad sin ninguna esperanza de volver a ver la luz del sol. Todavía podía oler el aroma a humedad que había en el sótano del edificio, podía sentir las cadenas que me habían apresado cuando me habían llevado al almacén secreto.
—¿Layla? Un estremecimiento me recorrió mientras me recordaba que ya no me encontraba en esa jaula. Abrí los ojos y me obligué a sacar de mi cabeza esos pensamientos oscuros.
—Aprecio que me digas eso. Tienes razón. Lo que me hicieron estaba mal. Comprendo que pensaban que era yo la que estaba causando problemas por el edificio… joder, hasta yo pensaba que era un peligro para todo el mundo, pero fueron demasiado lejos.
Mis palabras me sorprendieron un poco. Yo siempre había defendido a Abbot, pero no podía seguir buscando excusas para sus acciones o las de la mayoría de mi clan. Toda la introspección que había hecho tras despertar después del ataque, la herida que había sufrido delante de Abbot, habían cambiado quién era yo por dentro, en mi esencia. No tenía ninguna duda al respecto.
—Actuaron como un jurado, con unas evidencias circunstanciales de mierda, y después se convirtieron en el juez y el ejecutor. Podría haber muerto. Habría muerto de no haber sido por Dez… y, por cierto, ¿él y Nicolai se han metido en muchos problemas? Dez y Nicolai lo habían arriesgado todo al alertar a Roth de lo que estaba sucediendo. Si no lo hubieran hecho, yo no estaría allí sentada en esos momentos. Las pestañas de Zayne bajaron mientras su expresión se contraía.
—Al principio, se habló de desterrarlos —dijo, y yo tomé aire con brusquedad. Desterrarlos significaba que serían repudiados por el clan, lo cual era ya lo bastante horrible para un hombre soltero, pero Dez tenía una compañera y dos bebés
—. Pero en cuanto nos dimos cuenta de que era Petr quien estaba sembrando el caos en la casa, Abbot comenzó a ver la luz. Nicolai y Dez están a salvo. Con todo lo ocurrido, no recordaba que Zayne me había contado que habían descubierto al espectro de Petr en la grabación de una cámara. El alivio me inundó. Yo… yo había matado al joven Guardián en defensa propia cuando me atacó, cumpliendo las órdenes de su padre. Elijah. Que también resultó ser mi propio padre, lo cual significaba que Petr, que había sido la peor clase de chico que existía, era mi medio hermano. Aquello todavía me hacía sentir enferma. Dado que yo había tomado el alma de Petr, este se había convertido en un espectro.