El Tarotista

CAPITULO 5 ( PARTE 9)

Cinco y diez de la tarde. Sala de interrogatorios.

El espacio desde afuera luce como una puerta de madera amarilla más, igual a las otras puertas que le siguen y anteceden. Veintisiete salas de interrogatorio en total. Una larga pared beige con lindos cuadros de bebés llorones. Adentro, una habitación de dieciocho metros cuadrados. Una ventana al exterior con barrotes. Otra, hacia la sala de observación cubierta de un vidrio blindado con apariencia de espejo. En la mitad una mesa de metal rectangular con cuatro sillas. Una frente a la otra. En la primera está sentado un hombre de cuarenta y tres años, 185 centímetros de estatura, delgado, blanco, ojos oscuros, cabello crespo castaño y un poco largo. De apariencia atractiva, siniestra y andrógina. Su nombre de pila: Samuel Camacho. Sus alias: El Tarotista, El Ermitaño, El Chamán. Presente para rendir interrogatorio. Próxima a esta, la silla que sostiene al abogado. Hombre flaco, arrugado, cincuenta años. de apellido Chaparro. En frente, la otra. De pie, tras el espaldar, el inspector Caballero. En sus manos una lista de preguntas, informes y evidencias inculpatorias que se tienen del sospechoso hasta el momento. En su bolsillo una grabadora y un trisquel. En diagonal, un detector de mentiras encendido, conectado al sospechoso con dos dispositivos adheridos a los dedos de sus manos. En el techo cámaras de última generación, atrás de él una pantalla plana encendida con el logo institucional y en silencio. La cuarta silla vacía. Del otro lado del espejo, la forense Ana Mondragón, el fiscal Víctor Serrano, algunos periodistas y parte del equipo forense y policial.

Cinco y quince de la tarde. Se inicia el interrogatorio:

En la habitación de paredes blancas se encuentran tres hombres en silencio. El inspector revisando preguntas, evidencias, la multimedia. En frente de él, el sospechoso consultando su celular, observando de reojo al policía y, cada tanto, bostezando. El tercero no parece que está allí. Se camufla con la pared, la silla y el ambiente.

Caballero se acerca al sospechoso, quien toma su mano derecha e introduce cada uno de los dedos en un dispositivo individual que tomará el pulso y les podrá informar si se acelera cuando miente o está nervioso o por el contrario, disminuye al decir la verdad o estar en calma. Samuel Camacho se deja colocar el aparato sin mayor interés en lo que sucede. Luego, el inspector saca de su bolsillo un trisquel y se lo prende en la solapa mientras agrega:

—¡Para la buena suerte! —Sonríe.

Camacho lo detalla. Se acomoda en la silla y antes de que aquel policía encienda la grabadora, interrumpe.

—Aprendizaje, pasado, presente y futuro.

—¿Qué?

—Lo que usted tiene en la solapa es un talismán y representa a los cuatro que ya le dije. ¿No sabe? ¿Es de los que compra por esnobismo?

Caballero baja la mirada, se arregla el puño de las mangas.

—De hecho, me lo regalaron, pero gracias por el dato
—hace una pausa—. Os gustan los temas esotéricos, por ello su alias el ¿chamán?

—Sí, desde niño o en la adolescencia, no recuerdo bien
—agrega el sospechoso.

Un hombre entra a la sala y le entrega una caja. Él la abre y la pone sobre la mesa, saca tres naipes.

—La torre, la emperatriz y el diablo.

Samuel se vuelve a acomodar. Le comienza un tic en su pierna derecha.

—¿Os pasa algo? —pregunta Damián.

—Sí, lo correcto es: la torre, la sacerdotisa y el diablo.

Lo era. Antes del interrogatorio, Caballero y Ana prepararon la estrategia para hacerlo hablar, el esoterismo sería el conocimiento básico y las cartas, el avanzado. El primer paso para que el perfil del asesino se solidificara y con él, la mimetización entre el asesino y Samuel Camacho saltara a la vista. Por ello, habían escogido el trisquel y los naipes, para que, tanto en uno como en otro, el sospechoso corrigiera al interrogador demostrando su sapiencia en el campo. No todo el mundo reconocía un trisquel o diferenciaba el arcano de la emperatriz o la sacerdotisa. Él sí, al igual que el homicida, quien usaba el tarot como firma.

—No conozco mucho de esto, pero por vuestros compañeros, médicos y empleados de la clínica, se sabe que sois un diestro en la materia.

Caballero hace una pausa, pone “Rec” en su grabadora e inicia:

—¿Conocéis el por qué estáis aquí?

Tras algunos instantes, Samuel contesta:

—Piensan que asesiné a las tres víctimas. ¿No?, pero no lo hice, soy inocente, mis coartadas lo afirman.

Caballero se aleja un poco y observa su lenguaje corporal, nada pasa.

—Sí y no, agrega.

Ambos, Ana y él conocen las cuartadas, pero ninguna puede verificársele a falta de cintas contundentes o testigos. Situación que Caballero le hizo saber en ese justo momento.

—Estuve en casa de todos modos.

—No tenéis quién lo testifique, entonces la coartada no funciona.

—Están los videos —agrega el sospechoso.

—No hay una fecha que los específique, pueden ser recientes o no.

La habitación se queda en silencio. Ninguno de los asistentes en aquel recinto posee la necesidad de hablar justo en el momento. Caballero porque observa al homicida. Este, al analizar al inspector y al abogado que sumido en sus pensamientos hace cuentas en su cabeza de cuánto dinero podría ganar si sacara libre a su jefe y en qué sectores económicos pudiese invertir.



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En el texto hay: misterio, crimenes, tarot

Editado: 13.02.2025

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