MADDISON
El regreso a casa fue más silencio de lo que me gustaría admitir.
Antes de que mi papá llegara al lago, me encargue de decirles a los chicos que vendría a recogerme, así que en cuanto nosotros nos fuimos ellos se quedaron ahí por un par de horas más porque Larry quería seguir recolectando más conchas de mar.
Muevo mis dedos sobre mi regazo pidiendo que mi papá dijera alguna palabra, aunque fuera una queja. Que se quedara en silencio era demasiado ajeno a él, siempre hablaba y decía lo que le parecía, nunca se quedaba con las ganas de decir algo, así que me preocupaba mucho su silencio. El simple hecho de tenerlo a mi lado y que no pronunciara ninguna palabra, me provoca nervios mucho más de los que sentí cuando vi la escena de la escuela.
—Papá —inicié, pero por alguna razón mis palabras se quedaban atoradas en mi garganta como si se negaran a salir. No sabía qué decir o que era lo que tenía que contarle.
Nunca pase por una situación como esta, por lo que no sé cómo debo de actuar.
—Torbellino —mis hombros se relajaron visiblemente al oírlo llamarme de esa manera, si me hubiera llamado por mi nombre significaba que estaba en grandes problemas—. Sabes mejor que nadie que me preocupo mucho por ustedes tres, y mi preocupación aumenta a mil cuando se trata de ti.
Tiro de mi dona para el cabello provocando que me golpeara la muñeca, mis pies se mueven con inquietud. Me tomo mi tiempo para ver directamente a mi padre. Me daba miedo lo que pudiera decir, no porque me regañara, sino por las cosas que lo aterran, cosas que sucedieron en el pasado y que aún le siguen carcomiendo el alma.
—Cuando Scott me llamó para decirme que tu escuela había tenido un incendio, me preocupé y ¿sabes lo que más me aterró? Que cuando me metí en la aplicación para saber en qué lugar te encontrabas no aparecía tu punto morado —se detuvo a sí mismo y apretó sus dedos con más fuerza alrededor del volante, lo vi tragar saliva y siguió hablando—, me imaginé mil quinientos escenarios posibles de lo que te pudo haber pasado y caí en histeria cuando tu madre me llamó. La persona que ni en mil años se atrevería a siquiera decir mi nombre, me marcó para decirme que no contestabas los mensajes. Fui a tu escuela, y créeme que me importaba una mierda que los bomberos, e incluso el propio Scott, se atrevieran a detenerme para que no me adentrara en esa escuela llena de llamas solo para encontrarte. Sin embargo, atendiste mi llamada.
El alivio azotó su cuerpo y la culpabilidad se extendió por el mío, quería abrazarlo y decirle que estaba bien y que nada malo me iba a suceder, pero yo tenía la culpa, debí de haberlo llamado y decirle que estaba a salvo y al lado de los chicos. Desde el incidente de mi hermana mayor mi padre se volvió más sobreprotector de lo que ya era, se culpaba por no haber podido salvar a mi hermana, aun cuando era policía. Por ello tengo un localizador en mi llavero que colgaba de mi celular que le indica donde me encontraba las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, también tiene localizados a mis hermanos de la misma forma. A pesar de ser mucho mayores que yo.
Sigo recibiendo llamadas en medio de la madrugada, de mi padre, cuando se despierta de una pesadilla y su único consuelo es escuchar mi voz, a veces lo oigo sollozar, en otras simplemente se queda en silencio y me oye hablar sobre cualquier tema que se me ocurra a esas horas. Por ello, cuando me toca quedarme con él, siempre procuro dejar la puerta abierta de mi dormitorio o lo espero en su habitación cuando llega de madrugada por sus largas jornadas.
Se me sigue apretando el pecho al pensar en que la única persona que es capaz de calmar su agonía soy yo, cuando en muchas ocasiones ni yo misma puedo enfrentarme a mis fantasmas.
—Debí de avisar, en verdad lo lamento, no quería que te preocuparas y mucho menos que imaginaras escenas horribles y dolorosas —las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos deslizándose por mis mejillas sonrojadas por la culpabilidad—. En verdad lo lamento mucho, papá. Prometo que jamás lo volveré hacer. Jamás.
Me cubrí el rostro con ambas manos e intenté controlar mis sollozos, pero me era imposible. No quería ni siquiera imaginar el rostro de mi padre al recibir la llamada de mi madre diciéndole que no le respondía sus mensajes y que muy probablemente estaba… muerta en alguna parte de la escuela quemada.
Siento cómo su mano se comenzaba a deslizar por mi cabeza, no me apartó las manos, pero su caricia en mi cabeza no se detuvo hasta que mis sollozos disminuyeron un poco. Ya nos encontrábamos afuera de su casa, me ayudó a quitarme el cinturón de seguridad y salió del auto para segundos después aparecer a mi lado abriéndome la puerta.
No quería salir, pero sus brazos me cargaron hasta el interior de la casa. Lo sentí sentarse en un sillón y yo escondí mi rostro en la cuerva de su cuello, respirando su agradable olor que de inmediato me hicieron sentir segura y en casa.
—Ya, todo estará bien, Torbellino —besa mi cabello y con cuidado sacó mi rostro de mi escondite para tomarlo con delicadeza, sus ojos color avellana me miraban con cariño y amor, haciendo que mi corazón se apretujara dentro de mi pecho—. Te amo más que a nada, Maddison, lo sabes, ¿verdad? No puedo imaginar mi vida sin tenerte a mi lado, por ello no me importaría meterme en un edificio cubierto en llamas si supiera que estás ahí adentro o saltar del precipicio más alto si supiera que estás allá abajo.
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Editado: 16.01.2025