IV
Cursaba primero de primaria, Rodrigo con apenas cinco años cuando vio ausentarse a su padre de manera irremediable por precedentes que de un tajo dieron lugar a una toma de decisiones que marcarían un antes y un después.
Sus familiares lo internaron en el centro psiquiátrico Center Hoffman, fue diagnosticado a los veintisiete años con esquizofrenia debido a algunas alucinaciones que había presentado y contraído por el pasado. Fue separado de su familia desafortunadamente e internado por un mes debido a comportamientos que alteraban la realidad de sus familiares más cercanos, su padre, su madre y sobre todo su esposa e hijo.
Comportamientos de agresividad, fue un brote que le vino de repente, cabe resaltar que había dejado las sustancias alucinógenas hacía ya varios años, sin embargo, le caló hondo en la psiquis y su percepción de la realidad.
Enrique empezaba a perder consciencia, pero estando recluido aun leía considerablemente, esto mantenía su mente más alejada de la realidad que de costumbre, si bien aún contaba con sus aptitudes y coeficiente intelectual, para él era complejo lidiar con las alucinaciones. Un día sentado en la mesa de comer en el plato de sopa poco a poco empezó a ver cómo se desvanecía levemente la sopa a convertirse enteramente en un hueco profundo que llegaba a la China, éste consternado por la situación, aún podía discernir lo que era real de lo que no lo era e inmediatamente en ese momento le dijo al que tenía al lado: “toma, aquí está lo poco acabado y como lo dejé, buen provecho”. Acto seguido comenzó a leer un libro llamado “Los Reclusos” que era la historia de una pandilla de forasteros de México que decidieron cruzar el muro de 1km construido por los Estados Unidos en sólo cuatro meses y que al momento de estarlo escalonando cayeron en picado, encontraron dos muertos y dos vivos ambos llevados a prisión.
La lectura era lo único que lo mantenía vivo en aquellos momentos de desolación y soledad permanente, empezaba a tener un aspecto un tanto demacrado por los medicamentos que le recetaron que le hicieron perder el gusto a la comida, en una de las citas rutinarias fue donde se encontró por primera vez al Dr. Manuel Quintanilla. Su primera sesión fue algo extraña, este se vio sometido a llevar un trabajo algo peculiar, debido a que Enrique en su resignación y negación decidió no decir absolutamente nada, ni responder a las preguntas de requerimiento, el doctor muy sabio lo primero que le dijo fue:
—¿Por qué crees que te encuentras aquí?
Enrique con una mirada perdida debido al insomnio, se encontraba realmente taciturno y decidió ausentarse en el habla hasta que el doctor le hizo una pregunta clave.
—¿A quién le echas la culpa?
Enrique empezó a sentirse realmente incómodo y molesto cuando de repente decide contestarle enfurecido.
—A mi padre.