El Último Aliento (regresa el 25 de febrero)

09. Silencio

CONAN

Sigo sujetando el volante con fuerza, hace tres minutos que llegamos a su casa, pero ninguno de los dos se digna a decir una palabra. Madd mantiene su vista clavada en sus manos que juguetean en su regazo y, aunque la garganta me quema por querer expulsar todo lo que tengo guardado, prefiero quedarme callado y esperar que ella sea la primera en romper este silencio que me molesta.

No ha pasado ni una semana y ya estamos discutiendo. Detesto que personas ajenas a nosotros puedan provocar esto, no quiero que Madd se involucre con absolutamente nadie, y sé que no estoy en posición de elegir sobre ella, pero joder. Me preocupo demasiado y no quiero que se repita lo de hace un año. No quiero verla asustada, me duele.

—¿Quieres pasar a comer? —Es lo primero que dice, sus ojos siguen en sus manos.

El pecho me sube y baja por la inquietud, quiero tomarla del rostro para que me vea, pero tampoco puedo hacer eso.

Ahora mismo siento demasiada culpabilidad. En la piscina me sentí como un completo imbécil sin saber cómo reaccionar ante lo que Madd estaba experimentando, si no hubiera sido por Luke que actuó de inmediato, no sé lo que le hubiera sucedido.

—Necesitamos aclarar todo esto, porque es más que obvio que hay algo en el medio.

Me atrevo a decir, me deshago del cinturón de seguridad y giro mi cuerpo. Madd sigue con su postura de no querer verme. Aprieto mi muslo y me trago todo el puto orgullo que puedo tener ahora mismo y dejo a flote todas mis debilidades y defectos.

—Admito que lo que hice no estuvo bien, sé que no debo de involucrarme más de lo necesario, pero es que me asusta que vuelvas a tener que pasar por una situación igual de jodida que la de hace un año. Hay mucha gente allí afuera que puede crear cuentas falsas con fotografías sacadas del internet. No quiero que absolutamente nadie te lastime, por eso hago todo esto —humedezco mis labios y vuelvo a hablar—. Eres una de las personas que más aprecio en mi vida y créeme que jamás haría algo que te lastimara.

Estiro mi mano hasta atrapar a la suya, la sujeto con fuerza y por un momento temo a que ella desaparezca de mi vista. Su cabello rubio cuelga sobre el costado de su cara aún húmedo. Su garganta sube y baja cuando traga saliva, mueve un poco su mano, alejando la mía en el transcurso. Por más que me aferrara, como lo había hecho en la piscina, ella termina resbalándose de mis manos como si fuera arena.

—Hace un año, yo no fui la única afectada. Fuimos los cuatro. —comienza a decir. La respiración se me acelera y quiero brincar sobre ella para abrazarla, pero lo único que hago es alejar mi mano y la regreso de nuevo al muslo—. No eres el único que desconfía de las personas, lo hacemos todos. Por un tiempo debimos de mantener un perfil bajo, como si nosotros fuéramos culpables de algún delito o como si hubiésemos hecho algo realmente grave que fuera imperdonable. Pero sin importar si fuéramos culpables o inocentes, tuvimos que pagar las consecuencias.

El pecho se me aprieta y la sensación de todas las miradas sobre nosotros, las burlas, los murmullos, las risas, me hacen querer vomitar.

—Pero, aunque me dé miedo el saber que hay personas que me pueden hacer daño, quiero vivir sin él. No tenemos la culpa de ser como somos. Nadie más sabe la verdad aparte de nosotros y aunque al principio, me importaba mucho lo que pensaran de mí, quiero ignorar todo, por una vez en mi vida.

Y es entonces, cuando sube su cabeza y me ve. Sus ojos llenos de lágrimas contenidas, todo ese miedo y dolor siguen en ellos. Ella tiene razón, no tenemos la culpa de absolutamente nada, simplemente somos cuatro adolescentes que quieren disfrutar la etapa en donde nos encontramos.

—Y sobre lo que sucedió hoy —sus mejillas se hunden cuando son mordidas en su interior—. Solo quiero experimentar emociones nuevas, siempre pienso en todas las cosas negativas antes de dejar que la felicidad fluya por mi cuerpo. Hay personas malas, pero también hay buenas.

—Solo…

Acorta mis palabras y sigue con su discurso.

—Solo déjame experimentar una emoción nueva. Deja que me equivoque y, en vez de decirme, te lo dije o regañarme. Consuélame.

—Solo no quiero que nadie te lastime, Patitas Cortas.

—Nadie lo hará.

Se desabrocha el cinturón y, antes de que pudiera reaccionar, sus brazos me rodean el cuello. Su cabello me hace cosquillas, paso mis manos sobre su cuerpo pegándola más al mío. Suelto un suspiro al sentir el calor que se filtra debajo de mi piel.

—Déjame vivir y experimentar cosas nuevas, aunque sea una vez en mi vida —me susurra en el oído—. Para cuando de mi último aliento, no me arrepienta de nada.




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