I

Yo era una niña cuando mi madre me contó la historia que te he de contar.

La noche era tétrica, la oscuridad era absoluta, algo tocaba a mi ventana con vehemencia, el sonido me hizo despertar, tomé la sábana que me cubría y tapé mi rostro, me aferraba con fuerza, era lo que me mantenía valiente, lo que me mantenía en la realidad y quieta. El viento azotó con más fuerza y el sonido se hizo cada vez más fuerte, salté de la cama y caminé a tientas a la habitación de mi madre y trepé a su cama.

—¡Mamá, mamá! Alguien golpea mi ventana—. Intenté despertarla.

—Es solo el viento—. Replicó con voz somnolienta.

—Mamá, tengo miedo. ¿Qué es lo que golpea mi ventana?— interrogué.

—Es el té de la calavera—. Contestó aún dormida, su respuesta me paralizó.