El Último Aliento (regresa el 25 de febrero)

16. Un cambio

CONAN

Cruzo mis brazos sobre mi pecho esperando a que apareciera Madd. Ella nunca llega tarde y menos los primeros días de clases.

La cabeza me sigue dando vueltas, esta mañana me tuve que tomar una pastilla para el fuerte dolor. No sé si todas las jodidas cosas que tengo ahora mismo en ella me estén jodiendo o simplemente se debe a la mala noche que pasé.

Continúo repasando a cada uno de los alumnos que llegan al aula, pero ninguno de ellos es la persona que me importa. Ayer estuve a punto de ir a la casa de su padre para contarle todo lo que estaba haciendo “a sus espaldas”, pero mi madre se aseguró de que no saliera más de su casa. Supuestamente, porque ya había estado el suficiente tiempo fuera.

El timbre suena y dos personas idénticas entran antes de que la profesora de cálculo entrase. Larry saluda a un chico con el que se lleva bien, mientras que Luke… viene directamente a su pupitre. El enojo que sentí anoche se esfumó y espero que eso perdure. No quiero tener ningún problema con mis amigos ni con ella tampoco, quiero que todo sea como siempre.

Cero secretos y me esforzaré para no tener que decirle otra mentira o callarme las cosas, aun así, no las quiera contar.

—¿Esperabas a la profesora Mirta? —Se burla Larry en cuanto llega a mi lado. Deja su mochila sobre el piso, ignorando el gancho negro de metal que tienen nuestros pupitres para colgarlas.

—Madd no llegará —guio mi cabeza al lado izquierdo en donde se sentaba Luke todo el tiempo—. El director la cambió de grupo, posiblemente para que no la metamos en más problemas.

Antes de que me diera cuenta, estoy de pie, puedo sentir todos los ojos sobre mi cuerpo, pero no les presto tanta atención. Mis ojos siguen fijos en los ojos verdes de Luke que no luce nada sorprendido por mi repentina reacción. El cabrón ya está demasiado acostumbrado a ver que mi cuerpo reacciona mucho antes que mi cerebro.

—¿Sucede algo, Conan? —Me pregunta mi profesora menos favorita. Su voz garrosa e insípida me raspa toda la piel.

—Falta alguien —le cometo.

Me abro paso y cuando me iba a hablar nuevamente para que regresara al salón de clases, salgo en busca de ella.

Mierda, ¿a qué grupo la cambiaron? Me revuelvo el cabello pensando en todas las posibilidades, pero ninguna me servía. Debí de haberle preguntado antes de salir de la clase de cálculo. La profesora Mirta es conocida por ser una persona demasiado estricta y, si no entras a tiempo a la hora que te toca la clase, ya no puedes pasar, pero tengo una buena justificación, ¿no?

Bajo las escaleras corriendo y al llegar a la primera planta voy directamente al pizarrón de notificaciones, nunca me fijo en el siempre paso de largo, me importa una completa mierda lo que coloquen ahí, en su gran mayoría son cosas sin sentido o nombres de alumnos rebeldes que se saltan las reglas y normas de este lugar, en unas cuantas ocasiones mi nombre junto con el de Larry ha aparecido ahí, pero como no le tomo importancia para mí eso jamás ha sucedido.

Mis ojos se mueven con velocidad sobre el papel lleno de nombres y al encontrar el de Madd, vuelvo a subir las escaleras de la misma forma en que las bajé. Paso de largo ignorando mi salón en donde la profesora Mirta ya estaba impartiendo su materia. Al llegar al penúltimo salón de clases, me tomo el tiempo necesario para controlar mi respiración.

Suelto aire por la nariz y abro la puerta con más fuerza de la necesaria; de inmediato, la vergüenza invade todo mi cuerpo. Los veinte alumnos posan sus ojos sobre mí sin ignorar al profesor Matthew, de literatura. Me golpeo mentalmente por dejar que esa emoción me dominara en un momento como estos en donde necesito ser firme. Presiono con fuerza la manija de la puerta de madera y visualizo a cada uno de los alumnos que estaban. Al llegar al rincón de la esquina es que la veo, sus ojos están fijados en un solo punto, como si no estuviera en este mundo.

Oculto mi sonrisa en una mueca de disgusto para no parecer un completo lunático que ingresa a los salones como si estuviera en mi casa. Madd suele hacer eso cuando algo no le interesa o simplemente intenta mantenerse despierta. Es curioso que su materia menos favorita sea literatura cuando todo el tiempo anda con un libro en la mano.

Me mentalizo de las cosas que voy a hacer e ingreso al aula. Ante la dura mirada del profesor Matthew, me apresuro a hablar antes de que me gane la palabra.

—Vengo por una alumna que se equivocó de grupo —con pasos decisivos me deslizo por la habitación sin importarme nada.

Los problemas van y vienen. Pero ella no.

—Joven Brown, no puede entrar de esa manera tan irrespetuosa —me dice, pero no me detengo—. No hay ningún alumno equivocado, todos los que están en este lugar son porque aquí deben de estar. Así que salga de mi clase, por favor.

—Madd —le digo en cuanto llego a ella. Su cabeza se eleva lentamente, casi como si estuviera contando sus movimientos hasta dar conmigo.

Sus ojos van por todo el lugar con nerviosismos, se coloca la mano para cubrir su boca cuando me habla para que nadie más pudiera escuchar o, en todo caso, leerle los labios.

—¿Qué haces aquí? No puedes estar aquí, Conan —me susurra.

Su mirada se detiene finalmente en mí después de recorrer el nuevo lugar al que supuestamente pertenece. Las personas siguen atentas a nosotros, por lo que les doy la espalda completamente para cubrir a Madd.




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