El Susurro Del Dios Cautivo

El Renacer De Eros

Eros sintió cómo el mundo volvía a tomar forma a su alrededor. Los colores, las luces, los sonidos… todo se expandía en sus sentidos como una ola que arrasaba con su silencio interior.

Abrió los ojos con cautela, como si temiera que el momento pudiera desvanecerse de nuevo, y observó sus manos con un asombro que solo alguien que había perdido su cuerpo podría comprender.

Sus dedos, antes fríos y duros como la porcelana, ahora parecían brillar con un calor latente, una vibración sutil que le recordaba la vida que alguna vez habitó su esencia.

Movió lentamente los dedos, extendiéndolos con torpeza, y los observó, fascinado, como si fueran un tesoro redescubierto. Sentía el roce del aire en su piel, el peso de sus brazos, la fuerza latente en cada uno de sus músculos.

En ese instante, su mente se inundó con la voz de Zeus, resonando como un trueno lejano, un recordatorio de la gravedad de su existencia.

—Tienes una segunda oportunidad, Eros. Alguien ha intercedido por ti. No lo arruines esta vez.

La mención de una segunda oportunidad le llenó de una mezcla de intriga y gratitud, aunque también de cierta sospecha.

¿Quién había intercedido por él? Su mente comenzó a llenarse de preguntas, de pensamientos acerca de lo que significaba esa segunda oportunidad, y de los límites y reglas que sin duda acompañaban este renacimiento.

Pero todo eso se desvaneció cuando sus ojos se posaron en Psique, y, de pronto, el mundo entero se volvió más claro y cálido. Allí estaba ella, con el rostro iluminado por una expresión de pura felicidad y asombro.

Su mirada era suave, inocente, llena de una gratitud y cariño tan sinceros que traspasaban cualquier reserva que pudiera tener. Eros sintió una emoción extraña y profunda, algo que trascendía el tiempo y el espacio que los separaba.

Psique, sin pensarlo dos veces, dio un paso adelante y, en un impulso incontenible, se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo. Eros quedó inmóvil, sus brazos colgando a los lados mientras sentía el calor de su cuerpo pegado al suyo, el peso ligero de sus brazos rodeándolo.

Era una sensación nueva y desconcertante para él, una mezcla de vulnerabilidad y fascinación. Sus sentidos, que aún despertaban lentamente, registraron cada detalle de ese contacto: el suave latido de su corazón, el calor que emanaba de su piel, el leve perfume que se entrelazaba con el aire y lo envolvía en un capullo de paz.

Durante siglos, Eros había sido el dios del amor, pero siempre había sido un observador, un creador de conexiones, un tejedor de vínculos entre otros.

Sin embargo, ahora, en los brazos de Psique, sentía que el amor era algo que lo atravesaba y llenaba cada fibra de su ser. Era un amor que lo hacía sentir más vivo que nunca, un amor que palpitaba en su pecho y despertaba su esencia con cada segundo que pasaba.

Su mente, sin embargo, se debatía en una confusión de emociones contradictorias. Era extraño, aterrador incluso, el saberse atrapado en la fragilidad de un cuerpo humano, en la vulnerabilidad de la carne y el deseo.

No era un amor divino y etéreo, sino un sentimiento humano, visceral, que lo hacía temblar ante la intensidad de cada roce, de cada susurro inaudible de su piel contra la suya.

Psique no era consciente del efecto que tenía en él. La inocencia de su gesto, la calidez de su abrazo, parecían actos sencillos y sinceros, pero Eros sentía que, en cada segundo que ella lo tocaba, su esencia se revitalizaba, como si Psique fuera la llama que alimentaba la chispa de su vida.

No recuperaba su divinidad, no sentía sus poderes regresar, pero en lugar de eso, sentía algo más profundo: una conexión, una humanidad que jamás había experimentado.

Era como si, en su abrazo, Psique estuviera dándole una nueva vida, una vida terrenal, mortal, que lo llenaba de sensaciones que nunca había imaginado.

Se permitió cerrar los ojos, dejándose llevar por el ritmo de su respiración, por la manera en que el mundo parecía detenerse en aquel instante. Su corazón, que había estado silente durante tanto tiempo, comenzó a latir, lento pero constante, resonando en su pecho como el eco de un tambor lejano, un recordatorio de que estaba aquí, en este mundo, en este cuerpo, gracias a ella.

La ternura que emanaba de Psique era una fuerza poderosa, una luz que disipaba cualquier sombra que hubiera en su alma. Sin saberlo, ella se había convertido en la clave de su existencia, en la razón de su resurrección.

Y mientras la abrazaba torpemente, incapaz de comprender la magnitud de lo que sentía, supo que este vínculo era algo que debía proteger a toda costa, algo que iba más allá de la gratitud, de la atracción, o incluso del amor. Psique era su salvación.

Sin embargo, el momento fue interrumpido cuando la puerta se abrió de golpe, y la madre de Psique entró en la habitación. La mujer, al ver a su hija y a aquel hermoso "muñeco" que aparentemente sostenía, sonrió con una mezcla de asombro y curiosidad.

—Psique, querida, la cena está servida — La voz de su madre era suave, y sus ojos se posaron en Eros, apreciando la belleza etérea de su figura.

Al instante, Eros sintió cómo su cuerpo volvía a endurecerse, cómo la vida que había sentido en sus músculos, en sus venas, se desvanecía en un abrir y cerrar de ojos. Era como si una barrera invisible lo envolviera de nuevo, convirtiéndolo en un simple muñeco, incapaz de moverse o hablar.

Pero, a pesar de estar atrapado en su forma inerte, aún podía sentir, aún podía escuchar, y los cinco sentidos que Psique le había devuelto seguían activos en la prisión de porcelana que ahora era su cuerpo.

La madre de Psique se acercó lentamente, atraída por la delicadeza del "muñeco". Sus dedos rozaron la mejilla de Eros, y él sintió la frialdad de ese contacto, una sensación que le resultaba dolorosa, casi repulsiva.

Solo el toque de Psique lo había llenado de vida, y ahora, sentir otra mano sobre él le resultaba intolerable, como un veneno que se deslizaba por su piel. La sensación de rechazo era intensa, y aunque no podía moverse, deseaba desesperadamente apartarse, escapar del roce que no era el de Psique.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.