MADDISON
La brisa de la noche baña mi cuerpo por completo, provocando que los vellos de mis brazos se erizaran. Meto el último pedazo de pan de ajo a la boca que había agarrado antes de que Mason nos sacara de ese lugar asfixiante. He visto tantas disputas de mis padres en esas cenas, pero nunca nada de eso sale bien; sin embargo, siempre se detienen y se limitan a lanzarse miradas fulminantes. Pero nunca los había visto pelear de esa manera a tal punto que ni siquiera se pudiera controlar y provocaran todo este caos.
—¿Qué se les apetece hacer? —Pregunta Mason.
Sus ojos van de vez en cuando a la entrada del hotel, pero absolutamente nadie sale de allí o, por lo menos, no las personas que probablemente él está esperando. En un principio, le tuve celos y envidia, porque él, que sí había podido tener a nuestros padres juntos por muchos años, había tenido toda la atención de ellos dos sin importar nada. Ambos lo amaban incondicionalmente, algo que yo nunca he experimentado o no completamente. Mason siempre estuvo rodeado de amor, hiciera lo que hiciera, él siempre tenía personas que lo amaran sin ver sus errores o las cosas malas que pudiera hacer.
Pero conforme crecía, esa envidia y celos se disiparon, a pesar de que mi madre solo me dirigiera la palabra solo para dar una orden o reprenderme de las cosas que hacía o por el caos que le provocaba con mi actitud y esas tontas revistas, siempre tuve a alguien que en verdad me diera todo ese amor y cariño sin necesidad de rogarle por una palabra amorosa.
Papá siempre estuvo y estará para mí.
—¿Quieren comer?
La voz de mi hermana me saca de mis pensamientos. Bajo mis ojos hasta los brazos para ver que tenía un saco encima de ellos que colgaba de mis hombros, ¿en qué momento me lo pusieron? Busco con la mirada al responsable y, por un momento, creí que era el saco de Mason; sin embargo, él únicamente traía una camisa negra de botones con las mangas recogidas hasta los codos. Mis ojos se mueven un poco más hasta llegar al chico que mantenía una sonrisa en su rostro mientras Mason le decía algo y es ahí donde me doy cuenta de que su saco ya no estaba. Luke me lo había dado y como si ese solo pensamiento despertara mis sentidos, doy una inhalación profunda haciendo que el aroma del perfume de Luke llegara a mis fosas.
Los vellos de mi nuca se ponen de punta e instintivamente mis ojos se vuelven a él.
—Bien, iremos a comer pollo frito —dice Mason mientras frota sus manos con rapidez.
Sin importar cuantos años pasen, Mason siempre amara el pollo frito. En mis recuerdos un poco fallosos, siempre mamá lo regañaba por llegar con una caja de pollo junto con una soda de un litro para él solo o en otras ocasiones que venían sus amigos a casa para jugar tenis en la cancha que en ese entonces tenía nuestra casa en París.
—Comes tanto pollo que es cuestión de tiempo para que te salgan plumas —se burla Addie provocando que Mason bufara antes de llegar a ella y darle un golpe leve en la frente.
—Por lo menos son plumas y no cuernos, ¿no, venado?
—¡Oye!
En cuanto sale ese grito de su boca, Mason murmura un «corran» y eso es lo que hacemos. Luke extiende su mano para que la tomara, mis ojos se deslizan por todo su brazo hasta llegar a sus ojos que me miran con un brillo nuevo, un brillo que me transmite calidez y que de inmediato arropa mi corazón. Le regalo una sonrisa, y tomo su mano para salir corriendo de Addison.
—¡Oigan! ¡Espérenme!
El aleteo de mi corazón inicia y no sé si es porque estoy corriendo o porque estoy sosteniendo su mano. Niego mi cabeza ante ese tonto pensamiento. He tomado cientos de miles de veces su mano y jamás me ha provocado nada. Me centro en lo que estamos haciendo y al llegar a un establecimiento que vendía pollo frito, nos detenemos.
Mi pecho sube y baja con gran velocidad, sujeto con más fuerza su mano mientras recargo la otra en mi muslo intentando controlarme.
—Son buenas corriendo en tacones, ¿eh? —Nos dice Mason, quien sube y baja las cejas.
—Ábrete paso, Playboy.
La mano de Addison lo toma del brazo y, antes de que le diera tiempo de alejarse, lo pellizca, haciendo que Mason pusiera su mano sobre la de nuestra hermana. Tan rápido como puedo, saco el móvil de mi bolso e inicio a grabar eso. La cara que está haciendo ahora Mason, valdrá millones en un futuro muy cercano.
—Auch, auch. Me duele Addison Margaret Harrison —chilla, pero antes de que lo soltara lo pellizca más fuerte.
Cubro mi boca disimulando la risa como si fuera un estornudo que se me escapó. Addison abre la puerta para todos y entramos al local. En cuanto estoy por completo, el olor delicioso de la comida se cuela por mi nariz.
Una chica se nos acerca con una gran sonrisa, mientras que en sus manos trae un par de menús.
—Bienvenidos a Pollo Loco. ¿Nada más serán ustedes cuatro? —Le pregunta Mason quién es el que se encuentra más cerca de ella.
—Sí, solo nosotros cuatro.
La chica asiente y nos guía a una mesa cuadrada con cuatro sillas, paso por detrás de una hasta llegar a la otra que está al lado del ventanal. Addison se sienta enfrente de mí y a un lado de ella Mason.
#10077 en Novela romántica
#5474 en Otros
#867 en Humor
amor, amor juvenil novela romantica, amistad amor ilusion tristeza dolor
Editado: 10.02.2025