El Susurro De Windigo

Capítulos 1 y 2

1

–Martín, apúrate. Los demás nos dejarán atrás.

El muchacho apretó el paso para alcanzar a sus amigos. Estaba fatigado, pero a la vez muy contento. El bosque era maravilloso y el campamento del Coronel Gallardo era el más recomendado de la ciudad. Había soñado con esta experiencia por meses.

–Ya voy, ya voy– dijo, fingiendo paciencia. La verdad era que aunque estaba muy feliz de iniciar sus vacaciones, la mochila que llevaba era bastante pesada y la subida al cerro le costaba trabajo. Él se consideraba a sí mismo un chico fuerte, pero habían caminado demasiado.

–Observen la vista, muchachos– dijo el consejero del campamento –Todos estos árboles que ven aquí pertenecen a la reserva nacional. Cada año se plantan decenas de estos pinos para la preservación de los bosques de nuestro país. ¿Alguna pregunta?

Varios niños levantaron la mano. Martín, que acababa de alcanzar al grupo, sólo tenía una duda en mente: ¿a qué hora se detendrían para el almuerzo?

–Yo tengo una duda, señor– preguntó una jovencita del grupo –¿Hay animales salvajes por aquí?

–Algunos, Nadia– respondió rápidamente el consejero, feliz por ver que todos los presentes se interesaron en la pregunta de su compañera –Pero la mayoría son inofensivos, y los que no lo son, son nocturnos. No nos molestarán mientras sea de día.

–Yo tengo otra duda– dijo otro joven del grupo –¿Hay fantasmas en el bosque?

El consejero del campamento soltó una carcajada.

–Hay muchas leyendas interesantes sobre este bosque. Nuestros antepasados aseguraban que había naguales y espíritus que protegían el bosque, aunque no todos ellos eran buenos. Pero créeme, Leo. En este lugar no hay fantasmas ni nada por el estilo.

Cuando los presentes terminaron de contemplar el paisaje lleno de verdes arboledas de pinos que parecían extenderse hasta el infinito, la caminata se reanudó. Pasado un rato más, llegaron a la cabaña donde pasarían una semana de diversión vacacional.

A la entrada del campamento, un hombre ataviado con un uniforme repleto de medallas los saludó.

–Bienvenidos a mi campamento, muchachos. Yo soy el Coronel Gallardo y espero que pasen una semana llena de emociones y diversión.

–¿Usted es un coronel de verdad?– preguntó Martín con suspicacia.

–Por supuesto que sí– respondió el orgulloso uniformado, puliendo una de sus medallas con la mano.

–¿Y qué hace manejando un campamento para niños?

–Siempre fue mi sueño dedicarme a los niños, y ahora que estoy retirado, tengo todo el tiempo del mundo para hacerlo realidad. ¡Pero vaya, muchacho, mírate! Mírense todos. Deben estar hambrientos y yo aquí entreteniéndolos. ¿Qué les parece si empezamos con una buena merienda y después de eso se presentan para que los conozca mejor?

Esas palabras produjeron una ovación general y el coronel les mostró la ubicación de las mesas. Minutos más tarde Martín, junto con sus amigos de la escuela, devoraba una de las tortas que le habían preparado en casa con gran esmero.

Así que ese era el famoso campamento del coronel Gallardo. Estaba ansioso por vivir todas las maravillosas experiencias que el plan vacacional le ofrecía: nadar en el lago, ir de excursión, aprender sobre la vida silvestre, a hacer nudos de todo tipo, a reconocer las bayas comestibles, hacer competencias con otros niños, encender fogatas durante la noche, asar malvaviscos y contar historias de terror. Si había algo que le fascinaba, sin duda eran las historias de terror.

La mayoría de sus amigos no lo sabía, pero el campamento realmente tenía una historia de acontecimientos extraños, aunque nada tan extraño como lo que le sucedería al propio Martín.

–Muchachos– anunció el coronel –Cuando hayamos terminado la merienda, los espero afuera para iniciar con una pequeña caminata por el bosque.

–Es importante que conozcamos el terreno donde vamos a estar a fin de que no se sientan desorientados si llegaran a salir por alguna razón– añadió el consejero.

–No olviden llevar sus artículos de supervivencia– concluyó el coronel antes de salir –Los que les pedimos en la lista de materiales para el campo abierto.

Los chicos asintieron y continuaron con su comida. Pasados unos minutos, Martín, Nadia, Leo y sus compañeros estaban listos para su primera excursión.

Caminaron en el bosque y Martín pudo apreciarlo detenidamente. Era bastante espeso, los árboles estaban muy unidos y sus raíces luchaban por ganar terreno en el piso, convirtiéndolo en una zona de muy difícil paso, pero el coronel parecía moverse como si fuera suelo firme. Pronto se dio cuenta que las piedras y las raíces lo lastimaban. Sus zapatos no estaban hechos para ese tipo de terreno.

–¿Falta mucho para regresar?– preguntó.

–Acabamos de salir, soldado– contestó el coronel, sorprendido.

Está bien, había que aceptarlo. Martín no era un atleta. De hecho, estaba un poco pasado de peso, lo cual, opinaba su madre, era normal pues era al menos medio metro más alto que sus compañeros, aunque también era varios centímetros más ancho. Su figura contrastaba con la de Nadia, que era muy baja de estatura para su edad. A pesar de eso él se consideraba un muchacho muy sano y fuerte. Martín sospechaba que tenía que haber algo en el aire puro del bosque que afectaba su rendimiento.



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En el texto hay: fantasmas, canibalismo, bosque

Editado: 20.04.2020

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