MADDISON
Las primeras clases no fueron tan interesantes.
Después de que se fuera Conan, todos hicieron de todo por acercarse a mí para saber la razón por la que había venido a este salón y a otros porque simplemente les gusta estar informados para después ir con el chisme a otros alumnos. Seguía estando muy inconforme con este cambio, todo me parecía extraño y desconocido. Las personas no son muy agradables y no están dispuestas a hacer un espacio en su grupo de amigos para alguien que recién se integró a su clase.
Soy incapaz de ignorar el cuchicheo que traen unas chicas que están del lado opuesto a mi lugar. Sus ojos van de vez en cuando a mí mientras una más de ellas habla y sin ningún tipo de disimulo me apunta con el dedo por la parte baja para que el profesor Guzmán no la notara.
No puedo decidirme por cuál clase me duerme más, si la de literatura o la de historia. Es muy irónico que no me guste la materia de literatura ni la de filosofía, teniendo en cuenta cuánto me gusta leer, pero mis libros no se basan en nada de la realidad o el pasado. El profesor Perry hacía que me gustara la historia, principalmente por la manera en que la contaba, como si estuviera narrando viejos registros o desgastados pergaminos que fueron hallados en una caverna llena de oro, joyas y esos relatos. En cambio, el profesor Guzmán no le añade nada de emoción a sus palabras, solo lee las letras que están escritas en el libro de texto tal y como están plasmadas.
Eso me aburre.
Veo cómo el profesor rodea su escritorio de madera oscura y se recarga en la orilla mientras se cruza de brazos, desliza sus ojos por cada uno de sus alumnos como si estuviera planeando algo, los chicos hablan en voz baja y otros se le quedan viendo al profesor tal y como yo lo estoy haciendo. Toma una libreta junto con un bolígrafo y apunta algo antes de dejarla sobre el escritorio nuevamente y da dos aplausos para que los que estaban hablando guardaran silencio.
—Harán equipos de cuatro, deben de elegir un tema de los seis que hay, no se vale escoger repetidos. —Todas las personas se voltean a ver, recargo más mi espalda contra el respaldo, esperando a que a un grupo le falte un integrante para incluirme porque sé que nadie me escogerá—. ¡Es para hoy, chicos!
Los grupos se van formando mediante los minutos pasan, unos arrastran sus sillas, mientras que otros se intercambian de lugar para evitar la fatiga de tener que arrastrar sus asientos o, en todo caso, cargarlos hasta el lugar en donde se encuentra la mayoría de integrantes de su equipo. Mis dedos golpean el libro de texto que está sobre la paleta de madera y la paciencia se va acabando cuando la gran mayoría tiene el número de alumnos que el profesor pidió.
Mis ojos se mueven por todo el lugar en busca de personas que aún sigan sin equipo, aunque no sea mucho de acercarme primero, no quiero ser la chica que el profesor tenga que incluir a un equipo porque absolutamente nadie la noto o nadie la quiere en su equipo y cuando va hacia el equipo todos los participantes le ruedan los ojos o la ven como si fuera un pedazo de excremento que está ensuciando sus lujosos zapatos.
Lamentablemente, ya estoy muy familiarizada con aquel sentimiento. Que me lo hicieran aquí, no sería algo realmente nuevo que experimentaría. Pero eso no quiere decir que me guste cómo se siente ese sentimiento dentro de mi piel.
Cuando estoy por ponerme de pie para ir hacia una chica que se encontraba de pie y su cuerpo se movía de un lugar a otro buscando personas para formar su propio equipo, la voz de una chica hace que me quede en mi lugar.
—Profesor, ¿no puede ser un equipo de cinco? Es que no queremos que Clara se aparte de nosotras —apela una de las chicas que estaban hablando de mí, ni siquiera me sé su nombre—. Por favor, profesor.
—He dicho que, de cuatro integrantes, Chantal.
Al oír su nombre, varios recuerdos se desbloquean. De inmediato, aparto la mirada de ella y la centro en la chica pelirroja que continuaba con su exhaustante tarea de encontrar participantes que se quieran unir a ella. Toca varios hombros y cada uno de ellos asienten ante lo que la chica le pregunta. En su cara se nota cómo se va desanimando cada vez más.
—Se lo ruego, por lo que más quiero, solo por esta ocasión, ¿sí?
—Está bien, solo en esta ocasión, ¿entendido? —Chantal grita un fuerte «sí» llamando la atención de todas las personas que se encontraban en el salón de clases—. Muy bien, levanten la mano las personas que aún no tienen equipo.
La vergüenza me invade por completo, pero al ver cómo la chica pelirroja alza su mano sin ningún tipo de pena y continúa de pie, me hace sentir confiada. Ignorando todo el remolino que me causaba todo esto, alzo mi mano al mismo tiempo que una chica que se encontraba al otro extremo de la habitación. Su cabeza estaba cubierta por la capucha de su sudadera negra y entonces la recordé. Es la misma chica que salió de la oficina del director echa una furia.
—Perfecto, ustedes tres formarán otro equipo.
La chica que estaba de pie tan rápido como el profesor termina de decir eso, su cabeza se mueve y nos localiza de inmediato, una sonrisa se posa en su rostro y cuando creo que viene hacia mí se desvía al lugar en donde se encontraba la chica de sudadera negra, ella protesta, pero la toma de la mano y ambas vienen a mi lugar.
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Editado: 10.02.2025