El Telón De Las Emociones

Isagoge

Advertencia. Este libro puede contener contenido sensible para algunas personas, cómo:
•Autolesión.
•Trastornos Alimenticios.
•Contenido relacionado con la enfermedad mental o salud mental.
•Bullying.

Gracias por su atención.

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Querido Diario,

Escuché que tener un diario es buena idea para poder descargar tus emociones y pensamientos. Bueno, en realidad lo vi en una serie. Y pensé, ¿por qué no? Así que aquí está mi primer escrito. Aunque no sé qué es lo que debo escribir. Supongo que me presentaré.

Soy Eleanor, hija única, cosa que le reprocho a mis padres porque quisiera saber qué se siente tener un hermano o una hermana. Tengo dieciocho años y jamás he tenido un novio. Claramente no cuenta aquel que tuve cuando tenía nueve años. Jamás he dado un beso. Y lo odio porque todos a mi alrededor tienen pareja. Veo a todos mis compañeros dándose besos en los pasillos de la escuela y no puedo sentir más que envidia.

Diana, mi mejor amiga, dice que hay que darle tiempo al tiempo, y que la persona indicada llegará en el momento indicado. Pero yo no quiero esperar. Yo quiero sentir lo que es ser amada. Quiero saber qué se siente despertar y saber que hay alguien a quien decirle "buenos días". Salir a pasear y comprar una nieve para luego compartirla, como en las películas. Que me diga cosas lindas y que me bese como en las novelas.

Supongo que es un sueño estúpido ¿quién querría estar conmigo? Me he visto lo suficiente en el espejo como para saber que no soy deseable. He intentado de todo por adelgazar pero jamás funciona. Solo queda resignarme quedarme gorda y soltera para toda la vida.

─────────────────────────────────────────────── •✿• ─╮

—Quiero tener novio.

Dije mientras veía mi programa favorito, Friends. Chandler y Mónica al fin eran novios, y Joey era la única persona del grupo de amigos que lo sabía. El verlos tan cariñosos hizo que de nuevo despertara esa sensación de querer ser amada.

Diana me miró desde el otro lado de la cama, solo unos segundos antes de regresar su mirada a la televisión.

—Lo tendrás. En algún momento. El momento indicado.

Rodé los ojos. Pero me culpo a mí, no a ella, porque ya sabía la respuesta que daría. Porque siempre lo hace. Todos lo hacen.

—Claro —murmuré.

—Eleanor, tener un novio no lo es todo —dijo —créeme. Siempre terminas con el corazón roto.

—Pues yo quiero tener esa experiencia —ella me miró con la ceja alzada —no me importa que después vaya a sufrir. Quiero saber lo que es tener novio, con todas sus adversidades y dichas.

—¿Aunque te rompa el corazón?

Me encogí de hombros.

—Aunque me rompa el corazón.

Al día siguiente, en la escuela, Diana no paraba de hablarme sobre cómo terminó expulsada de la clase de literatura.

—¡Quería que le dijera un poema de Walt Whitman! ¿Quién mierda se sabe un poema de memoria de ese tipo? —caminábamos por los pasillos de la escuela para poder ir al salón de matemáticas, una de las únicas clases que compartimos.

—¨Como Adán, por la mañana, temprano, pasea fuera de la morada templada por el sueño, lo contemplo cuando, al pasar y escuchar mi voz, se aproxima, tocándome, tocando con las palmas de sus manos mi cuerpo, sin que mi cuerpo se resista¨ —Diana interrumpió su paso y me miró —¿Qué?

—No debí preguntar.

La gente comenzó a murmurar a nuestro alrededor. Eché una mirada para darme cuenta que todos miraban hacia la misma dirección. O más bien; hacia la misma persona. Matthew Harrington, era de aquel grupo popular de la escuela. No. Él era líder del grupo, sin él no habría uno. Era alto, guapo, carismático y jugador de fútbol del gran equipo de la escuela; Los Bulldogs. Un típico personaje de película.

Estaba en su casillero –el cual estaba abierto– y miraba el piso donde estaban tiradas cientos de cartas color rosa. Luego se agachó y tomó una de las cartas y comenzó a leerla.

—¿Qué pasó? —pregunté pero Diana se encogió de hombros. Un chillido se escuchó a lo lejos y todas las miradas curiosas buscaron de quién provenía. Incluyéndome. Era una chica de tez negra, parecía estar llorando y corría hacia donde se encontraba Matthew. Le arrebató la carta de sus manos y comenzó a tomar las cartas del piso, aunque como eran muchas era imposible. Entonces comenzó a guardarlas en su mochila.

—Son cartas de amor —murmuró alguien a mi lado. Giré y era Margaret, mi prima. Escuché a Diana gruñir a lo bajo. No nos llevamos bien. En realidad nos llevamos horrible. Aunque a veces, si es que ella está de buen humor, es más tolerable estar lado a lado.

—¿Cómo sabes? —pregunté volviendo mi mirada hacia el espectáculo. Matthew estaba agachado y ayudaba a la chica a recoger las cartas. Lindo.

—Es amiga de Tiffany, la ex novia de Matthew. Cuando terminaron se enteró por unas cartas que ella sentía algo por Matt. Escuché en los baños que Tiffany tenía planeado hacer su venganza. Supongo que es esto —mi prima se cruzó de brazos, burlona, pero yo no pude sentir otra cosa aparte que lástima. Sus sentimientos por el chico que le gusta acaban de ser descubiertos no sólo por él, sino por toda la escuela.

—Qué mierda —murmuró Diana y yo asentí.

Matthew se levantó cuando por fin pudieron meter gran parte de las cartas en la mochila de la chica, el resto las abrazaba a su cuerpo con fuerza. Cuando él trató de dirigirle la palabra ella salió corriendo. La gente la miró, unos riendo, otros incluso grabando y otros como yo la mirábamos con lástima.

El timbre sonó y fue entonces que los demás comenzaron a dispersarse y dejar la situación de lado. Margaret se largó pero yo me quedé viendo al chico. Sacaba unos cuadernos de su casillero para después cerrarlo con fuerza y luego irse de ahí.

Había sido bastante amable con la chica. Todos lo miraban pero aún así pudo mantener la calma. Supongo que por eso es tan popular; aparte de su claro atractivo es muy buena persona. Y no sabía si los sentimientos de la chica habían comenzado antes o después de que su amiga fuera la novia de Matthew, pero sabía que no era la única que no había podido resistirse a los encantos del chico. Incluso yo –hace ya varios años, por supuesto– había quedado enredada en su hechizo. Aunque no duró más de un mes cuando supe que él, ni en esta vida ni en otra, me dirigiría la palabra.




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