Merryl.
La cabeza de Merryl daba vueltas mientras un dolor se extendía por la misma. Sus ojos le pesaban más que una espada en esos momentos. El cansancio le influía por todo su cuerpo, pero no iba a descansar hasta saber que aquel asesino no iba detrás de sus amigos, o del rey, o de alguien inocente. Movió un poco la cabeza para espabilar un poco.
Merryl y Lettah al fin habían llegado una vez más a la parte baja de la ciudad. En el estado de ambos se sintió como un trayecto más largo. Pero no había tiempo para descansar, por lo que se adentraron en las calles del lugar una vez más.
—¿Cómo encontraste el lugar? —preguntó Merryl, mientras avanzaba entre la gente.
—No fue difícil —respondió Lettah—. El tipo fue muy cuidadoso, pero su color de piel era mucho más que extravagante, y una anciana logró verlo brevemente entrando a una casa.
Merryl no dijo nada. Ya le costaba pensar un poco. La noche había sido excesivamente larga, y el día parecía ir aún más lento. Cerró un poco los ojos, pensando en la seguridad de Celdrik y Morth. Esperaba que no hubiese sido un error dejarlos en las mazmorras.
Trató de concentrarse. Había muchas preguntas que no tenían respuesta. Esperaba que el colega de Celdrik pudiera brindar un poco más de luz al asunto. Mientras tanto, su mejor oportunidad era el escondite de su atacante.
El trayecto fue silencioso y tranquilo. Solo el sonido de la gente iba rompiendo ese hechizo.
Frente a Merryl y Lettah, una casa de dos pisos en mal estado se levantaba. Faltaban algunas piezas de madera del tejado, y las plantas en el exterior estaban secas y muertas. Las pocas ventanas estaban cubiertas de polvo y telarañas. En contraste a los demás hogares, este estaba abandonado.
El cazador y su compañera rodearon la casa buscando algún punto de acceso. Parecía ser que la única entrada era la puerta principal. Las tuberías de las canaletas estaban en mal estado. Cualquier esfuerzo o fuerza iba a romperlas. Aunque Merryl podría salir ileso ante una caída, la fuerza ya era poca, así que decidió usarla en la opción más simple.
La puerta salió disparada hacia dentro ante la mirada de todos los transeúntes que miraron atónitos. A Merryl no le importó, y al parecer a Lettah tampoco.
Dentro la luz no era abundante. El polvo era tanto que impedía el paso de la luz solar. Además, el mismo polvo cubría los muebles, y a su vez telarañas cubrían varios rincones. Había una pequeña chimenea y una escalera en mal estado a la cual le faltaban algunos escalones, pero nada serio que impidiera el acceso al segundo piso. No había mucho más. La pequeña cocina estaba en desuso y aquellas casas no poseían un baño. Aunque había un pequeño armario debajo de las escaleras.
—Al parecer nuestro amigo no era fanático de la limpieza —bromeó Merryl, caminando entre las tablas chirriantes—. No veo ninguna pista a simple vista.
—Sí —confirmó Lettah—. Es mejor empezar a investigar, iré al segundo piso.
Merryl asintió a su amiga que se dirigió dando pequeños saltos hacia el segundo piso. No había mucho por donde buscar. Merryl pasó las manos por el polvo de la mesa y, pues, era solo polvo. Revisó el pequeño armario. Estaba vacío. Caminó a la chimenea, y al parecer había sido usada hace poco. Frunció el ceño. Movió los pocos trozos de madera chamuscados. Por debajo, un trozo de papel sobresalía entre los restos carbonizados. Qué conveniente, fue lo que pensó.
Al examinarlo, vio pequeños trozos de ceniza que manchaban el contenido del papel. Al quitarlos, había una pequeña inscripción, pero en un lenguaje que Merryl no conocía. No iban a servir de mucho, porque parte de la inscripción estaba quemada. Iba a enseñársela a Celdrik. Podría ser un lenguaje que él entendiera.
Del segundo piso, Lettah llamó con un pequeño grito a su amigo. Merryl subió cuidadosamente por los escalones, y al llegar vio una pequeña habitación. Había una cama sin ningún medio de abrigo y una mesa de madera en mal estado, que, al igual que el resto de la casa, estaba cubierta de polvo.
Lettah estaba de pie mirando un mapa, pero en muy mal estado. Al ver a Merryl, ella caminó hacia la mesa, y colocó el trozo de papel encima. Ambos lo vieron con detenimiento.
—¿Sabes qué es? —preguntó Lettah.
—Sí —respondió Merryl—, es un mapa de estrellas.
—¿Un qué? —preguntó nuevamente.
—Es un mapa que muestra las estrellas en relación con el espacio terrestre. Cada estrella representa un punto en el mundo, dependiendo de la posición de la estrella en el cielo. Una vez que tenías la estrella, solo tenías que seguirla hasta estar debajo de ella.
—Así que solo hay que buscar una estrella específica y esta apuntará a un lugar.
—Sí, pero no se usan mucho —comentó Merryl—. Estas cosas necesitan un grado enorme de conocimiento sobre astrología. Hubo un tiempo donde los marineros y piratas los usaban para guiarse, pero con el avance náutico estas cosas quedaron casi obsoletas. Además, los mapas comunes cada vez se hicieron más precisos, y estos muchas veces no apuntaban al lugar correcto. Sin mencionar que no mostraban las rutas que eran más o menos transitadas.
—Pues, entonces es un método perfecto para ocultar algo —aseveró Lettah, mientras se acercaba a mirar más de cerca el mapa—. Mira, hay un punto marcado.
Merryl vio una pequeña constelación marcada junto a una pequeña frase en el mismo idioma que el papel que encontró en la chimenea. Quizás no podía leer lo que ponía, pero si podía descifrar qué estrella era, podría descifrar el lugar que ella marcaba. Era una buena pista.
Merryl giró el mapa para acomodarlo en el mismo sentido que un mapa tradicional. Por suerte, su padre le había enseñado un poco de astronomía. Quizás no era experto, pero conocía casi todas las constelaciones principales. Y el punto marcado estaba justo debajo de una de ellas.