El Último Aliento (regresa el 25 de febrero)

02. La pequeña revolución de Larry.

MADDISON.

Meterme en problemas jamás ha sido mi intención y mucho menos aparecer en revistas importantes de chismes que tratan de plasmar lo peor de nosotros; sin embargo, aunque nos esforcemos por pasar desapercibido, eso jamás será posible.

Y ahí estamos, otra vez, metidos en un nuevo problema.

Conmemorando el primer día de clases con una “travesura” como lo llamaban las personas externas.

«Cuatro chicos ricos queriendo llamar la atención de todos». Ese es nuestro sobrenombre, así es como somos conocidos entre las personas que hablaban de nosotros en cualquier red social que utilizaran.

«Los amantes de Harrison, vuelven a reunirse después de dos meses lejos de su novia»

Al leer la descripción mi respiración comienza a ser irregular, las manos me sudan y el terror de hace un año se comenzó a propagar por debajo de mi piel. Las fotografías que nos habían tomado son de hace unos cuantos minutos, y ninguno de nosotros se dio cuenta de ello. Estábamos tan sumidos en nuestro propio mundo que no prestamos atención a lo que sucedía en nuestro alrededor.

Presiono con fuerza la mano de Conan mientras mis ojos recorren toda la cafetería con inquietud, pero no se encontraba nadie ahí, estábamos completamente solos. Pero esas fotos demostraban todo lo contrario. Le devuelvo el móvil a Luke al momento en que me intento tranquilizar para que todos esos nervios me dejaran pensar con tranquilidad.

Recorro la silla mientras tomo mi mochila, los chicos repiten mi acción y una vez que todos estábamos de pie comenzamos a caminar hacia la salida de la cafetería, sin embargo, antes de que pudiéramos siquiera estar a un metro la puerta doble se abrió de par en par dejado ver a los alumnos con sus celulares en la mano listos para capturar el momento y subirlo a las redes sociales para generar vistas o seguidores. Me doy la vuelta cubriéndome el rostro con mis manos.

—¡Ahí están! —escuché la voz de un hombre mayor, pero me negaba a voltearme para ver de quién se trataba.

La mano de Conan que aún seguía entrelazada con mis dedos me toma con mayor fuerza y me saca de ahí, no obstante, al salir por la puerta trasera los pocos periodistas que nos seguían a todas partes para sacar exclusivas sobre nosotros ya estaban listos con sus cámaras profesionales que apuntaban directamente en nuestros rostros.

No teníamos otra salida, así que sin importar que tan molestos estuviéramos por la invasión a nuestra privacidad teníamos que optar por esta salida. No quería salir por la puerta principal de la cafetería que estaba inundada de alumnos hambrientos de nosotros.

—Ustedes vayan a la camioneta de Conan, nosotros nos encargaremos de distraer a los demás —dice Larry en nuestros oídos—. ¿Quieren una exclusiva? Bueno, les daré una jugosa exclusiva que ni en un millón de años se imaginaron. Les demostraré lo que pueden hacer cuatro niños ricos con su maldito poder —dicho eso dieron vuelta en dirección apuesta a la nuestra.

Conan me dio una mirada antes de que camináramos en el mar de luces que se aproximaba a nosotros.

—¡Largo! ¡Respeten nuestra privacidad de una vez por todas! —Exclamó Conan molesto mientras ponía su mochila sobre mi rostro para que me cubriera de los flashes.

Pero sabía perfectamente que eso no serviría de nada, estaba segura de que en la portada de la revista que fuera a la que íbamos a encabezar estaríamos los cuatro con el rostro expuesto sin ningún tipo de censura. Con la mirada fija en el piso de cemento nos alejamos de ahí, las personas nos seguían, algunos gritaban mientras que otros solo decían nuestros nombres para que volteáramos y antes de me diera cuenta, ambos estábamos corriendo hasta llegar a la Ford Raptor de Conan.

Una vez dentro, recargué mi cabeza en el respaldo del asiento; esto se está pasando de la raya. Muevo un poco mi cabeza para ver a Conan que, al igual que yo, teníamos la respiración, echa un desastre. Me da gracia ver cómo su cabello está más rebelde de lo usual. Pasé mi mano por su cabello para acomodarlo un poco, mientras que Conan solo sonríe ante mi acto. Una vez que estaba un poco más decente, me acomodo en mi lugar de nuevo, alejando mi mano de su cabellera.

—Ya sé por qué te veo diferente, ya no traes lentes —me dice, dándose cuenta al fin de que cambie, aunque sea un poco, pero lo hice.

—Oye, es cierto —digo sarcásticamente.

Conan por su parte, rueda sus ojos con diversión al momento en que me atrae hacia él. Mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa que me causó su repentina acción. Rodea sus brazos en mi cintura y por mi parte pasé los míos por su cuello, inundándome del rico aroma de su perfume que permanecía en su cuello. Nos quedamos unos cuantos minutos así, sin que ninguno de los dos hablara. Sumidos en nuestros propios pensamientos sobre el otro.

—Te extrañé muchísimo, Patitas Cortas. Me alegro de que hayas sobrevivido dos meses sin mí.

Acaricia mi cabello con ternura y delicadeza, haciéndome cerrar los ojos, perdiéndome en su caricia, como si se tratara de un gato que estaba recibiendo mimos de su dueño. Inhalé con más fuerza su aroma embriagándome y mi sonrisa volvió a dibujarse en mi rostro. Estaba a salvo, estaba en mi refugio al cual nadie podía acceder.

—Yo también te eché mucho de menos —le aseguré—. Puedo sobrevivir mil años sin ti, Rascacielos —lo abracé con más fuerza.




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