Miro a los lados desde la venta viendo pasar centenares de chicos y chicas quienes idolatraban los senos, las hormonas e imponían el licor y sus gotas brotando de la botella de cristal y aterrizando en el suelo al lado de un cenicero con cigarrillos.
Mientras veo en la calle escucho a Olivia murmurar bajo las sábanas con su novio —murmura para que nadie en el piso la escuche—.
—He oído que debes ponerlo dentro.
A los pocos minutos gritan de placer.
Terciopelo azul
«y gritó tan alto sin recibir maltrato».
-sexo
Mi generación amaba todo esto mientras que generaciones pasadas batallaban en trincheras para darnos libertad. En la misma habitación veo a Matilda y sus amigas bañadas en globos de helio y terciopelo rosa con rostros adornados con gafas en forma de corazón, todas ríen y la música de la rocola pasa a segundo plano.
—Una polaroid. —grita alguna de ellas.
Y mientras las mujeres de perlas en los ojos ríen, los malchicos miden fuerzas en el patio, no los escucho pero veo sus bíceps, abdomen y pieles suaves brillar con la luna. Emiliano y Simón son aquellos que se quiebran botellas y tocan sus entrepiernas para sonrojar a las chicas.
La nueva generación gozaba de veladas al aire libre jugueteando con sus voces, sus dedos, rozando pieles y despojando cuero y lana de sus cuerpos experimentando entre ellos hasta hacer navidad entre sus piernas.
Yo estoy con Matilde y las chicas pero al mismo tiempo no estoy con ellas.
—Atención, atención, faltan tan sólo 50 segundos para la media noche.
Los fuegos artificiales están por adornar el cielo mientras todos nos abrazamos y cantamos a las estrellas.
—No quiero traicionar a mi generación porque formo parte de ellos y ellos de mí.
Editado: 14.06.2020