Capítulo 4
Raffaello se levantó de su silla y crujió los dedos estirando sus brazos. Se puso su saco y sus lentes. Peino su cabello perfecto y estiró su camisa ajustada. Parecía como el gerente de una compañía de modas el condenado. Seguramente se veía tan bien porque era un ángel, sí, claro, debía ser eso.
—Bien, a trabajar. Necesitamos construir un dispositivo de tipo torre de Babel... Padre, reúnan todas las computadoras y otros equipos con semiconductores que puedan. Vayamos al bunker en el sótano de este edificio. También necesitamos el arca. En efecto, cualquier reliquia que haya sido tocada por Dios directamente nos sirve. Tráiganlas y deposítenlas todas en el arca.
—Disculpe mi atrevimiento al cuestionar los designios dados por un mensajero como usted —dijo el papa—. ¿Qué hostias es lo que viene? Hombre, me tienen en zozobra y no me dicen que pasa. ¿Qué es lo que esperan de mí?
—Concuerdo con el padrecito —dijo Lucio—. A mí también me tienen a oscuras. Y yo suelo ver muy bien en la oscuridad —dijo apuntándose a los ojos con dos dedos.
Raffaello rompió en risas y le dio una suave palmada al papa en su encorvada espalda.
—Digno representante de los hombres —respondió Raffaello—. Vamos, en marcha. Les explicaré en el camino. Sugiero que llame a su jefe de seguridad y se pongan en contacto con los militares italianos. Con suerte, el llamado de Gabriel será escuchado y algunos oficiales sentirán la necesidad de preparar a sus tropas.
Salimos en fila del salón sin Micaela, quien quería seguir monitoreando todo desde lo alto. Mi papá se quedó parado en la puerta y nos detuvimos al ver que no avanzaba. Se veía aplastado.
—Usted también tiene una parte que jugar en esta misión, don Gonzalo —dijo Raffaello extendiendo su mano hacia él—. No estorba y no está demás. Todos los presentes estamos aquí por algo. Todos tenemos una tarea encomendada por nuestro padre.
Mi padre respiró con fuerza y marchó tras nosotros con seguridad. Su vida entera cobró un nuevo sentido con esas palabras. Igual que la mía. Solo que yo seguía con la mente en otro mundo sin comprender lo que ocurría.
Tomamos el elevador y descendimos a los profundos confines secretos del vaticano. Si su idea era construir una torre de comunicaciones, ese definitivamente no era el mejor lugar.
—Lo que se nos aproxima es una amenaza cataclismica—dijo Raffaello—. Verán, el paraíso es un lugar espiritual y a la vez físico que se encuentra en el centro de la galaxia. No pregunten y solo escuchen. La fe y la oración son energía pura para Dios y los seres celestiales. Mientras más lejos estamos del paraíso, más cuesta conectarse con Dios, pero una vez conectados, la distancia es irrelevante.
» Hace treinta y tres años nuestro sistema solar fue desconectado del paraíso. Nosotros tres y Angélica fuimos los únicos ángeles que nos quedamos en la tierra. Por alguna razón nacimos como humanos junto a Gonzalo... Hace treinta y tres años que ningún alma de la tierra puede llegar al paraíso, así mismo como sus oraciones. Para propósitos prácticos, podemos afirmar que Dios no sabe dónde estamos ahora mismo.
—¿Nacieron el primero de abril del 97? —pregunté extrañado.
—Correcto, casi a la misma hora. Al mismo tiempo que pasaba el cometa Hale-Bopp... El primer ataque de los demicrons contra nuestro sistema.
—Sabía que algo malo estaba ocurriendo —dijo Lucifer—. Tengo demasiadas almas acumuladas listas para su ascensión y solo puedo enviarlas una por una por el conducto de respaldo. También he estado recibiendo muchísimos más fallecidos que de costumbre. Pues claro, los pobres no tenían a donde ir. ¿No tienen ninguna otra forma de hablar con El?
—Perdimos absolutamente todas las comunicaciones. Ni siquiera podemos hablar con el resto de los arcángeles locales. ¿Seguro que puedes seguir enviando?
—Upsi, espero no estarlos enviando a la nada cósmica —dijo Lucifer haciendo un gesto burlón de preocupación—. La verdad no tengo forma de saberlo. Por nuestro conducto solo se puede enviar.
—El simple hecho de que tengas un conducto propio es un gran logro, viejo amigo.
El ascensor llegó al piso de la bóveda y salimos en silencio escuchando únicamente la relajante música del elevador.
—¿Y no que Dios era omnipresente? —dije sin pensar, se me salió.
—Lo era hasta que los demicrons aparecieron —dijo Raffaello—. Demonios del sistema cronos. Humanos corrompidos por otro dios. Ellos vienen luchando contra las fuerzas del paraíso desde hace milenios. Esclavizan a las humanidades para que adoren a su dios y poco a poco van desconectando a nuestro padre de sus fuentes de poder. Robándole recursos a nuestro paraíso. Y con recursos, me refiero a los humanos y su fe.
—¿Tu misión es conectarnos de nuevo? —preguntó Lucifer.
—Mi misión particular parece ser la de conectarnos con el paraíso para que envíen refuerzos a defender la tierra. Creo que por eso poseo habilidades técnicas avanzadas. No es tarea fácil hacer una baliza celestial de tipo torre de Babel.
—Yo te ayudaré —respondió Lucifer sonriendo—. Tengo experiencia haciendo de esas —dijo y se echó a reír.
—Ni se te ocurra decir eso frente a Micaela, maldito tonto.
El papa, mi padre y yo nos quedamos congelados cruzando miradas en la puerta del ascensor mientras ellos caminaban por el pasillo. ¿Pero que putas era todo eso?
—Creo que es hora de decirte cual creemos que es tu misión, Gonzalo —dijo Raffaello volteando—. Si mis cálculos son correctos... El papa, aquí presente, posee suficiente influencia sobre los humanos, cristianos o no. Si logramos que los una en oración, en teoría, o que al menos los haga creer, podremos generar suficiente poder para encender una baliza. La idea es hacer voltear, aunque sea un ojo, en nuestra dirección.
—¿Debo protegerlo?
—Naciste con una cantidad excepcional de poder celestial, querido Gonzalo —dijo él caminando hacia mí—. No te dimos los anillos solo para adornar tus dedos.
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Editado: 02.12.2023