—¿Mucho frío?
—Sí, tengo frío, porque se me nota poco, por algo llevo chaleco y tengo las manos en los bolsillos. Cuando de pronto Enrique que demostraba algo de interés decidió sentarse al lado de ella y culminó diciendo—: ¿Quieres otro café para el frío que está haciendo? Hace demasiado frío, yo invito. —Con tono charlatán y risueño.
La chica se aseguró de decir:
—Sí, claro, por supuesto.
Y el resto es historia.
Pasaron momentos juntos de una calidad inapelable e inquebrantable, desde que inició en su temporada de noviazgos, Enrique era propenso al ligue con todas las mujeres que se le presentaban por el camino, pero desde el memorable día de sus nupcias no volvió a mirar a otra mujer con los mismos ojos con lo que los que le impuso su mujer.
En septiembre de ese mismo año llegó a la vida de los primíparos casados Rodrigo León Lermas Epiayu, que habría de generar decisiones tomadas con espontaneidad y de una importancia y repercusión reales, fue un acontecimiento premeditado, y material el nacimiento del bebé, sin embargo, no sabían con certeza lo que supondría la crianza de una nueva vida.
El niño dormiría y daría sus primeros bostezos en cuna de oro, la casa de Don Enrique era bastante espaciosa, constaba de cinco cuartos, donde el nuevo integrante de la familia podría vivir sus primeros años tranquilamente, le asignaron una habitación para él solo. Sus primeros años fueron contemplados por los padres con mucho amor incondicional, propiciándole todo lo que el niño necesitaba en cuestión, muchos juguetes, y la vida le regalaría en el sendero de su camino el don que tenían sus padres de propiciar el conocimiento enriquecido, no obstante, sus primeros años Rodrigo en el futuro a pesar de no recordarlos, le habrían de desarrollar una mente prodigiosa de un alto coeficiente intelectual.
A los cuatro años de edad, Rodrigo fue inscrito en la escuela de varones La Mayor Herencia de Bogotá, sus inicios en el ámbito académico fueron destellos de inteligencia, cursaba preescolar y el único que sabía recortar era él. Una tarde estando en su casa tomó una tijera y le bastaron pocos intentos en recortar líneas rectas para aprender a hacerlo a la perfección por su propia cuenta.